Opinión
A propósito del cónclave
Pontífice procede del latín pontificis, literalmente “el que hace puentes”
Y aprovechando la ocasión, hablaré hoy de etimología, que es una ciencia humilde pero muy curiosa y entretenida porque ilustra sobre la estirpe y el significado de las palabras, en este caso las que tienen algo que ver con lo eclesiástico.
Así tenemos que cónclave proviene del latín medieval conclave, que significaba “habitación cerrada con llave”; que pontífice procede del latín pontificis, literalmente “el que hace puentes”, y que designaba en un principio al alto funcionario romano encargado de cuidar el puente del río Tíber (san Bernardo, en la Edad Media, explicó que el pontífice es el puente entre Dios y los hombres, entre el cielo y la tierra, y de ahí que el arco iris, el puente celeste, sea el símbolo del pontificado); que cardenal tiene su origen en el latín cardinalis, “principal, fundamental” (el otro cardenal, el morado, viene de cárdeno); que obispo desciende del latín episcopus, que inicialmente equivalía a “inspector de mercados”, y este del griego epískopos, “inspector, supervisor”; que capilla viene del latín medieval capella, “capa pequeña o capucha”, por alusión al trozo de su capa que san Martín de Tours dio a un pobre y al oratorio que se construyó en el lugar donde se guardaba esta reliquia (y en recuerdo del calor que esa capa le procuró al pobre, se llama veranillo de san Martín al corto período de buen tiempo que suele producirse hacia el 11 de noviembre, día en que se celebra la festividad del santo); que ministro (los cardenales y obispos lo son de la Iglesia) deriva del latín minister, “servidor, subordinado”, razón por la cual el minister debería ser menos que el magister (“maestro”).
Busilis, o sea, el punto en que radica la dificultad o el interés de una cosa, proviene de la expresión latina in diebus illis, inicio frecuente de los textos latinos del evangelio que se leían en la misa: alguien que no entendía su significado (“en aquellos días”) debió de suprimir las dos primeras sílabas –in die- y amalgamar las restantes –bus illis–, formando así la nueva palabra; santiamén deriva de las palabras latinas In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti, Amen, con que terminan algunas oraciones de la Iglesia: en su origen, la expresión “en un santiamén” quería dar idea de la extraordinaria rapidez con que eran pronunciadas tales palabras; pordiosero resulta de la expresión por Dios, usada por los mendigos para pedir limosna; y adefesio nació de la expresión latina ad Ephesios, “a los habitantes de Éfeso”, título de una epístola dirigida por san Pablo a los habitantes de esa ciudad de Asia Menor, en la que, durante su predicación, había sufrido grandes penalidades.
Y aunque resulta inimaginable que ningún cardenal lo luzca, a menos que vaya acompañado de la barba, también bigote tiene raíces religiosas, concretamente en la expresión alemana bei Gott, “por Dios”, especie de juramento para llamar a quienes se lo dejaban crecer, algo que era habitual entre los antiguos pueblos germánicos. Cuenta además la leyenda que, antes de entrar en batalla, los soldados se llevaban la mano al bigote, símbolo de la hombría y el valor, y proferían esas dos palabras, bei Gott, para darse ánimos e infundirse coraje.