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Dinosaurios

Jurassic World no trae un renacer de la dinomanía, sino su posible extinción

La película está siendo un éxito, pero ha sustituido a los dinosaurios por monstruos y, tal vez, ya no haya marcha atrás

Un fotograma de "Jurassic World: el renacer" Imdb

¿Recuerdas 65? Posiblemente no, pero hablamos de la película de 2023 en la que Adam Driver aterriza en nuestro propio planeta, pero durante la era de los dinosaurios. Una survival movie que parecía tener todos los elementos para hacerse con la taquilla: astronautas, viajes en el tiempo, la estrella de moda, acción y, sobre todo, un tiranosaurio. Era una película a prueba de balas, blindada con una buena dosis de dinomanía y, sin embargo, solo recaudó 15 millones por encima de los 40 invertidos. ¿El motivo? Que 65era una abominación narrativa vestida con los efectos visuales de un telefilme alemán. La dinomanía no lo puede todo.

Hemos dado por hecho que hay algo esencialmente fascinante en los dinosaurios, pero son pocas las cosas “esenciales” de este mundo. Es posible que los reptiles ejerzan cierto magnetismo sobre nosotros, una atracción que explique las fantasías con dragones y las miríadas de niños obsesionados con los dinosaurios. Jordan Peterson no duda en recurrir al denostado psicoanálisis de Jung para afirmar que estas bestias son representaciones superlativas del arquetipo de “depredador”, con sus garras, dientes y una legendaria fiereza. Sea como fuere, es indudable que despiertan más interés que las musarañas o las ovejas. Pero… ¿tanta como creemos? Buena parte de la dinomanía nació en 1993, casi 170 años después de que descubriéramos al primer dinosaurio. Y, si nació hace tres décadas, eso significa que también puede morir. ¿Estamos viviendo el final de una era?

Parque Jurásico

En 1824 William Buckland presentó al megalosaurio en la Sociedad Geológica de Londres.Un dinosaurio que no recibiría su nombre hasta tres años después, por la pluma del legendario paleontólogo Gideon Mantell. Aquella criatura era real, no como los dientes de dragón y los cuernos de unicornio que cambiaban de manos en el mercado negro. El interés popular comenzó a crecer y, a finales del siglo XIX, se había convertido en todo un fenómeno sociológico bautizado como “la fiebre de los dinosaurios”. Así nació la Guerra de los Huesos, protagonizada por los Edward Cope y O.C. Marsh. En pocas décadas descubrieron más de 140 especies de dinosaurios en una carrera por la popularidad que ahora sería impensable para un paleontólogo. Sin embargo, la novedad dejó de serlo y, aunque se mantuvo cierto interés en los museos y en la literatura juvenil, se había perdido la dinomanía.

Fue en 1990 cuando la fiebre volvió a subir por culpa de un libro. Michael Crichton acababa de publicar Parque Jurásico y rápidamente se convirtió en un superventas. Aunque, como hemos dicho, Crichton no fue el primer escritor en jugar con los dinosaurios, Conan Doyle escribió “El mundo perdido” en 1912 y fue un éxito, pero Parque Jurásico alcanzó cotas insospechadas. Aparte de un maestro de los best Sellers, Crichton estaba genuinamente fascinado por los dinosaurios y lo supo transmitir. Su obsesión le llevó a contar con el asesoramiento de los mayores expertos en paleontología, plasmando en sus páginas una cultura científica con ecos de Julio Verne. Había tensión y dinosaurios antropófagos, pero los personajes no solo huían, se dejaban maravillar por aquellos animales arrebatados a la extinción.

El poder del cine

Cuando Steven Spielberg tomó el relevo con su adaptación de 1993, la dinomanía ya se estaba despertando, pero la gran pantalla la escaló, haciéndola más incluso vendible. Durante 127 minutos, los espectadores vieron dinosaurios más vivos que nunca y, lo que, es más: vieron paleontólogos. Alan Grant y Ellie Sattler no se convirtieron en aventureros mercenarios. Eran científicos. El cine no los hollywoodizó demasiado y a ello le debemos la era dorada de la paleontología.

A raíz de la película, las carreras relacionadas con los dinosaurios sufrieron un notable incremento de estudiantes tras el estreno de la película y algunos museos duplicaron sus visitantes. Toda una generación de niños y niñas pudo identificarse con los doctores Grant y Sattler, con su curiosidad y admiración por la naturaleza porque, entre las escenas de terroríficos raptores y tiranosaurios devorando gente, hubo metraje para enseñar una excavación real, el nacimiento de un dinosaurio, una clase acelerada de paleogenética y un triceratops que necesitaba ayuda. Seis secuelas cinematográficas, dos series de televisión, varios cómics e incontables videojuegos después, aquella fascinación por los dinosaurios es solo un recuerdo.

Una serie de catastróficas secuelas

Para ser justos, la deriva que nos trae hasta aquí empezó muy pronto en la franquicia. En la secuela que recibe el mismo nombre que la obra de Conan Doyle, (El mundo perdido) Crichton decide reflexionar sobre ética y sociología de la ciencia a través del matemático Ian Malcolm, que había sobrevivido al primer libro. La paleontología ya no juega un papel tan central y la fascinación se reduce. Decisiones que la adaptación cinematográfica mantuvo dando a luz una película mucho menos excepcional.

En la saga, aquel fue el último libro de Crichton y la última película dirigida por Spielberg, pero no el final de la historia. En 2001 se estrenó Jurassic Park III, una película donde los dinosaurios todavía eran los reyes, pero en la que ya no había científicos y el guion parecía haberse convertido en un storyboard con gente corriendo de aquí para allá. Laura Dern hacía una pequeña aparición al final reencarnando a Ellie Sattler, pero más como un guiño a los fans que como un compromiso con aquellos personajes a los que habían dado vida entre Crichton y Spielberg.

Jurassic World: Reextinción

Catorce años después, Hollywood lo volvió a intentar con Jurassic World, poniendo el segundo clavo en el ataúd de Crichton. Los dinosaurios ya no eran el gran atractivo de la película. El nuevo parque de atracciones se había quitado la máscara y reconocía que los dinosaurios originales no eran del todo rigurosos, que los habían adaptado para hacerlos más atractivos y que, puestos a jugar, había llegado la hora de crear verdaderos mutantes. Así nace el Indominus Rex, una abominación que, en 2018 se consolidaría con la segunda mutación de la saga: el Indoraptor.

Ahora, con Jurassic World: El renacer todavía en las salas de cine, hemos podido comprobar que las mutaciones están aquí para quedarse y ser, incluso, más deplorables que antes. Los mutadones ya han sustituido a los raptores y el diseño del D-Rex ni siquiera busca parecerse a un dinosaurio, sino mezclar tres monstruos icónicos de la historia del cine: el tiranosaurio de Parque Jurásico, el xenomorfo de Alien y el rancor de Star Wars.

Con tantos mutantes, el ataúd de Crichton ya está claveteado, pero no nos confundamos. La paleontología y los dinosaurios son trazas y parecen condenadas a desaparecer del todo. Pero si la franquicia quiere mutar como lo han hecho sus dinosaurios, no somos nadie para oponernos. Ese no es el motivo por el que las películas han perdido calidad. Sin embargo, son decisiones que tendrán un impacto en cómo percibimos a los dinosaurios y, tal vez, sean el asteroide social que ponga fin a esta era dorada de la paleontología. No cabe duda de que seguiremos viendo películas con dinosaurios, pero quién sabe cuánto tiempo pasará hasta que una nueva obra desextinga la dinomanía.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Michael Crichton era un enamorado de la ciencia y un escritor de superventas brillante, pero, para qué mentir: también le gustaba el dinero. Que no le entusiasmara la deriva que ha tomado su creación no quiere decir que se hubiera opuesto. A fin de cuentas, la franquicia ha seguido dando beneficios millonarios (mil millonarios en algunas películas). Recordemos que también fue autor, director y productor de la serie Urgencias y que, por muy licenciado en medicina que fuera Crichton, no le tembló mucho la pluma al escribir historias científicamente imposibles. Incluso en las novelas de Parque Jurásico dejó volar su imaginación con carnotauros con piel de camaleón, Procompsognathus con veneno y dilofosaurios de ponzoñosos escupitajos. Especulaba en los huecos que la paleontología dejaba, pero quién sabe si, con el cheque adecuado, la especulación hubiera desbordado esos huecos.

REFERENCIAS (MLA):

  • Manias, Christopher, editor. Palaeontology in Public: Popular Science, Lost Creatures and Deep Time. UCL Press, 21 Jan. 2025 chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://discovery.ucl.ac.uk/id/eprint/10203478/1/Palaeontology-in-Public.pdf