Fotografía de Stock

A los científicos se les resiste el orgasmo: ¿Cuál es su sentido evolutivo?

La complejidad bioquímica del orgasmo parece difícil de justificar alegando solo al placer, por lo que ¿qué otras función desempeña?

Cerebralmente, el orgasmo femenino no es tan diferente al masculino como podríamos pensar. Mientras que ellas tienden a experimentar orgasmos de 20 segundos, ellos no suelen superar los 10, eso es cierto, pero más allá del tiempo la diferencia no es tan clara. Cuando observamos cómo se activa y desactivan las distintas estructuras cerebrales durante el orgasmo vemos que, grosso modo, el patrón es casi idéntico. La verdadera diferencia, está en la cascada de hormonas que aparece con el clímax.

Tanto en hombres como en mujeres, las dos principales protagonistas del orgasmo son la oxitocina (que contraerá rítmicamente los músculos) y, posteriormente, la dopamina (a modo de recompensa), pero no son las únicas implicadas. Hay diferencias en cuanto a la producción de otras hormonas, como la luteinizante, la serotonina, la prolactina y muchas otras que parecen jugar su papel ya sea durante o después del clímax, pero mostrando un cambio, a fin de cuentas. Y aquí viene el misterio. ¿Para qué tanta complejidad? Si el sentido evolutivo del orgasmo fuera solo el placer, su bioquímica podría ser tan sencilla como la desencadenada por comer pasteles, pero la realidad es muy diferente.

¿Fertilidad?

Empezando por lo más básico, podríamos imaginar que el orgasmo es una recompensa placentera para propiciar que los animales copulen. Si es agradable cumplirán sus necesidades reproductivas. No obstante, existe placer durante el coito, antes de llegar al orgasmo, por lo que este ha de tener alguna función más. Una hipótesis plantea que el orgasmo masculino es una forma de limitar el placer y que, tras él, el macho no encuentre incentivos para seguir copulando. Este entraría en un periodo refractario tan pronto como inseminara a la hembra, cumpliendo la función estrictamente reproductiva y evitando que malgaste energía en una actividad puramente hedonista. Bajo este prisma, el orgasmo femenino podría ser un “vestigio” del masculino, como los pezones en los varones. Sin embargo, este planteamiento es poco robusto y acumula un buen número de críticas. A decir verdad, habría formas más sencillas de detener la acción que con un clímax tan complejo como el orgasmo. Quizá habría sido suficiente un “bloqueo” del placer, sin más artificios.

En este contexto, surge una nueva hipótesis: que el orgasmo esté íntimamente relacionado con la propia fertilidad. De esto se ha hablado mucho y no siempre de la manera más rigurosa. Por ejemplo, un famoso estudio de 1998 administraba oxitocina a mujeres para ver cómo las contracciones vaginales desplazaban los fluidos dentro de su vagina. Los científicos concluyeron que las contracciones podrían empujar el semen hacia las trompas de Falopio, donde se encontraría con el óvulo, propiciando (y acelerando así) la fecundación. El gran problema está en que este estudio utilizaba unas concentraciones de oxitocina muy superiores a las que podemos encontrar en condiciones normales.

Desde entonces, aunque algunos estudios plantean que el orgasmo podría aumentar ligeramente las posibilidades de quedarse embarazada, no parece haber un consenso claro. Pero ¿y si estamos mirando en el animal equivocado?

Como conejos

Si queremos entender el origen evolutivo de un rasgo humano, no sirve observarnos solo a nosotros. Necesitamos compararnos con otros animales y ver en qué nos somos parecidos y en qué diferentes. Por ejemplo, si tratáramos de explicar los extraños huesos de la cadera de las ballenas estudiando solo uno de estos cetáceos, sería muy difícil intuir que habían cumplido la función de patas (ahora inservibles y atrofiadas). Lo mismo podría estarnos ocurriendo con el orgasmo.

Hace unos meses se viralizó un estudio de PNAS en el que, en lugar de experimentar con humanos, decidían estudiar el orgasmo en unos animales famosos por su ajetreada vida sexual: los conejos. El motivo para haber seleccionado conejos era sencillo. No todos los mamíferos tenemos los mismos ciclos hormonales. En las hembras humanas podemos observar ciclos mensuales en algunas de sus hormonas. Estos son los causantes de que cada 28 días de media, se produzca una capa de endometrio en el útero y madure un óvulo en los ovarios, haciéndolas fértiles. Si el óvulo muere antes de ser fecundado, el ciclo terminará con la descamación del endometrio, dando lugar a la regla.

Sin embargo, otros animales (en lugar de encadenar ciclos) tienen periodos de celo. Los perros, por ejemplo, ovulan un par de meses al año, y otros, como los conejos, ovulan cuando son estimulados sexualmente. Esta es la clave por la que decidieron investigar con conejos, porque en ellos la ovulación está directamente relacionada con el coito, lo cual suscita la pregunta en cuestión. ¿Será que concretamente el orgasmo quien desencadena esta ovulación?

La idea de los investigadores fue alterar los niveles de serotonina de estos animales (una de las hormonas implicadas en el orgasmo) y así ver si se reducía su fecundidad. Para ello emplearon un antidepresivo llamado fluoxetina, que pertenece al grupo de los inhibidores de la recaptación de serotonina. Estos antidepresivos elevan la serotonina y sabemos que, de hecho, afectan al orgasmo humano, haciendo más difícil alcanzarlo. En el experimento pudieron comprobar que, efectivamente, al suministrar fluoxetina a los ratones, sus ovulaciones tras cada cópula se reducían un 30%. Es más, en una segunda parte del estudio probaron a añadir a la serotonina un estimulador de la ovulación (la gonadotropina coriónica humana). A pesar de esta ovulación forzada, la serotonina alterada seguía reduciendo un 8% la maduración de óvulos tras cada coito. Si estos resultados son correctos, sería de esperar que el orgasmo tuviera un claro papel a la hora de estimular la maduración de los óvulos y por lo tanto propiciar la fecundación.

No tan rápido

Algo que hace especialmente interesantes estas conclusiones es que son muchos y muy variados los animales que muestran ovulación inducida por la cópula (que así se llama). Desde carnívoros como el hurón hasta ungulados como el camello. Esta distribución hace sospechar que la ovulación inducida por la cópula no sea nada nuevo, sino todo lo contrario: un rasgo que ya estaba presente en sus ancestros comunes, los cuales también serían nuestros ancestros. De este modo, al igual que las ballenas conservan huesos de sus patas traseras, puede que nosotros, conservemos el orgasmo como un rasgo atávico más.

No obstante, cabe decir que, desde la publicación de este artículo, la revista ha recibido varios comunicados por parte de ortos equipos de investigación sugiriendo que los resultados publicados posiblemente no sean válidos. Una de las críticas emitidas, por ejemplo, indica que el estudio no tuvo en cuenta correctamente las implicaciones que tiene la fluoxetina en la apetencia sexual. Si la alteración de serotonina redujo también el número de coitos, esto podría haber afectado igualmente a la fecundidad sin que mediara en ello el orgasmo. Es pronto para decantarse, pero precisamente por eso tenemos que suspender nuestro juicio hasta que se clarifique la situación.

El sexo y el orgasmo constituyen una parte central de nuestra cultura y de tantas otras. Está presente en el cine, la televisión, la moda, el márquetin y prácticamente allí donde miremos. Precisamente por eso resulta tan curioso que todavía no entendamos la verdadera función del orgasmo. Sabemos mucho sobre cómo se alcanza, qué sucede en nuestro cerebro durante el clímax e incluso las implicaciones que tiene en las relaciones sociales tanto entre humanos como entre otros animales. Puede que, con suerte, el siglo XXI nos traiga al fin una respuesta robusta, pero mientras tanto tendremos que seguir jugando a ciegas.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • A pesar de lo que popularmente suele decirse, el orgasmo femenino es uno. La idea de clasificarlos en orgasmos clitorianos o vaginales no responde a una verdadera diferencia fisiológica, tan solo a la estructura erógena directamente estimulada. Las áreas cerebrales activadas en ambos casos son las mismas, salvo que en un caso se estimularán también las estructuras cerebrales relacionadas con el tacto en el clítoris y en el otro caso las implicadas en la vagina, pero de forma independiente el propio orgasmo y análogas a cualquier otro roce.

REFERENCIAS: