Espacio
Esta luna de Júpiter es nuestra mejor apuesta para encontrar vida extraterrestre
Un nuevo estudio ha encontrado indicios de carbono en los océanos de agua líquida que se extienden bajo el hielo de Europa
Pocas cosas nos gustarían más que encontrar vida fuera de la Tierra, pero el universo es tan enorme y el tiempo tan vasto, que tal vez no lleguemos a hallarla nunca. Aunque hubiera miles de civilizaciones repartidas por el cosmos, la relatividad nos condena a ser prácticos y plantearnos si el contacto es plausible o si su planeta no nos “pilla de paso”. Sin embargo, lo curioso es que, si ahora tuviéramos que apostar por el lugar donde resultaría más previsible encontrar vida alienígena, no tendríamos que irnos muy lejos. A tan solo 628 millones de kilómetros se encuentra Europa, una luna muy especial que rodea a Júpiter cada 3 días y medio. Bajo su corteza helada hay océanos de agua líquida y, si los cálculos son correctos, podrían equivaler a la que habría en dos planetas como el nuestro. Con estos datos, Europa se presenta como un candidato muy prometedor, pero hay más.
Dos nuevos estudios han confirmado que en la superficie de Europa hay dióxido de carbono, una sustancia normalmente relacionada con procesos biológicos, y han descubierto que este carbono, de un modo o de otro, proviene de los océanos bajo la helada coraza de la luna. Antes de que lancemos las campanas al vuelo conviene recordar que este dióxido de carbono podría tener muchos orígenes y no todos implican la presencia de vida. Tal vez se trate de un proceso absolutamente inerte, más geológico que biológico. En cualquier caso, es otro detalle que refuerza la imagen de Europa como principal candidato para encontrar vida fuera de la Tierra.
Sesgo de proximidad
Puede parecer una coincidencia maravillosa que, en el inabarcable cosmos, la mejor opción para encontrar vida alienígena esté a unos pocos kilómetros de casa. Para que nos hagamos una idea, si fuéramos en línea recta a la velocidad que viaja un avión, tardaríamos solo 85 años en llegar a Europa. Si no fuera por todas las asistencias gravitatorias, una sonda como la Voyager podría llegar hasta allí en cuestión de 1 año y poco. De hecho, ya hemos enviado misiones espaciales hasta allí y la NASA tiene programado lanzar la próxima en octubre de 2024 con el principal propósito de descubrir si tiene las condiciones aptas para albergar vida. El truco, no obstante, es que conocemos nuestro vecindario mucho mejor que cualquier otro lugar del universo, por lo que, aunque haya otras lunas y planetas más compatibles con la vida, es en nuestro vecindario donde más hemos podido investigar.
Por suerte, cada vez tenemos mejores métodos para estudiar el universo más lejano y, curiosamente, el James Webb, uno de los telescopios espaciales más potentes en activo (y el más caro), capaz de escrutar el espacio profundo como nadie, ha sido el aparato que hemos empleado para cotillear a nuestra vecina Europa. Ha sido gracias a los datos recogidos por este telescopio que, por fin, los expertos han podido confirmar el origen de ese sospechoso carbono que parecía emanar de una región llamada Tara Regio, caótica y muy activa, con una superficie “revuelta” a través de la cual pueden haber emergido estas sustancias. Y, al menos, hasta aquí podemos estar seguros de la información, pero estas dos investigaciones dan pie a algunas especulaciones bastante razonables sobre el origen de estas sustancias.
¿Biomarcadores o casualidad?
Existen personas expertas en la búsqueda de vida extraterrestre, pero no hacen lo que solemos imaginar. No buscan patrones en los campos de cosecha ni figuras inexplicables en los bajorrelieves de una pirámide. Normalmente buscan sustancias químicas que sirvan como biomarcadores, esto es, indicadores de que allí donde se encuentren están ocurriendo procesos relacionados con la vida. Y, aunque no hay biomarcadores perfectos, hay algunos mejores que otros. En este caso, la presencia de dióxido de carbono no nos asegura que existan procesos biológicos en Europa, pero, al menos, nos dice que en esos océanos existen las piezas más fundamentales para la aparición de la vida. Y es que la química que nos sustenta (la química orgánica) se vertebra en torno al fabuloso carbono, un átomo muy dado a unirse con una gran cantidad de sustancias y formar compuestos realmente complejos.
La gran duda, entonces, no es si existe carbono, sino en qué forma se encuentra en los océanos. Una opción es que esté como dióxido de carbono, directamente, la otra es que se encuentre otras sustancias más complejas y que, debido a la radiación a la que se encuentra sometida la superficie de Europa, estos compuestos se descompusieran en otros más sencillos, ahora sí, como el dióxido de carbono. Estos dos estudios, por lo tanto, han dado un paso fundamental en la búsqueda de vida en el universo, aunque, como siempre, harán falta análisis más detallados para confirmar estas afirmaciones y, con suerte, aclarar cuál es la situación biológica de nuestra vecina Europa. Si es tal vez una yerma bola de hielo, o si bajo sus gruesas bóvedas de cristal se esconde un oasis cósmico.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Aunque Europa se encuentra fuera de la zona de habitabilidad de nuestra estrella (lo cual significa que no recibe suficiente energía solar como para mantener agua líquida), la fuerza gravitatoria del masivo y muy cercano Saturno calienta el interior de la luna mediante un proceso conocido como “calentamiento de mareas”.
REFENREICAS (MLA):
- Samantha K. Trumbo et al. “The distribution of CO2 on Europa indicates an internal source of carbon”. Science, 2023 https://www.science.org/doi/10.1126/science.adg4155
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