Investigación
¿Cómo crea y recupera recuerdos el cerebro humano? Los científicos lo han descubierto
Un nuevo estudio revela cómo las células cerebrales reconfiguran sus conexiones para almacenar, vincular y preservar nuestras memorias más valiosas
Durante décadas, los científicos han intentado desentrañar uno de los misterios más fascinantes de la mente humana: ¿cómo logra el cerebro grabar y recuperar recuerdos sin borrar los anteriores? Y, ¿cómo integra nueva información sin colapsar lo aprendido?
Un equipo de investigadores del Trinity College de Dublín, liderado por el Dr. Tomás Ryan, ha dado un paso decisivo en esta dirección. Su estudio sugiere que la clave no está en una neurona solitaria que “guarda” una experiencia, sino en redes dinámicas de neuronas que se reconfiguran y se entrelazan entre sí para formar y actualizar la memoria.
Las células de engramas: guardianas del recuerdo
El concepto de “engrama”, esas neuronas especializadas que capturan y retienen recuerdos, ha tomado protagonismo en la neurociencia. Según explica la Dra. Clara Ortega-de San Luis, autora principal del estudio, estas células no solo almacenan información, sino que también son capaces de reorganizarse para vincular experiencias nuevas con otras pasadas.
Los investigadores etiquetaron genéticamente células engrama que se activaban durante un evento específico, y luego observaron cómo esas mismas células respondían a una segunda experiencia relacionada. Lo sorprendente fue comprobar que, al reactivar uno de los recuerdos, también se encendían las neuronas vinculadas al otro, como si ambos recuerdos estuvieran conectados entre bastidores.
La proteína que da forma al recuerdo
El estudio fue más allá al identificar un componente clave en este proceso, la proteína PSD-95, situada en las sinapsis, las uniones entre neuronas. Esta proteína actúa como una especie de “ancla molecular”, estabilizando las conexiones entre las células de engramas.
Cuando los científicos redujeron los niveles de PSD-95 en ciertas neuronas, observaron que los recuerdos almacenados allí se comportaban de forma inesperada. Algunos permanecían activos incluso cuando se intentaban desactivar, lo que sugiere que esta proteína influye directamente en la persistencia de la memoria.
Recordar sin olvidar: el delicado equilibrio del aprendizaje
Tradicionalmente se pensaba que aprender algo nuevo implicaba almacenar información en una región del cerebro, y que recordar consistía simplemente en acceder a esa zona. Pero los hallazgos del equipo irlandés apuntan a una dinámica mucho más compleja, el cerebro no sobreescribe lo viejo, sino que inserta lo nuevo entre las conexiones ya existentes.
Esto tiene implicaciones enormes, como permitir aprender constantemente, memorizar un nuevo camino o adaptar una receta, sin perder habilidades básicas ni recuerdos vitales. La clave estaría en modificar las conexiones, no en borrar y reemplazar.
Del aula a la terapia
Estos descubrimientos podrían revolucionar no solo el entendimiento de la memoria, sino también el tratamiento de trastornos neurológicos y psiquiátricos. Si se pudiera controlar cómo las células de engramas forman o debilitan sus enlaces, podríamos intervenir en recuerdos traumáticos, mejorar el aprendizaje o tratar la pérdida de memoria asociada al envejecimiento.
La optogenética , una técnica que permite activar o desactivar neuronas con luz, ya ha demostrado que es posible interferir directamente en estas conexiones. Aunque aún queda mucho por investigar, los resultados abren la puerta a terapias personalizadas basadas en la reconfiguración de las redes neuronales .
La memoria como red viva
El estudio del Trinity College se inscribe en una tendencia creciente en neurociencia: dejar de mirar neuronas aisladas y enfocarse en cómo se conectan en red. Gracias a herramientas genéticas avanzadas, ahora es posible rastrear cómo y dónde surgen estas conexiones, y qué papel juegan en nuestra capacidad para adaptarnos, recordar y aprender.
Lo que emerge es una imagen del cerebro como un sistema vivo, flexible, que construye y reconstruye sus propios mapas de significado. Y en ese tejido de conexiones, cada experiencia deja una huella que puede ser leída, modificada o ampliada.
Un futuro donde moldeamos nuestros recuerdos
Entender cómo se forman y se conservan los recuerdos no es solo un logro académico, es una gran promesa. Una promesa de que, algún día, podamos enseñar mejor, curar más eficazmente y ayudar a quienes luchan con los fantasmas del pasado. Gracias a la ciencia, cada vez estamos más cerca de saber no solo qué recordamos, sino cómo lo recordamos.