Dinosaurios

El descalabro científico de Jurassic World ha sido más doloroso que nunca

El cine no nos debe rigor, pero sí se lo debemos nosotros a una saga que nació informada por la ciencia

Scarlett Johansson lidera la misión más peligrosa del planeta en 'Jurassic World: Rebirth'
Scarlett Johansson enfrentándose a un Quetzalcoatlus en 'Jurassic World: Rebirth'Difoosion

La última de Jurassic World se ha superado. Nadie esperaba una obra maestra del cine porque aquello ya ocurrió en 1993 y, tras 32 años de secuelas y merchandising, la premisa está seca. Pero esto no es una crítica cinematográfica, no hablaremos de de lo poco aprovechado que está Mahershala Ali o de cómo Rupert Friend ha vuelto a lograr que lo trepidante parezca completamente anodino. Estamos aquí para analizar la ciencia de la película. Y, sí, por supuesto que la ficción no debe doblegarse ante las mordazas de la realidad, pero, como espectadores, esperamos que las licencias narrativas aporten algo al guion, que lo hagan más fascinante, evocador, atrapante… Virtudes de las que esta secuela carece y que, por lo tanto, nos invitan a exponer los principales “errores” científicos.

Por otro lado, Gareth Edwards nos ha traído un remake del remake del Parque Jurásico original. Una historia que calca buena parte de sus esquemas de la primera película de la saga. Él mismo parece querer homenajear la esencia de aquella adaptación del libro de Michael Crichton a la gran pantalla, pero, si lo que buscaba era un verdadero homenaje y no solo un fan servicie, es importante recordar que, para el escritor, el rigor científico era su sello de identidad. Crichton se atrevió a especular y se apartó de la evidencia científica cuando la historia lo requería, pero el grueso de sus libros trasluce una gran labor de documentación y una profunda cultura científica. Una vez más, el contexto vuelve pertinente que analicemos científicamente este filme, por mucha libertad de la que goce el séptimo arte.

Un poco de contexto

Sin caer en destripes, podemos decir que, en un mundo post Jurassic World, los dinosaurios que se escaparon del parque están muriendo y solo sobreviven en una estrecha franja en torno al ecuador, donde la temperatura, la humedad y el oxígeno son más parecidos a los del mesozoico (a pesar de que en el ecuador hay ligeramente menos oxígeno que en otras zonas del planeta). Así pues, una empresa farmacéutica se propone obtener muestras de “los tres dinosaurios más grandes”, uno de tierra, otro de agua y otro de aire (como si fueran las misiones de un videojuego). Su intención es aprender cómo funciona el corazón de estas descomunales bestias para desarrollar un fármaco capaz de enfrentarse a las temibles enfermedades cardiovasculares que nos asolan.

Para ello, la empresa farmacéutica contrata a un grupo de mercenarios y a un paleontólogo cuyo museo ya no interesa porque… en fin, ¿quién quiere ver huesos de dinosaurios cuando hay dinosaurios vagando por las calles? Y, por supuesto, las muestras las tomarán en persona, porque viven en un mundo con tecnología sofisticadísima capaz de desextinguir dinosaurios, pero donde los drones son ciencia ficción. Dicho esto, y obviando que con una única muestra de una especie no se puede obtener información relevante y que haría falta mucho más que sangre para analizar sus corazones, podemos afirmar que los fallos son más groseros. Tampoco criticaremos la falta de plumas en algunos dinosaurios, la cola imposible del titanosaurio, el tamaño absolutamente desproporcionado de algunas especies, la falta de labios del tiranosaurio, sus sonidos, ni otras fantasías anatómicas. Porque, aunque no respondan a lo que creemos saber sobre estos animales, la franquicia ya ha aclarado que los especímenes han sido modificados genéticamente, haciéndolos más espectaculares para su parque de atracciones.

No son dinosaurios

El principal problema de la película llega mucho antes que todo esto, cuando el paleontólogo indica que deben tomar muestras de los tres dinosaurios más grandes. Y es que, de los tres que enumera, tan solo uno de ellos es un dinosaurio (el “Titanosaurus”, un saurópodo o “dinosaurio de cuello largo”, para entendernos). Los otros dos son un reptil marino conocido como “Mosasaurus” y un reptil volador (o pterosaurio) llamado Quetzalcoatlus. Son reptiles gigantes que vivieron en la era de los dinosaurios, sí, pero un raptor está mucho más emparentado con una gallina que con estos animales. Puede parecer algo menor, pero es una de las batallas más icónicas que libran los paleontólogos contra los medios de comunicación: no todos los grandes reptiles mesozoicos son dinosaurios.

Sí, pero…

El otro gran error científico de la película tiene que ver con el comportamiento. A pesar de que la franquicia ha recalcado en numerosas ocasiones que los dinosaurios de InGen no son verdaderos dinosaurios y que no podemos esperar que sean anatómicamente correctos, han querido marcarse un tanto con el Spinosaurus. Durante los últimos años, los paleontólogos han descubierto que aquel dinosaurio que plantó cara al tiranosaurio en Isla Sorna en 2001, durante la tercera película de la saga, tenía un aspecto mucho menos aterrador. La vela era más larga, con una cresta menos redondeada, sus patas traseras eran más cortas, posiblemente caminara con las cuatro extremidades, su cola estaba modificada para actuar como una especie de aleta y su densidad ósea le permitiría pasar buena parte de su vida en el agua.

El renacer ha querido actualizar al Spinosaurus como hizo con los raptores de su tercera película, que exhibieron plumas por primera y última vez en la saga. Sin embargo, nos muestran Spinosaurus en alta mar, cazando en manada, saltando como delfines y atacando como tiburones. Los mismos estudios que actualizaron nuestro conocimiento sobre su aspecto indicaban que estaban adaptados para aguas someras y, sobre todo, para pescar desde la orilla, hundiendo el morro para atrapar grandes peces. De hecho, los investigadores han acuñado el apodo de “garza del infierno” (no confundir con Ceratosuchops inferodios otro espinosaurido cuyo nombre significa “cocodrilo cornudo con cara de garza infernal”). ¿Era necesario esta actualización a medias que por un lado se acerca tanto al rigor como se aleja por otro? Posiblemente no, sobre todo viendo que no les tiembla el pulso al crear dinosaurios mutantes como el D-Rex o los horrendos mutadones.

Por lo demás, la película transcurre entre referencias a la filmografía de Spielberg dentro y fuera de la saga, alguna que otra broma racista, personajes que más que describir arcos se teletransportan de una personalidad a otra y dinosaurios absolutamente sedientos de sangre humana. ¿Qué puede fallar? Pues por desgracia, nada, porque la saga que crió fama en los años 90 puede permitirse echarse a dormir sin que eso afecte demasiado a la taquilla, aunque traicione el espíritu con el que nació.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Es cierto que, desde la primera película de Parque Jurásico, vemos un dilofosaurio demasiado pequeño con una gorguera que nunca tuvo y la inaudita habilidad de escupir veneno. Se trata de una especulación bastante gratuita, pero razonable para la época. Por otro lado, los famosos velociraptores no son tal, sino Deinonychus, pero no está claro a qué se debe el error. Algunas fuentes sugieren que Greg Paul, uno de los paleontólogos que informaron a Crichton, consideraba que se podían considerar como una especie de Velociraptores. Otras indican que se confundió y atribuyó una garra de Achillobator a Velociraptor mongoliensis. Es un error central, sin duda, pero a pesar de su esfuerzo por mantener el rigor y habiéndolo logrado en incontables detalles.

REFERENCIAS (MLA):

  • Myhrvold NP, Baumgart SL, Vidal D, Fish FE, Henderson DM, Saitta ET, et al. (2024) Diving dinosaurs? Caveats on the use of bone compactness and pFDA for inferring lifestyle. PLoS ONE 19(3): e0298957. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0298957
  • Lovegrove, Jack, Paul Upchurch, y Paul M. Barrett. “Untangling the Tree or Unravelling the Consensus? Recent Developments in the Quest to Resolve the Broad‑Scale Relationships within Dinosauria.” Journal of Systematic Palaeontology, vol.22, no.1, 5Jun.2024, pp., doi:10.1080/14772019.2024.2345333.