Química
¿Por qué nos limpia el jabón si se hace con grasa?
Limpiar aceite con agua es un verdadero suplicio y el motivo es completamente químico
Los historiadores creen que el jabón se inventó hace, al menos, 4000 años. Conservamos algunas tablillas de aquel entonces y, en una de ellas, se enumeran los ingredientes y los pasos para obtener jabón a partir de potasio, resinas, sal y, por supuesto, aceite. No todo el mundo sabe que el jabón es, en gran medida, grasa. Esa sustancia capaz de eliminar las grasas allí donde estén es otra grasa y eso puede confundirnos. ¿Por qué no podemos limpiar el aceite con un buen chorro de agua? El agua es un gran disolvente, de hecho, los químicos le llaman “el disolvente universal”. Lo lógico, al menos en nuestro ideario popular, es que pudiera deshacerse de cualquier película de grasa. Usar jabón es algo así como combatir al fuego con fuego… y funciona.
Por suerte, la ciencia tiene muy claro cómo funcionan los jabones. No hay magia, no hay cuestiones esotéricas, hay química y una palabra un tanto extraña: anfipático. Ella es la clave que explica el poder de los jabones. Aunque, para comprenderlo, tenemos que empezar un poco antes, explicando la diferencia entre los disolventes polares y los apolares, porque no todos son iguales y cada uno tiene una utilidad.
Polar o no polar
Los disolventes polares tienen facilidad para disolver sustancias polares. Hasta aquí no hay grandes sorpresas, es lo que todos podíamos haber deducido a partir de su nombre. Ahora bien. ¿Qué es una sustancia polar? Las moléculas lo conforman todo están, a su vez, hechas de átomos y, cuando se combinan, no todos los átomos tienen la misma carga eléctrica. Algunos ceden electrones, volviéndose relativamente positivos. Otros los captan, negativizándose y esto significa que algunas moléculas tendrán partes de su estructura más negativas y otras más positivas. Esa diferencia de carga eléctrica es lo que significa ser polar. Por ejemplo, cuando se junta un átomo de oxígeno y otro de hidrógeno, el de hidrógeno se vuelve algo más positivo y el de oxígeno un poco más negativo, por lo que compuestos como el OH son polares y, al agua, que está formada por un átomo de hidrógeno y dos de oxígeno, le pasa algo similar.
Así pues, los disolventes polares son buenos disolviendo sustancias igualmente polares y, los apolares, serán aquellos cuyas moléculas no tienen regiones de diferente carga eléctrica y, por lo tanto, disolverán bien las sustancias no polares. Un caso de sustancia no polar es el aceite y ese es el motivo por el que el aceite y el agua no se mezclan, se rechazan, intentan estar separados y, por lo tanto, un chorro de agua tendrá dificultades arrastrando pequeñas gotas de aceite de una superficie. Para eliminarlo necesitaremos un truco diferente y ahí es donde aparece la dichosa palabra: anfipático.
Lo mejor de ambos mundos
Las moléculas de jabón tienen una propiedad muy interesante. Uno de sus extremos se ve atraída por el agua y, el otro se siente repelida por ella. Eso significa que el jabón es soluble tanto en agua como en aceite. Lo único que tienen que hacer las moléculas es disponerse de tal modo que la parte que siente atracción por el agua quede orientada hacia ella y se envuelvan en una especie de esfera, escondiendo en su interior las partes hidrofóbicas (que así se conoce a las que no se mezclan con el agua). Eso es lo que implica ser anfipático. Por lo tanto, cuando ponemos jabón en nuestras manos llenas de grasa, lo que está ocurriendo es que estas moléculas anfipáticas se disponen como una manta de pelo sobre el aceite, colocando el extremo hidrofóbico pegado al aceite y el hidrofílico pegado al agua. Cuando llega el agua, ahora sí es capaz de arrastrar algunas moléculas de jabón a las cuales está pegada parte de la grasa. Así, poco a poco, tal vez con varios enjabonados, logramos retirar todo el aceite.
Ese es el truco, el motivo por el que la grasa es capaz de disolver grasa. Y, lo mejor de todo, es que podemos comprobarlo con facilidad en nuestras casas. En el proceso hay algún paso ligeramente peligroso, ya que la sosa es altamente corrosiva y hay que manipular líquidos a altas temperaturas, pero con las medidas de seguridad pertinentes podemos hacer nuestro propio jabón y aprovechar las grasas que, en ningún caso, deberíamos tirar por el fregadero. Así que, bienvenida sea la química, que nos enseña por qué, por mucha agua que nos echemos en las manos, la grasa seguirá ahí, adherida con fuerza a nuestra piel.
QUE NO TE LA CUELEN:
- No todos los jabones son iguales. Algunos son más agresivos que otros para nuestra piel, y los motivos pueden ser varios. Hay pieles especialmente grasas y otras secas. Esto se debe a las glándulas presentes en la propia piel y a que no hay dos personas iguales. Las pieles grasas y las secas tendrán diferentes problemas y, por lo tanto, el jabón actuará de manera diferente sobre ellas. La piel seca se secará todavía más ante un jabón normal y, la piel grasa, puede ver estimulada la producción de ese sebo si lo estamos retirando constantemente de forma agresiva. El jabón es fantástico, no necesita defensa alguna, pero eso no significa que debamos vivir enjabonados, lavándonos el cuerpo entero varias veces al día con jabones agresivos. Porque, a veces, “más limpio” no significa “más sano”.
REFERENCIAS (MLA):
- PAC, 1972, 31, 577 Manual of Symbols and Terminology for Physicochemical Quantities and Units, Appendix II: Definitions, Terminology and Symbols in Colloid and Surface Chemistry)
- Vinupriya Sakkaravarthi. History of soap. Scientific Scholar on behalf of CosmoDerma. 2022. 10.25259/CSDM_152_2022
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