La contra
«El cuñadismo es un mal de nuestros días y un enemigo del aprendizaje»
Eduardo Sáenz de Cabezón Matemático, profesor y divulgador científico
En el plazo de pocas semanas ha salido a la calle su último libro, Invitación al aprendizaje, y vuelve a las pantallas Órbita Laika, el programa de divulgación de la ciencia de Televisión Española que presenta, que empieza su novena temporada y en la que llegará al número 100. Mientras continúa con su labor docente e investigadora en la Universidad de La Rioja, Sáenz de Cabezón hace un hueco para hablar de la que parece ser una de grandes aficiones: aprender. No pierde ni una ocasión de hacerlo, y con pasión, ni en la vida diaria ni en su trabajo.
¿Qué ha aprendido hoy?
Hoy he aprendido cosas técnicas de las matemáticas. Mi trabajo es, fundamentalmente, investigar. Y hoy he estado estudiando, en realidad cada día dedico un rato a estudiar, y trabajando en un concepto que se llama Álgebra de Rees. Pero también he aprendido un poco sobre cómo somos las personas en distintos ámbitos.
A ver, cómo eso.
Hablando con un enfermero de urgencias, me explicaba cómo de relevantes son los medios técnicos para su trabajo de enfermería de urgencias. Ese es un mundo absolutamente desconocido para mí, y esa conversación me ha permitido ver que las preocupaciones y ritmos de cada persona son muy distintos porque las vidas de unas personas pueden llegar a ser muy diferentes de las de otras y es algo que no nos podemos imaginar fácilmente. Conversar con quienes llevan una vida diferente de la tuya es una fuente de aprendizaje muy bonita y a mí me encanta.
Visto así, no es solo cuestión de estudiar.
¡Claro! Diría que es una de las piedras de toque que este libro mío puede tener: aprendemos todos y aprendemos continuamente. En principio, el libro está enfocado al aprendizaje de conocimiento, digamos académico. Pero, una de mis conclusiones es que todo aprendizaje es, finalmente, un aprendizaje de vida también. Aquello que sabemos, nos construye. Se puede decir que uno es la historia de sus propios aprendizajes. No se trata solo de los conocimientos que tenga, también cómo los ha adquirido, con quién se ha relacionado, con quién ha hablado o dejado de hablar, etc. Somos el resultado de la historia de nuestros aprendizajes.
Aprender, ¿depende más de la voluntad o de la capacidad?
En una parte importante, sí, depende de la estrategias, de las técnicas; y también influyen la voluntad, la disciplina, la planificación. Si detectamos nuestras capacidades y nos planificamos bien, somos prácticamente imparables. Pero, también es necesaria una curiosidad, un deseo de aprender, incluso una voracidad.
¿Cuáles son los enemigos del aprendizaje?
Sobre todo lo que nos acostumbre a la falta de curiosidad y a creer que ya sabemos algo y lo controlamos. A partir de ahí es muy difícil que nos pongamos a aprender, es creer que se sabe más de lo que se sabe, atreverse a opinar y a sentar cátedra.
El llamado cuñadismo, ¿quizá?
Sí. Una especie de soberbia unida a simplificación, de que las cosas son así de simples y yo las sé. Un mal quizá no solo de nuestros días, pero sí muy de nuestro tiempo. Que va asociado a querer entrar en una conversación no para aprender, sino para tener razón.
¿Cómo llega Órbita Laika, un programa de divulgación de la ciencia, a su novena temporada?
Se unen dos cosas: por un lado el placer del aprendizaje por parte de quien se sienta verlo, que se da cuenta de que disfruta aprendiendo ciencia. Y, por otra parte, porque contamos la ciencia de manera, por supuesto rigurosa, pero sin solemnidad y dando acceso a quien no tiene una formación previa. Incluso tampoco, quizá, un interés especial por la ciencia. Pero que se da cuenta de que tiene otra vía de disfrute y de enriquecimiento en la vida.
¿Cuál es el área con el que el público disfruta más?
La biología y las ciencias de la vida, es una, y todo lo que tenga que ver con el espacio, otra. Y mucha de la gente que ve el programa y me dice que la sección de química les gusta mucho. Aparte de porque el equipo es fenomenal, es que muchas cosas son como más trasladables a la vida cotidiana y la gente relaciona lo que ve en el programa con cosas del día a día.
Eso es un éxito del buen divulgador de la ciencia.
Es que nuestro papel no es demostrarle a nadie cuánto sabemos los científicos, sino ponernos en la piel del público y ser sus referentes. y decir ‘mira, vamos juntos de la mano en este viaje de la curiosidad. Se nos ocurrirán las mismas preguntas y yo las haré de tu parte’. Y, en mi caso concreto como conductor del programa, ser vehículo de transmisión de esa emoción que podemos sentir al hacer ciencia, al investigar y al contar lo último que se esté haciendo.
¿Usted también aprende mucho con el programa?
Muchísimo. Sobre televisión, sobre cómo son las personas, el público, a trabajar con un equipo humano grande y muy diverso. Es muy enriquecedor y un privilegio estar ahí. Diría que soy mejor persona por haber pasado por Órbita Laika.
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