Espacio

¿Y qué hacemos con la Estación Espacial Internacional antes de que se estrelle?

Posiblemente, en 2031 la hundiremos en el Océano Pacífico junto con otros tantos ingenios espaciales.

Foto tomada por la astronauta Serena Auñón-Chancellor de la nave Cygnus acoplándose a la Estación Espacial Internacional
Foto tomada por la astronauta Serena Auñón-Chancellor de la nave Cygnus acoplándose a la Estación Espacial InternacionalSerena Auñón-Chancellor

Si fuera una persona, podríamos decir que la Estación Espacial Internacional nació el 20 de noviembre de 1998 y que, ahora, tras 23 años y 6 meses, los médicos han pronosticado su muerte. Sabemos que llegará en 2031, cuando tenga 32 años de vida. Eso son cinco años más que los roqueros, pero no nos consuela del todo. La Estación Espacial Internacional es un símbolo que ha estado en pie durante décadas y que nos gustaría poder conservar. Sin embargo, el final que le tenemos deparado apunta en una dirección diferente donde la conservación no es lo prioritario. Si todo sale según lo acordado, en 2031 deberá estrellarse contra la superficie de nuestro planeta. Y aunque esto suena alarmante, cabe destacar que nos referimos a una caída controlada y que, para nuestra tranquilidad, la idea es que caiga en el llamado punto Nemo, el punto de nuestro planeta más alejado de cualquier costa.

Este lugar tiene su historia, pues su ubicación, tan lejana a la civilización, lo convierte en un lugar ideal para ahogar nuestra tecnología espacial. No es conveniente que dejemos nuestras sondas y satélites flotando alrededor de la Tierra, porque pueden llegar a caer sin control tras una reacción de choques en cadena. Es el llamado síndrome de Kessler, y una buena solución consiste en retirar ese material de la órbita. Todo termina encajando en ese punto en mar de nadie. Un lugar que ya ha conocido infinidad de colisiones y que, bajo sus aguas, esconde un verdadero cementerio espacial. Por desgracia, las condiciones extremas en las que la Estación Espacial Internacional reentrará en la atmósfera, sumadas a la intención de hundirla en el Pacífico, hacen que el símbolo vaya a ser difícil (o directamente imposible) de recuperar.

¿Es que nadie piensa en los museos?

Seamos conscientes de lo que implica esta despedida. Si nos deshacemos de la Estación Espacial Internacional de este modo, no podremos exhibir partes de ellas para acercarla a la misma sociedad de la que emergió. Cierto es que, si fuera una persona, nadie se plantearía disecarla para ser expuesta en un museo, por importante que hubiera sido en vida. Así que, ¿por qué no hacer lo mismo? Exponemos réplicas de cera de los personajes famosos fallecidos, podríamos exhibir réplicas de la Estación Espacial Internacional. No obstante, hay un problema, y es que difícilmente se tratará de una réplica precisa. Respetará las proporciones y puede que incluso los detalles tecnológicos y arquitectónicos, pero hay desperfectos, desorden y apaños que posiblemente no sean representados.

Sin ellos perdemos una parte fundamental de lo que significa realmente vivir allí, a 400 kilómetros sobre las cabezas del resto de la humanidad. No es solo cuestión de morbo o el intento de llevar lo excelso de vuelta al barro de lo trivial en un improvisado bathos. Eso significa que solo nos quedan 9 años para conocer de verdad a este símbolo. Nueve años para aprovecharlo y exprimir las últimas gotas de conocimientos que nos pueda ofrecer, y aquí es donde se une todo, porque hay que investigar, pero de un modo que nunca se ha hecho.

Un último esfuerzo

Para aprovechar correctamente los años que quedan debemos tener presente cuál es el fin de esta estación. Dejando a un lado su valor metafórico como unión de distintas naciones, el principal aporte de la Estación Espacial Internacional es científico y tecnológico. En ella se han testado numerosos dispositivos y, aprovechando sus condiciones de microgravedad, por ejemplo, hemos podido hacer experimentos científicos irrealizables en la Tierra. Por un lado, se han llevado a cabo estudios psicológicos, pero también sobre el crecimiento de células tumorales y la velocidad a la que se depositan sustancias dañinas en los cerebros de individuos con alzhéimer. Hemos estudiado el párkinson y el asma, por ejemplo, y hemos desarrollado sustancias con propiedades farmacológicas interesantes que no podrían sintetizarse en las condiciones de gravedad terrestre, o al menos, no con tanta facilidad.

Entre sus paredes se ha experimentado con cultivos para asegurar los víveres en futuras misiones espaciales y, adheridas a sus superficies, hemos encontrado especies de bacterias nunca identificadas. Sin embargo, mientras se hacían este tipo de investigaciones, se descuidaban otras de carácter más social. De hecho, durante los últimos años el Proyecto Arqueológico de la Estación Espacial Internacional ha desplegado sus limitados recursos para tratar de comprender cómo funciona la sociedad en miniatura que se ha formado entre los muros de la estación.

Todas estas iniciativas comenzarán ahora su recta final con la esperanza de avanzar sus líneas de investigación tanto como el tiempo les permita. Y, con suerte, aunque no podamos partes de la exhibir la estación en un museo, los frutos de esos 32 años perdurarán perfectamente engarzados en nuestra sociedad, como ciencia y tecnología, como conocimiento y progreso.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Lo cierto es que, el proyecto de la Estación Espacial Internacional ya no es rentable, ni siquiera teniendo en cuenta los beneficios de sus investigaciones. Ese es uno de los motivos por los que se plantea poner fin a su vida y, por supuesto, diseñar otras estaciones que puedan cumplir sus funciones con mayor eficiencia.

REFERENCIAS (MLA):