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Independentismo

¿Por qué el independentismo odiaba tanto al fallecido Mario Vargas Llosa?

El Nobel de Literatura, fallecido a los 89 años, fue uno de los intelectuales más firmes en la defensa de la unidad de España frente al desafío secesionista catalán

Mario Vargas Llosa EUROPAPRESS

La muerte de Mario Vargas Llosa a los 89 años ha conmocionado al mundo de las letras. Premio Nobel de Literatura, autor de obras fundamentales del canon hispánico, el escritor peruano-español no solo brilló por su talento literario, sino también por su firme compromiso con la democracia liberal, la defensa de la libertad individual y la unidad de España. Un compromiso que le valió el reconocimiento de millones de ciudadanos… y el odio visceral del independentismo catalán.

Porque si hubo un intelectual que no dudó en alzar la voz contra el delirio rupturista del procés, ese fue Mario Vargas Llosa. Su posicionamiento claro y rotundo en defensa del orden constitucional, y su denuncia de los abusos del nacionalismo, le convirtieron en una de las figuras más atacadas por el secesionismo, que nunca le perdonó su valentía ni su influencia internacional.

Un referente frente al procés

Vargas Llosa fue una figura central en algunos de los momentos clave de la respuesta ciudadana frente al desafío independentista. En octubre de 2017, tras el referéndum ilegal del 1-O, participó en la histórica manifestación por la unidad de España que reunió a casi 1 millón de personas en Barcelona. Allí, desde el escenario, lanzó un mensaje claro: “El nacionalismo ha llenado la historia de guerras, sangre y cadáveres”. Sus palabras retumbaron en una Cataluña asediada por el fanatismo identitario y el sectarismo del gobierno de Puigdemont.

Tres años antes, en 2014, ya había sido uno de los impulsores de la plataforma Libres e Iguales, un movimiento cívico que advertía del peligro que suponía la deriva nacionalista para la democracia española. En aquella ocasión, Vargas Llosa denunció que los catalanes no independentistas se encontraban “abandonados” y silenciados. Una realidad que, por desgracia, sigue vigente hoy.

Dardos contra el supremacismo nacionalista

El escritor, siempre coherente con sus principios, no dudó en señalar también el componente excluyente del independentismo. En 2019, denunció el racismo latente en el discurso del entonces president Quim Torra, del que dijo encarnar “la versión discriminatoria” del secesionismo. Y advirtió, en un acto del Partido Popular, que había que “salvar Barcelona del nacionalismo”, al que calificó de “doctrina perversa y anacrónica”.

Sus críticas no eran simples opiniones: eran argumentos sólidos, cargados de contenido moral y político, que ponían en evidencia las contradicciones, hipocresías y peligros del independentismo. Un movimiento que se presenta como progresista pero que actúa con tics autoritarios, que apela a la democracia mientras pisotea la legalidad, y que dice defender la libertad mientras pretende imponer una sola identidad.

Coherencia hasta el final

Su compromiso fue tal que, en 2021, renunció a la presidencia honorífica del PEN Internacional tras comprobar cómo la organización de escritores daba su apoyo a Jordi Cuixart y Jordi Sànchez, condenados por su papel en el procés. Una vez más, Vargas Llosa optó por la coherencia antes que por la comodidad. Su defensa del Estado de Derecho estaba por encima de cualquier etiqueta.

En 2023, recibió un merecido reconocimiento de la mano de Societat Civil Catalana, que le otorgó uno de sus premios por su papel activo en la defensa de la democracia frente al separatismo.

El independentismo lo atacó, lo caricaturizó y lo insultó, pero no pudo ignorarlo. Porque Mario Vargas Llosa no fue un político más ni un opinador pasajero: fue un símbolo de la resistencia intelectual y moral frente a un proyecto que ha causado división, dolor y empobrecimiento en Cataluña. Su muerte deja un vacío, pero también un legado: el de la palabra valiente que no se deja arrastrar por el ruido ni el miedo.