Opinión

¡Que les zurzan!

La lengua coloquial cuenta con un variado repertorio para expresar el rechazo, el desprecio o el desinterés hacia alguien o algo

GRAFCAT1764. BARCELONA, 18/06/2023.- El candidato a la alcaldía de Barcelona, Xavier Trias, a su llegada al Consell Nacional de su partido que se celebra este domingo en Barcelona. EFE/Alejandro García
Xavier Trias interviene ante el Consell Nacional de JxCatAlejandro GarciaAgencia EFE

El candidato a presidir el consistorio parece que se durmió sin quererlo en los laureles. Y ya se le hacía la boca agua con la esperanza de acariciar otra vez la vara de la autoridad y tener así de nuevo la sartén por el mango cuando, en vista de que pintaban bastos y él se quedaba a la luna de Valencia, se le subió un poco el humo a las narices y en vez de aguantar como cada palo su vela (el palo y la vela de las embarcaciones, se entiende) y aceptar que hay que estar a las duras y a las maduras, optó por soltarles lo que reza el titular a quienes, a cencerros tapados, esto es, a escondidas y en secreto (era costumbre entre los arrieros rellenar con hierbas los cencerros de las reses para no ser oídos cuando salían de noche de un poblado o tenían que atravesar algún paso peligroso), se confabularon para dejarle con la miel en los labios.

No perdió los papeles, que era el difícil trance por el que pasaban antaño a veces los actores en el teatro, ni los estribos del jinete, pero se le calentó como quien dice la boca (lo mismo, según parece, que les pasa a los caballos cuando dejan de obedecer al freno y galopan alocadamente) y fue entonces cuando habló y dejó grabada para la historia municipal esa frase que para algunos se ha convertido ya en santo y seña con que expresar rechazo, desprecio o desinterés hacia los que no piensan como ellos. “Que us bombin a tots!”, proclamó el alcaldable, que en el castellano de la calle se correspondería con ese “¡Que os den!” desdeñoso que suele complementarse habitualmente con algún otro aderezo, el de la morcilla por ejemplo, cuyo uso se remonta a la época en que, para combatir epidemias de rabia, las autoridades ordenaban dar muerte a los perros callejeros, principales transmisores de la enfermedad, y, con esa intención, les daban de comer morcillas envenenadas con estricnina.

El dardo, dicen, se ha hecho viral, y aunque hay también otras formas de expresar, con aspereza y sin miramientos, el enojo o el disgusto que uno siente (mandar “a freír espárragos”, “a hacer gárgaras”, “a freír monas”, “a paseo”), en la traducción al castellano ha prevalecido la más acendrada y genuina, ¡que os zurzan!, por lo que es justo y necesario reconocerle al desencantado candidato el mérito de haber contribuido a la reivindicación de un verbo ya en desuso (zurcir: “coser la rotura de una tela, juntando los pedazos con puntadas o pasos ordenados, de modo que la unión resulte disimulada”, “suplir con puntadas muy juntas y entrecruzadas los hilos que faltan en el agujero de un tejido”). Y otro tanto ocurriría con esta otra, “a hacer puñetas”, en alusión a los adornos de encaje que lucían los puños de las togas de algunos jueces y dignidades eclesiásticas, los cuales se hacían a mano y requerían mucho tiempo y trabajo, además de una esmerada delicadeza, por lo que mandar a alguien a hacer tal cosa equivalía a alejarle durante una larga temporada ocupado en una penosa labor.