Cita imprescindible
Miró y Matisse, mucho más que un diálogo a cuatro manos
La fundación que lleva el nombre del artista catalán propone una gran exposición en la que ambos creadores demuestran sus afinidades electivas y su mutua admiración creativa
Se conocieron y se admiraron porque compartían, pese a la diferencia de edad. un mismo sentimiento común: romper las líneas establecidas en pintura, acabar con la mirada academicista del arte por el arte. Solamente hacía falta que eso se visualizara en una exposición. Y eso es lo que se ofrece a partir de este jueves en la Fundació Joan Miró de Barcelona creando un diálogo entre aquel que da nombre a la institución y Henri Matisse.
A partir de un recorrido de corte cronológico, esta muestra –que promete ser una de las propuestas imprescindibles de la temporada en la capital catalana– aporta numerosos documentos desconocidos, así como cuadros procedentes de diferentes museos y colecciones privadas de todo el mundo.
Miró tenía claro que Matisse formaba parte de su santísima trinidad pictórica. En una nota manuscrita escrita el 5 de julio de 1980, el catalán apuntaba que «Picasso es un Dios. Matisse un gran pintor. Miró un gran espíritu, espíritu vivificador».
La muestra se inicia con lo que se puede denominar como los «rumores» que llegaban a la Barcelona de las vanguardias sobre la obra de Matisse quien se vestía de fauvista a muy pocos kilómetros de la frontera francesa, en Colliure donde compartía paisajes y pinceles con Derain. Gracias a Joaquim Sunyer, Miró empezó a fascinarse por el lenguaje plástico de quien sin ninguna duda fue siempre el gran rival de Picasso.
Podían tener diferencias estilísticas, pero ambos, como se ejemplifica en la gran exposición, compartieron misma reflexión sobre el papel de la imagen la cultura occidental, hasta el punto de romper tanto Miró como Matisse con las normas establecidas. El francés, para ello, optó por la búsqueda de lo que se podría definir como una armonía decorativa que superara los conflictos internos. El catalán, por su parte, apostaba por el asesinato sin compasión de la pintura.
A ello se le sumaba un vínculo personal. Fue Pierre Matisse, hijo del pintor, quien posibilitó el encuentro entre los dos gigantes. A ello se le sumó el hecho de que Pierre se convirtió en el gran marchante de Joan Miró, uno de los principales responsables de la proyección internacional del autor de «La Masía», especialmente en el siempre complicado y atractivo mercado del coleccionismos estadounidense. Esa relación consolidó precisamente la amistad entre la familia Miró y la de Matisse. Precisamente la exposición nos permite conocer la correspondencia cruzada entre ambos genios del arte del siglo XX.
Si antes se apuntó la opinión de Miró sobre Matisse, cabe preguntarse qué pensaba este último sobre el primero. En una carta al escritor surrealista Louis Aragon, escrita hacia 1942, Henrti Matisse señalaba que Joan Miró «puede representar cualquier cosa en su lienzo... Pero si, en un punto determinado, hay colocada una mancha roja, puedes estar seguro que debía estar allí, no en otro sitio. Si la quitas, cae el cuadro».
La exposición nos ilustra la coincidencia en temas, desde el paisaje al desnudo femenino pasando por la naturaleza muerta hasta limitarse a la simplicidad de la línea o a buscar el origen del hecho pictórico en una sencilla mancha o en un papel pegado con el que crear el «collage». Incluso pasa en las tonalidades cromáticas, como el intenso azul de «Pintura (El guante blanco)», de Miró (1925), tan parecido al de «Vista de Notre-Dame», de Matisse (1914). Una mención aparte la merece la maestría del lápiz mironiano en «Mujer subiendo la escalera» de 1937 que no tiene nada que envidiar a «Cabeza (El Buda)» de 1939, surgido de la mano de Matisse. La exposición es una gran oportunidad para contemplar «Desnudo de pie», una obra maestra de Miró de 1918 del Saint Louis Art Museum.
Parece que el centro que hay en la montaña de Montjuïc le ha cogido el gusto a que Miró dialogue con otros creadores. Si hace poco conversó con Picasso, aunque en un diálogo en ocasiones aparentemente forzado y con algunas interpretaciones un tanto desafortunadas para referirse al malagueño, parece que con Matisse se sigue una línea que debería lógicamente ampliarse a Dalí...