
Memoria de la ciudad
¿Quiénes eran los escribientes de Barcelona?
En diciembre de 1991 se retiró la última persona dedicada a este oficio

La Rambla, qué duda cabe, se presta desde siempre a ser escenario de una gran ruta literaria, sobre todo por los muchos escritores que han paseado por ella, al igual que lectores de todo el mundo. Pero hubo un tiempo en el que también acogió a otros autores, anónimos, pero responsables de una gran labor ciudadana que merece ser reivindicada. Eran los escribientes, una profesión ya perdida para siempre, aunque con un papel muy importante en su tiempo, hasta principios de la década de los noventa del siglo pasado. ¿Quiénes eran?
Para entender este oficio, el de los escribientes, tenemos que remontarnos a una época en la que las comunicaciones se hacían por escrito, era necesario el envío de cartas y una parte de la población tenía problemas a la hora de enfrentarse a la hoja en blanco. Los escribientes ponían en limpio lo que le pedían sus clientes, con una letra clara, totalmente legible y, evidentemente, sin faltas de ortografía. Instalados en una suerte de kiosco, con hojas en blanco y tintero, más adelante con máquina de escribir, lo redactaban todo de la mejor manera posible, siempre a gusto del consumidor más exigente, el mismo que necesitaba comunicarse con un familiar que residía lejos o que debía rellenar un complejo papeleo burocrático.
Se desconoce cuándo empezaron los escribientes a trabajar en Barcelona, pero se sabe que ya había algunos instalados en la plaza Sant Jaume algunos copiadores de cartas, en los alrededores de los edificios oficiales y donde la burocracia de documentos era lo habitual, hacia el siglo XVIII. Posteriormente se los pudo encontrar en otros emplazamientos de la ciudad, como en la denominada como "plaça de les barraquetes", entre las calles de Sant Honorat y la del Call. Pero para mucha gente la imagen de estos amanuenses, aquellos que redactaban sus textos a una velocidad envidiable, está relacionada con el lugar en el que se trasladaron hacia 1860, al lado del Palau de la Virreina donde se ubicaron una serie de casetas de madera, como se refleja en muchas fotografías de la época.
Los conocidos como "escritores del amor", por las cartas que redactaban a novios y novias, acabaron a mediados de los ochenta, detrás del mercado de la Boqueria, en la plaza doctor Fleming. Cuatro casetas permanecieron hasta 1985 ofreciendo sus servicios a aquellos que no sabían leer y escribir, además de la gente mayor y los que tenían problemas de visión. En diciembre de 1991 cerró la última caseta en funcionamiento, pese a que muchos vecinos de la zona, la del Raval, consideraban que prestaba una gran labor social.
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