Astronomía

Miles de asteroides con la capacidad de destruir un planeta se ocultan detrás del Sol

De noche son invisibles y durante el día los científicos apenas cuentan con una “ventana” de 30 minutos para intentar detectarlos.

Desde la Tierra hay un punto ciego que mantiene ocultos miles de asteroides
Desde la Tierra hay un punto ciego que mantiene ocultos miles de asteroidesNASA/JPLNASA/JPL

Veinte metros, apenas el tamaño de un autobús escolar. Ese era el tamaño del objeto que se estrelló, la mañana del 15 de febrero de 2013, en la ciudad rusa de Chelyabinsk, Rusia. Apenas 20 metros que liberaron 30 veces más energía que la bomba que destruyó Hiroshima, aunque explotó a unos 20 kilómetros de altura. Pese a ello, destrozó ventanas en más de 7.000 edificios, provocó quemaduras instantáneas por rayos ultravioleta e hirió a más de 1.600 personas. Nadie lo vio venir. ¿El motivo? Se ocultaba detrás del Sol, al igual que otros miles que aún no conocemos.

Por lo que sabemos hasta la fecha, la explosión de Chelyabinsk constituye el objeto espacial natural más grande que ha entrado en la atmósfera de la Tierra en más de 100 años. Sin embargo, ningún observatorio en la Tierra lo vio venir. Al llegar desde la dirección del Sol, la roca permaneció oculta en nuestro mayor punto ciego, hasta que fue demasiado tarde.

Por suerte, este tipo de eventos son poco comunes: según la Agencia Espacial Europea (ESA) cada 50 a 100 años. Y si se trata de objetos de mayor tamaño, la frecuencia es aún menor. Hasta la fecha, los astrónomos han cartografiado las órbitas de más de 33.000 asteroides cercanos a la Tierra y han descubierto que ninguno plantea riesgo de chocar contra nuestro planeta durante al menos el próximo siglo.

El problema es calcular el riesgo de los asteroides que no se puede ver y, de acuerdo con la NASA, estamos hablando de unos 14.000 en total. Esto incluye aquellos que tienen “apenas” 20 metros de diámetro y otros que sobrepasan el kilómetro y que se conocen como “asesinos de planeta”.

Este nombre surgió a partir de un estudio, publicado en 2022, por un equipo liderado por Scott Sheppard, del Instituto Carnegie para la Ciencia. En él se describe el hallazgo de uno de estos objetos oscurecido por el Sol. El equipo de Sheppard estaba buscando asteroides cerca de Venus, cuando descubrieron 2022 AP7, un gigante de 1,5 km de ancho.

La pregunta lógica es por qué con la cantidad de telescopios que tenemos en el espacio y en la Tierra, resulta tan difícil detectar estos objetos ocultos por el Sol. La realidad es que plantean un desafío único para los astrónomos. La mayoría de los telescopios espaciales miran hacia el lado nocturno del planeta, para evitar tanto el resplandor solar como los daños por radiación. Mientras tanto, los telescopios terrestres enfrentan restricciones aún mayores y solo pueden observar lo que ocurre detrás del Sol al amanecer o al atardecer, cuando menos brilla. Una vez que el Sol alcanza esta posición fugaz, los telescopios terrestres tienen menos de 30 minutos para estudiar el área cerca del borde del Sol antes de que se hunda en el horizonte y desaparezca de la vista por completo.

Durante esta breve ventana, los telescopios terrestres tienen el desafío adicional de mirar directamente a través de la atmósfera de la Tierra, que parece más espesa cerca del horizonte y hace que la luz de los objetos distantes parpadee y se difunda. Los gases de la atmósfera también absorben muchas longitudes de onda de luz infrarroja: la radiación térmica que utilizan los astrónomos para detectar algunos de los objetos más débiles y fríos del universo.

Obviamente, no se trata de un escenario ideal para detectar objetos oscuros, lejanos y que se mueven a miles de kilómetros por hora. La respuesta podría llegar de telescopios espaciales, que orbitan cientos de kilómetros sobre la Tierra y están libres de los efectos distorsionadores de la atmósfera del planeta.

Actualmente, hay dos naves espaciales previstas que deberían ayudar a reducir significativamente los peligros de la zona ciega solar: el NEO Surveyor de la NASA, cuyo lanzamiento está actualmente previsto para 2027, y el NEOMIR de la ESA, que aún se encuentra en su fase inicial de planificación y no se lanzará antes de 2030.