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El virus que sí ha salido de un laboratorio y podría luchar contra el cáncer

Los virus oncolíticos llevan tiempo en el punto de mira como un nuevo posible tratamiento para las metástasis, pero hasta ahora, asociaban unos efectos secundarios inasumibles.

Conocemos bien los mecanismos que detonan la teoría de la conspiración. Hace falta que confluyan una serie de situaciones. En primer lugar, un suceso excepcional, como el asesinato de un presidente o un atentado. En segundo lugar, los “culpables” tienen que haber triunfado en su empeño, no hay conspiración cuando un disparo falla, como fue el caso de la bala que no mató a Ronald Reagan. En tercer lugar, necesitas encontrar personas dispuestas a buscar pruebas para justificar una creencia previa en lugar de construir una opinión en torno a las pruebas, y las redes sociales son el altavoz perfecto para eso.

La pandemia ha sido como un campo abonado para la conspiranoia, y tal vez, una de las sospechas populares más sonadas ha sido la de que el SARS-CoV-2 se hubiera escapado de algún laboratorio o incluso que fuera un arma creada por un equipo de científicos. Lo cierto es que no hay ningún dato que apoye afirmaciones tan aventuradas, es más, los que sí hay se oponen frontalmente a tales historietas. Nunca habíamos vivido una pandemia así y es normal que, a falta de experiencia, acabamos interpretando la realidad en clave de película de contagios. Pero lo cierto es que, por mucho que Hollywood insista, la ciencia está muy lejos de poder crear un virus con las características y la originalidad del SARS-CoV-2. Frente a las fábulas, veamos cómo es uno de los virus artificiales más punteros, el Ad5-3M.

Virus para destruir tumores

En primer lugar, cabe decir que hace décadas que utilizamos algunos virus como herramientas de investigación e incluso terapéuticas. Los modificamos de un modo u otro y, por supuesto, requieren una serie de permisos y medidas de seguridad que hacen de ellas algo sorprendentemente seguro. Los bacteriófagos, por ejemplo, son usados para tratar infecciones bacterianas y seleccionados artificialmente del mismo modo que lo hacemos con el ganado. Otros sirven de vehículo capaz de llevar en su interior una molécula hasta un determinado tipo de células. Como vemos, existe cierta variedad, y lo que a nosotros nos interesa en este momento son los virus oncolíticos.

Estos virus tienen preferencia por las células cancerosas, por lo que, cuando son inyectados en un tumor, infectan las células dañadas, se reproducen en su interior y las desgarran para emerger como un nuevo enjambre de virus. De hecho, ya se ha ensayado en tumores localizados y parece ser una estrategia provechosa y fácil de controlar para que no se extienda a las células sanas produciendo daños secundarios. Según qué casos podría decirse que es menos cruenta que las famosas quimio y radioterapia. Aunque claro, se limita a determinados tipos de tumores, como algunos melanomas para los que fue aprobada en 2015.

Y ese era precisamente uno de los problemas. Cuando se administra de forma localizada el control es sencillo, pero imaginemos que en lugar de un tumor bien delimitado queremos tratar metástasis repartidas por todo el cuerpo. La cirugía y la radioterapia, al actuar sobre una zona concreta del cuerpo, no suelen ser buenas opciones en estos casos, por lo que un virus podría suponer ventajas al ser, en este aspecto, análogo a la quimioterapia: capaces de distribuirse por la sangre hasta cada recóndito lugar del cuerpo. Sin embargo, los ensayos hechos en animales no parecían muy prometedores.

Al estar en sangre, estos virus oncolíticos tendían a producir reacciones inmunitarias exageradas, tormentas de citoquinas como aquellas que se describieron durante los primeros meses de la COVID-19. Se trata de un efecto secundario grave en el que el sistema inmunitario se vuelve contra nuestro propio cuerpo y que puede llegar a causar la muerte. La única solución era crear un virus oncolítico a la carta.

La bala mágica

Paul Ehrlich es considerado como uno de los padres de la farmacología moderna. Él entendió que el refinamiento de la química daría lugar a un nuevo tipo de sustancias que, en lugar de descubrir por pura casualidad y funcionar como si matáramos moscas a cañonazos, podríamos diseñar a placer para que, como una bala mágica, se dirigieran únicamente a las células o moléculas que queramos tratar. Esta es la filosofía en la que se ve envuelto el nuevo virus Ad5-3M.

Los investigadores han tomado un adenovirus, un tipo de virus tremendamente frecuente y muy conocido (en parte por ser el que llevamos años usando como vector para la edición genética). Se trata de virus muy infecciosos, pero que mutan poco y causan cuadros leves en humanos, como conjuntivitis, infecciones de las vías respiratoria, gastroenteritis, etc. Esto los convierte en una gran opción para su uso biomédico. No obstante, como hemos dicho, los investigadores han tenido que modificarlo, y no ha sido tarea fácil.

En primer lugar, han hecho del este adenovirus un virus oncolítico, otorgándole una especial afinidad por las células tumorales. En segundo lugar, han modificado parte de su estructura para hacerlo menos reconocible por nuestro sistema inmunitario, reduciendo así la inflamación propia de tener una buena cantidad de adenovirus en sangre y con ella la temida tormenta de citoquinas. Finalmente, han conseguido que (a diferencia de los anteriores adenovirus) el Ad5-3M no altere la coagulación de los pacientes y que no sea tan susceptible de ser atacado por un tipo de células inmunitarias llamadas “macrófagos” encargadas de retirarlo de la sangre y acumularlo en el hígado.

Por ahora, este nuevo virus solo ha sido probado en ratones y de forma muy limitada. Harán falta muchos más estudios para confirmar su seguridad y su eficacia antes de saltar a humanos. En cualquier caso, cabe decir que un 35% de los ratones tratados con el Ad5-3M mostraron una remisión aparentemente completa de sus metástasis de cáncer pulmonar. Se trataba de células tumorales humanas que habían sido implantadas en los ratones, por lo que, aunque es una buena primera aproximación, no debemos lanzar las campanas al vuelo.

Estos cuatro cambios genéticos, como quien dice, han supuesto un grandísimo reto y no tiene punto de comparación con lo que supondría diseñar un virus como el SARS-CoV-2. Podríamos decir que, a la hora de diseñar virus, el Ad5-3M es al SARS-CoV-2 como un reloj de sol a uno atómico, como un coche de caballos a uno de fórmula uno. En Ad5-3M los científicos han tomado un adenovirus ya existente, un tipo de virus de los que mejor conocemos, le han hecho unos pocos cambios y a pesar de ello ha sido un reto titánico. El SARS-CoV-2 es mucho más diferente a cualquier otro coronavirus y no hay en su ARN ninguna región sospechosa de haber sido modificada o introducida artificialmente.

A veces, aunque la conspiranoia nos pida lo contrario, la explicación más sencilla es (en igualdad de condiciones) la más probable. Si escuchamos cascos por la ciudad probablemente se deba a un caballo y no a una cebra. Y en este caso la pregunta es: ¿Qué es más probable? ¿O que el SARS-CoV-2 sea producto de una técnica que va muchos años por delante de la biotecnología más puntera o que sea uno de los muchos virus que, de forma natural, han ido mutando desde que el mundo es mundo?

QUE NO SE LA CUELEN:

  • Durante estos últimos meses ha habido argumentos de todo tipo tratando de defender el origen artificial del coronavirus, pero uno de los más sorprendentes (y por suerte menos virales) se basaba en su nombre. Personas ajenas al mundo biomédico alegaban que, con un nombre como SARS-CoV-2 no podía referirse a algo natural y que los virus siempre han recibido nombres más orgánicos, como “gripe, rabia o ébola”. Lo cierto es que nada tiene que ver una cosa con la otra. Los nombres los ponemos los humanos y en medicina hay una tendencia relativamente nueva a poner nombres descriptivos. “Ébola” dice poco sobre lo que implica la enfermedad, pero SARS-CoV-2 significa: Síndrome Agudo Respiratorio Severo causado por un nuevo coronavirus.
  • Otro punto a tener en cuenta es que el Ad5-3M es producto de una empresa privada y sus resultados deberán ser replicados antes de poder afirmar tajantemente su éxito.

REFERENCIAS (MLA):