Envejecimiento

Científicos descubren cómo el sistema inmunitario podría frenar el envejecimiento, pero sin “rejuvenecerlo”

La clave de la longevidad podría residir en unas células inmunitarias que, lejos de ser un síntoma de vejez, se acumulan con el tiempo para combatir el envejecimiento y son abundantes en las personas supercentenarias

Envejecimiento saludable
Envejecimiento saludableFreepik

La lucha contra el envejecimiento podría estar a punto de dar un giro de guion. Durante años, la ciencia ha perseguido la idea de «rejuvenecer» el sistema inmunitario para devolverlo a un estado juvenil, pero un nuevo descubrimiento sugiere una estrategia completamente distinta y mucho más sutil. La clave no sería revertir el tiempo, sino mantener un sistema inmunitario equilibrado y perfectamente funcional, adaptado a las exigencias de cada etapa de la vida.

De hecho, la respuesta parece encontrarse en un tipo muy concreto de linfocitos, los T colaboradores CD4. Estas células inmunitarias desempeñan una misión de limpieza fundamental en el organismo: son las encargadas de identificar y destruir las células senescentes. Se trata de células dañadas que, al dejar de dividirse, se acumulan en los tejidos y provocan una inflamación crónica de bajo grado, una de las causas directas de la fragilidad y de numerosas enfermedades asociadas a la edad.

Asimismo, la prueba más contundente de su importancia procede de los supercentenarios, aquellas personas que han superado los 110 años de vida. En ellos se ha observado una presencia notablemente alta de estos linfocitos T, lo que sugiere una conexión directa con su extraordinaria longevidad. Tal y como han publicado en SciTechDaily, los experimentos en ratones han confirmado esta hipótesis: una reducción de estas células acelera su envejecimiento y provoca una esperanza de vida más corta.

Del elixir de la juventud al carné de identidad inmunológico

En este sentido, los cambios que sufren estas células a lo largo de los años podrían convertirse en un indicador mucho más preciso que el calendario. Los investigadores proponen que su evolución podría servir como un marcador fiable para medir la edad biológica de una persona, permitiendo así distinguir el ritmo real de envejecimiento de cada individuo más allá de la fecha de su nacimiento.

Por todo ello, las implicaciones futuras son de una envergadura considerable. Se abre la puerta a monitorizar la salud inmunológica de las personas a partir de la treintena, evaluando el estado de sus linfocitos CD4. A largo plazo, estas células podrían ser la base para desarrollar nuevas herramientas de diagnóstico y terapias personalizadas, diseñadas no solo para promover una vejez más saludable, sino también para combatir de forma mucho más eficaz las dolencias que la acompañan.