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Bioinformática

Por 500 euros puedes alquilar un ordenador hecho con neuronas humanas

La tecnología se basa en el uso de organoides y ya más de 30 instituciones los han alquilado.

Conjunto de neuronas listas para actuar como un ordenador FinalSparkFinalSpark

El uso de organoides, pequeños órganos creados en laboratorios, es cada vez más frecuente. Hay “mini-corazones” y también cerebros liliputenses cuyo objetivo es probar tratamientos y fármacos con mayor precisión. Pero ahora se ha dado un paso más allá y se están comenzando a alquilar estos minicerebros para que actúen como ordenadores más rápidos y eficientes en términos energéticos. Todo ello por un módico precio.

Desde los inicios de la informática, con ordenadores del tamaño de un cuarto, hasta los sistemas de inteligencia artificial, todos han dependido del mismo hardware basado en silicio, pero desde hace un tiempo los expertos en ciencias computacionales se han unido a neurocientíficos y biólogos para intentar crear ordenadores a partir de materia biológica viva.

Algunos investigadores del mundo académico y del sector comercial, recelosos de las crecientes demandas de almacenamiento de datos y energía de la IA, se están centrando en un campo en crecimiento conocido como bioinformática. Este enfoque utiliza la biología sintética, como los organoides, para crear la arquitectura informática del futuro. Entre los pioneros de la bioinformática se encuentra la empresa suiza FinalSpark, que a principios de este año estrenó Neuroplatform, una plataforma informática impulsada por organoides de cerebro humano, que los científicos pueden alquilar por Internet por menos de 500 euros al mes.

“Hasta donde yo sé, somos los únicos en el mundo que hacemos esto – explica el cofundador de FinalSpark, Fred Jordan -. Nuestro objetivo principal es desarrollar inteligencia artificial con 100.000 veces menos energía que la que se requiere actualmente para entrenar una IA generativa de última generación, como ChatGPT”.

Neuroplatform utiliza una serie de unidades de procesamiento que albergan cuatro organoides cerebrales esféricos cada una. Cada organoide de 0,5 milímetros de ancho está conectado a ocho electrodos que estimulan eléctricamente las neuronas dentro de la esfera. Esos electrodos también vinculan los organoides a las redes informáticas convencionales. Las neuronas se exponen selectivamente a dopamina (un neurotransmisor que produce bienestar) para imitar el sistema de recompensa natural del cerebro humano. Estas configuraciones gemelas (recompensas positivas con dopamina y estimulación eléctrica) entrenan a las neuronas de los organoides, impulsándolas a formar nuevas vías y conexiones de la misma manera que parece aprender un cerebro humano vivo.

Si se perfecciona, este entrenamiento podría permitir que los organoides imiten la IA basada en silicio y sirvan como unidades de procesamiento con funciones similares a las CPU (unidades centrales de procesamiento) y GPU (unidades de procesamiento gráfico) actuales.

Por ahora, los organoides y su comportamiento se transmiten en vivo las 24 horas del día para que los investigadores (y cualquier otra persona) los observen. “El desafío es encontrar la forma adecuada de lograr que las neuronas hagan lo que queremos que hagan”, añade Jordan.

Hasta la fecha, los equipos de investigación de 34 universidades han solicitado utilizar los bioordenadores de FinalSpark. El proyecto de cada una se centra en un aspecto diferente de la bioinformática, por ejemplo, la Universidad de Michigan, está investigando en los estímulos eléctricos y químicos necesarios para cambiar la actividad de los organoides, creando los componentes básicos de un lenguaje informático específico para organoides. Mientras tanto, los científicos de la Universidad Lancaster de Leipzig en Alemania están tratando de adaptar los organoides a diferentes modelos de aprendizaje de IA.

Pero, al contrario de lo que ocurre con las máquinas, los cerebros tienen una fecha de caducidad muy precisa: los organoides de FinalSpark solo sobreviven una media de unos 100 días, un avance enorme desde los inicios, que apenas contemplaban unas horas. Pero Jordan señala que Neuroplatform ha “agilizado su proceso interno de fabricación de organoides, y sus instalaciones albergan actualmente entre 2.000 y 3.000 de ellos. A disposición de científicos y curiosos.