
Percepción
¿Por qué el tiempo parece pasar más rápido a medida que envejecemos? Un nuevo estudio lo explica
Para muchos, los años parecen haberse desvanecido en un parpadeo, una percepción que parece intensificarse con la edad
El paso del tiempo es un fenómeno universal, pero su percepción es profundamente personal y fascinantemente subjetiva. Para un niño, las vacaciones de verano pueden sentirse como una era interminable. En contraste, un adulto puede notar cómo las semanas, los meses e incluso los años se escurren entre los dedos con una rapidez inquietante.
Esta aparente aceleración del tiempo no es una simple ilusión ni un capricho de la imaginación; es un reflejo de cómo nuestro cerebro procesa las experiencias y almacena los recuerdos a medida que envejecemos.
La conexión entre tiempo, memoria y perspectiva
La profesora Cindy Lustig, especialista en psicología en la Universidad de Michigan, explica que la percepción del tiempo está íntimamente ligada a la memoria y la perspectiva. Lustig señala que la experiencia del tiempo puede variar dependiendo de si se vive en el presente o se reflexiona sobre él en retrospectiva. Esto sugiere que la sensación de que el tiempo pasa más rápido tiende a surgir, sobre todo, al observarlo desde la perspectiva de la memoria.
El arquitecto del tiempo subjetivo
La memoria desempeña un papel esencial en nuestra relación con el tiempo. Para los niños, cada día está lleno de primeras veces; aprender a andar en bicicleta, descubrir un nuevo juego o visitar un lugar desconocido. Estas experiencias generan recuerdos frescos y vibrantes, lo que hace que el tiempo parezca más lento y sustancioso. Para un niño de ocho años, una semana representa un capítulo significativo de su corta historia de vida.
En cambio, para un adulto mayor, una semana puede ser solo un grano en la vasta playa de su experiencia. A medida que envejecemos, los días tienden a volverse más predecibles, y las experiencias novedosas son menos frecuentes. La memoria, entonces, comienza a comprimir los momentos repetitivos en un mosaico borroso, lo que amplifica la sensación de que el tiempo "vuela".
Lustig destaca que esta diferencia está profundamente influenciada por la riqueza y diversidad de los recuerdos que formamos. Cuando tus días se llenan de experiencias rutinarias y repetitivas, el tiempo parecerá pasar más rápido. Aunque las rutinas son fundamentales para la organización de la vida, también son el enemigo silencioso de una percepción más pausada del tiempo.
Los dos rostros del tiempo
La monotonía tiene un efecto peculiar en la forma en que el cerebro consolida los recuerdos. Los días que transcurren entre horarios rígidos y tareas predecibles tienden a diluirse en un flujo indistinto. Por el contrario, las experiencias nuevas y emocionantes dejan una marca indeleble en la memoria, lo que da la impresión de que el tiempo se expande cuando lo miramos en retrospectiva.
Este fenómeno explica por qué los años de la infancia, con su constante desfile de descubrimientos y primeras veces, parecen tan prolongados. En la adultez, cuando los días tienden a girar en torno a rutinas establecidas, el tiempo adopta la apariencia de un tren de alta velocidad que no se detiene.
¿Es posible “ralentizar” el tiempo?
Aunque detener el reloj es un sueño imposible, modificar nuestra percepción del tiempo está, en cierta medida, al alcance de todos. Los expertos sugieren que la clave está en incorporar novedad y variedad a nuestra vida cotidiana. Desde aprender una habilidad completamente nueva hasta viajar a lugares desconocidos o simplemente cambiar pequeños hábitos diarios, estas acciones pueden aportar mayor densidad a nuestros recuerdos y, con ello, ralentizar la percepción del paso del tiempo.
Vivir con intención y prestar atención plena a los momentos presentes también puede marcar la diferencia. Las pequeñas pausas para apreciar el ahora tienen el poder de estirar la sensación de tiempo, permitiéndonos disfrutar con más profundidad de la vida.
Al final, aunque el tiempo es una constante inmutable, nuestra percepción de él no lo es. La verdadera magia está en nuestras manos.
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