
Cambio climático
Sequía: Cataluña empieza el año con apenas el 30% de sus reservas de agua
Las últimas lluvias han dado un pequeño respiro a las cuencas catalanas, pero la gestión del agua se ha convertido ya en un problema estructural para la administración

El año pasado comenzó con una de las situaciones más críticas de sequía que Cataluña ha vivido en décadas. Las reservas de agua estaban por debajo del 20%, lo que encendió todas las alarmas. Aunque la situación ha mejorado significativamente gracias a las lluvias primaverales y otoñales, los expertos advierten que la crisis hídrica dista mucho de haber terminado: los embalses apenas alcanzan un tercio de su capacidad, un nivel que, aunque mejor que el de inicios de año, sigue siendo insuficiente.
A principios de 2024, las previsiones eran desoladoras. El temor a unas restricciones severas durante el verano llevó a las autoridades a considerar medidas drásticas, como el transporte de agua mediante barcos cisterna o la instalación de desaladoras flotantes en el puerto de Barcelona. Sin embargo, las lluvias de primavera cambiaron el panorama. La llegada de un otoño con episodios de lluvias frecuentes también ha contribuido a mitigar los efectos de la sequía. Estas lluvias han permitido recuperar parte de las reservas agotadas durante el verano y han mejorado la situación en diversas áreas de Cataluña.
Panorama mixto
El estado actual de los embalses muestra un panorama mixto. Mientras que algunas áreas han avanzado hacia la normalidad, otras continúan en alerta. En las cuencas internas, municipios como Vallirana y Sant Feliu de Codines optaron por entrar voluntariamente en fase de emergencia, aunque no se les aplicaron restricciones adicionales más allá de un límite de consumo de 200 litros por habitante y día.
Por otro lado, las zonas abastecidas por los sistemas Anoia-Gaià y Prades-Llaberia han mejorado su situación, pasando de excepcionalidad a alerta. En el caso del río Llobregat, la situación ha vuelto a la normalidad en su cabecera, lo que representa un alivio significativo para miles de habitantes
Sin embargo, el embalse de Darnius-Boadella, que abastece parte de la Costa Brava norte, sigue en niveles críticos. Este embalse empezará el próximo año con reservas similares a las de enero de 2024, perpetuando las restricciones en estas áreas.
A pesar de las mejoras puntuales, Josep Lluís Armenter, director de la Agencia Catalana del Agua (ACA), insiste en que no se puede bajar la guardia. «Estamos mejor que hace un año, pero tener solo un tercio de las reservas disponibles no es motivo para relajarnos», afirma. Los expertos coinciden en que la gestión hídrica de Cataluña debe replantearse para adaptarse a un contexto en el que las sequías serán cada vez más frecuentes y prolongadas.
Entre las iniciativas en evaluación se encuentra la construcción de una desaladora permanente en la Costa Brava norte, una obra que busca garantizar el suministro en una de las áreas más afectadas. Además, las autoridades planean intensificar las campañas de concienciación ciudadana para fomentar el ahorro de agua y optimizar el uso de los recursos existentes.
Medidas urgentes
Otra de las medidas urgentes es la modernización de las infraestructuras agrícolas y turísticas para reducir el consumo de agua. El consumo doméstico también debe adaptarse a la nueva normalidad hídrica. A pesar de las restricciones impuestas en varios municipios, aún persisten hábitos poco sostenibles. Según un informe reciente de la ACA, el consumo medio por habitante en algunas áreas de Cataluña supera los 150 litros diarios, un nivel considerado alto en comparación con otras regiones europeas.
Para reducir este consumo, se están promoviendo tecnologías de reutilización de aguas grises y sistemas de riego más eficientes en zonas urbanas. Asimismo, las comunidades autónomas y los ayuntamientos trabajan en la mejora de las redes de distribución para evitar pérdidas de agua, que actualmente representan un problema significativo en muchas localidades.
El cambio climático plantea un desafío monumental para Cataluña. Las proyecciones climáticas indican que las precipitaciones serán más irregulares y que los períodos de sequía extrema serán más frecuentes. Ante este escenario, los expertos subrayan la importancia de desarrollar un plan estratégico a largo plazo que combine inversión en infraestructuras, políticas de ahorro y educación ambiental.
Por ahora, el cierre del 2024 deja una lección clara: la gestión del agua no puede depender exclusivamente de las lluvias. Cataluña debe avanzar hacia un modelo sostenible que priorice la resiliencia y garantice el suministro para las futuras generaciones.
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