Opinión
Que tu camino sea largo
Lo esencial de un viaje, su primera y más importante finalidad, ha de ser el viaje mismo, no el llegar
Tomo el título de un verso de Ítaca, el más célebre y divulgado de los poemas de Cavafis: “Pide que tu camino sea largo. / Que numerosas sean las mañanas de verano / en que con placer, felizmente / llegues a bahías nunca vistas.” Y unos versos más abajo da este consejo: “Ten siempre en la memoria a Ítaca. / Llegar allí es tu meta. / Mas no apresures el viaje”. Que, dicho en prosa, viene a significar que lo esencial de un viaje, su primera y más importante finalidad, ha de ser el viaje mismo, no el llegar.
Sobre el viaje y el camino habla también Unamuno, que fue tan andarín, en su libro Andanzas y visiones españolas: “Hoy el camino es un puro medio, y se va a devorarlo o suprimirlo en lo posible, atento al fin del viaje. Fin que tampoco suele importar mucho”. Lo cual le da pie para evocar con nostalgia los tiempos en que, por ser más lento el viajar, “se viajaba más de verdad, se recorría más de veras el camino”. Como lo hacían, por ejemplo, los peregrinos medievales, que llegaban por eso a conocer bien el país que atravesaban, mucho mejor sin duda que los turistas modernos, que lo hacen a toda velocidad para acortar el viaje y llegar lo más rápido posible al destino, y generalmente dormidos y sin cruzar una palabra con nadie.
Viajar para ver cuantos más sitios mejor a fin de alargar así la lista de los ya conocidos, visitar lugares con encanto y monumentos, hacerles una fotografía y salir pitando… Es lo que hoy se estila, pero mejor viajar despacio (festina lente, apresúrate lentamente, decían los latinos), sin prisas por llegar a los sitios, por aquello que decía Cervantes de que vale más el camino que la posada. O hacerlo a la buena de Dios y sin un destino programado…
Así da tiempo a fijarse en las cosas, pues todas, hasta las más pequeñas, tienen algo escondido que, de tan visto, no reparamos en ello. Los topónimos, por ejemplo, y aprovecho para ofrecer una selección de los nombres de los pueblos que he ido apuntando por ahí en algún viaje y que me parecen dignos de figurar entre los más poéticos y sonoros de la geografía nacional: La Almunia de doña Godina (Zaragoza), La Iglesuela del Cid (Teruel), Madrigal de las Altas Torres (Ávila), Aljibe de los Juncos (Murcia), Arroyo de la Luz (Cáceres), Los Espejos de la Reina (León), este último mi preferido. A los que habría que añadir los siguientes, todos de la vaciada y desatendida provincia de León: Calzadilla de los Hermanillos, Villalibre de la Jurisdicción, Rodrigatos de la Obispalía, Moscas del Páramo Colinas del Campo de Martín Moro Toledano, este de los más largos de España, si no el que más.
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