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Libros y cine

La vida recuperada del primer catalán que ganó un Oscar

Laura Gavaldà Mestre firma la primera biografía completa de Néstor Almendros

Néstor Almendros trabajando con Martin Scorsese La Razón

La figura de Néstor Almendros siempre ha sido vista como mítica. Hay motivo porque quien fuera uno de los mejores directores de fotografía de todos los tiempos, el mismo que trabajó con Éric Rohmer y François Truffaut, que puso todo su talento al servicio de actores como Meryl Streep, Catherine Deneuve o Dustin Hoffman. Sorprendentemente no se contaba hasta la fecha con una biografía que pudiera ser calificada como tal, una obra que buceara en la personalidad de Almendros además de llevar a cabo un concienzudo trabajo de archivo. Esa laguna queda cubierta ahora con «El retorn de Néstor Almendros», una obra de investigación, pero también una declaración de amor a una manera de entender el séptimo arte que firma Laura Gavaldà y publica Comanegra y el Ayuntamiento de Barcelona.

Una de las grandes virtudes del libro es que se da tanto voz al protagonista como a aquellos que lo conocieron, construyendo de esta manera un retrato con sus luces y sus sombras. Laura Gavaldà parte con la ventaja de que su familia era muy cercana a la de Almendros, pero eso no le ha privado de mirar entre los documentos de este hombre de cine y hoy conservados en la Biblioteca del Instituto de Estudios Albacetenses Don Juan Manuel.

Para comprender a Néstor Almendros hay que conocer su origen, su trasfondo familiar. Era hijo de dos educadores, Maria Cuyàs y Herminio Almendros, que vieron como su mundo se venía abajo con los bombardeos de la Guerra Civil en Barcelona. Era de la raza de «maestros verdaderos», como dijo el dramaturgo Alejandro Casona. La familia acabó exiliándose en Cuba.

Fue en la isla caribeña donde nació su fascinación por el cine, compartida también con amigos cubanos como el escritor Guillermo Cabrera Infante o el cineasta Tomás Gutiérrez Alea con quienes coincidió en el cine club de La Habana.

En 1962, Néstor Almendros pisó Barcelona y entró a formar parte de un grupo artístico e intelectual en el que coincidió con Terenci Moix o Jaime Gil de Biedma, quien llegó a calificarlo como «gusano» por su posicionamiento crítico con el régimen de Castro, la misma dictadura que lo había humillado por su condición de homosexual. Diferente fue su amistad con José Luis Guarner, uno de los principales críticos cinematográficos y fundamental en la vida de Almendros.

Fue en París donde conoció el éxito, aunque los inicios no fueron nada fáciles. Éric Rohmer fue quien le proporcionó su primera gran oportunidad al encargarse de la fotografía de uno de los episodios de «Paris vu par» en 1964. A partir de ahí, la llamada «nouvelle vague» apostó por el catalán y pasando a ser en el gran aliado tras la cámara de un genio llamado François Truffaut en «Diario íntimo de Adela H.», «El pequeño salvaje» o «La habitación verde», entre otras.

No fue extraño que Hollywood se interesara por él y llamará a su puerta. Como dice Gavaldà, la varita mágica de Almendros «parecía transformar en oro todo lo que iluminaba y, como si quisiera aprovechar la buena racha, el ritmo de trabajo de esa época en el que aún le costaba rechazar ofertas fue vertiginoso». Fue allí donde logró las cotas más altas, con títulos como «Días del cielo» –con el que ganó un Oscar–, «La decisión de Sophie», «El lago azul», «Kramer contra Kramer» o «Billy Bathgate». «El cine ha hecho realidad todos mis sueños», dijo Almendros en su última entrevista. Antes de morir, en marzo de 1992, dejó como última voluntad que sus cenizas fueran enterradas en el nicho familiar en Calders.