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“En las zonas sin árboles, la pérdida de suelo y acuíferos es enorme”, señala una experta en resistencia a la sequía

Rosana López Rodríguez, doctora en Ingeniería de Montes y profesora titular de la Universidad Politécnica de Madrid, advierte sobre los peligros de la sequía que afecta a España

Coag advierte de la sequía invernal que ahoga los cultivos de Murcia
El paisaje de bosques cambiará a matorrales en muchas regiones.Coag

Habitualmente, cuando se habla de sequía, nos centramos en las lluvias y los recursos hídricos del país. Pero hay otros factores que pueden inclinar la balanza de modo decisivo. Y uno de ellos son los bosques: los árboles tienen un peso fundamental a la hora de enfrentarse a las sequías.

Vamos por ejemplos. Los bosques actúan como filtros que evitan que la contaminación llegue a los ríos, evitando que la lluvia erosione el suelo y se lleva partículas nocivas a cuerpos de agua. Esto significa que en las regiones que se están perdiendo bosques, el agua disponible es más turbia y los cauces menos profundos y eficaces en la conducción de caudales. En el lado opuesto tenemos las zonas con bosques que facilitan la depuración y alargan la vida de los embalses. El agua y los bosques comparten un ciclo.

“En las últimas décadas – nos explica en conversación telefónica Rosana López Rodríguez , doctora en Ingeniería de Montes y profesora titular de la Universidad Politécnica de Madrid -, a los eventos extremos, como las olas de calor de años pasados, se le unen la falta de lluvia y las altas temperaturas. Al aumentar la temperatura se produce una demanda evaporativa, lo que llamamos sequía climática: la atmósfera está muy seca, demanda mucha más agua de los árboles y estos pierden más agua. En olas de calor hay un estrés térmico que está estimulado por la falta de lluvias”.

En este ciclo, acelerado por el cambio climático, los bosques influyen en el agua y viceversa. Tanto que según datos de la Red Europea de Seguimiento de Daños de los Bosques, el 24% de los árboles de España muestran una pérdida masiva de hojas. Esto reduce la cantidad de CO₂ que fijan y dificulta su capacidad para prevenir la erosión de suelo. Algo que termina cambiando el paisaje. Un]]  de la Agencia Estatal de Meteorología, señala que en seis décadas un área equivalente a la superficie de Cataluña pasó de ser catalogada como subhúmeda seca a semiárida.

En general, las especies mediterráneas están mejor adaptadas a las sequías – afirma esta experta en Resistencia a la sequía y Mecanismos de adaptación -. Pero ahora se están dando efectos de sequía extremos y más frecuentes. Las especies que más sufren son aquellas que miden en su límite de distribución, sea por altura o latitud. Los bosques cambian, en algunos sitios tal vez el bosque desaparezca y se produzca una matorralización como sucede en el sur. Quedarán las especies que se puedan adaptar lo suficientemente rápido, pero las especies más longevas tienen un ritmo de adaptación más lento. No van a desaparecer, pero sí van a estar en riesgo. Vamos a tener ecosistemas distintos, la pregunta es cuán distintos queremos que sean”. Y la respuesta es que serán muy distintos si no se hace algo [[LINK:EXTERNO" target="_blank">https://www.fao.org/espana/noticias/detail/fr/c/1172396/|||: un informe de Naciones Unidas señala que un 26% de las plantas y animales de los bosques de España se encuentra en estado crítico.

“El monte no se perderá – tranquiliza López Rodríguez -, pero será distinto y también lo será la biodiversidad asociada. Una opción es reemplazar especies por aquellas que estén más adaptadas a la sequía, pero eso es algo que no se puede hacer de manera sencilla. No se trata de los árboles, también de los animales y hasta del suelo. Y esto afecta a los ríos”.

La degradación del suelo, de acuerdo con un estudio publicado por el CSIC, afecta hasta a un tercio del territorio español. En estas zonas es muy difícil, casi imposible, una regeneración forestal espontánea, y una regeneración asistida es demasiado costosa.

López Rodríguez coincide: “Muchas de las masas forestales españolas están poco gestionadas. Así nos encontramos con bosques con densidades muy altas en los que los fenómenos de mortalidad se vean más afectados porque no tienen muchos recursos para gestionarse. Se mueren los ejemplares adultos y la regeneración es muy lenta, no hay árboles nuevos. El mayor desafío al que nos enfrentamos es que trabajamos con árboles y eso es algo a largo plazo. No se le ha dado la importancia que tiene la gestión forestal”.

La relación entre bosques y sequía o masas forestales y recursos hídricos, es una que se potencia. Menos bosques significa una mayor erosión, una menor calidad de agua y suelos menos fértiles. Y todo esto dificulta la regeneración de los bosques, ampliando el impacto de esta relación simbiótica.

“Ahora mismo, los bosques, junto a los océanos, son los mayores polos de fijación de carbono, tanto en las hojas como en las raíces – concluye López Rodríguez -. También son importantes los microclimas que se crean en las ciudades por el arbolado urbano debido a la captación de CO₂ y también de contaminantes. En las zonas donde hay poco arbolado las perdidas de suelo y de acuíferos es enorme”.