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Crítica de “El traidor”: el rey ladrón

Fotograma de "El traidor"
Fotograma de "El traidor"larazonLa Razón

Dirección: Marco Bellocchio. Guión: M. Bellocchio, L. Rampoldi. Intérpretes: Pierfrancesco Favino, Luigi LoCascio, Fausto Russo. Italia, 2019. Duración: 145 minutos. Drama.

¡Qué gran programa doble el de «El traidor» y «El irlandés»! Ambas hablan de cómo la individualidad se enfrenta, de modos diametralmente opuestos, a un sistema normativo que no acepta disonancias entre sus filas, y colocan a sus protagonistas en una situación que pone en crisis sus conciencias morales, debatiéndose entre su instinto de supervivencia y sus deberes afectivos. Tanto Bellocchio como Scorsese aprovechan las biografías de sus respectivos personajes para repasar los vínculos de los conglomerados criminales a los que pertenecen con la Historia y la política del siglo XX. Al final, sus filmes no pueden ser otra cosa que sendas meditaciones sobre el paso del tiempo, la soledad y la inminencia de la muerte.

Cuando Bellocchio decía que Tomasso Buscetta, el primer arrepentido de la Cosa Nostra, que permitió con sus confesiones el arresto y enjuiciamiento de 475 miembros de la mafia italiana, no era ningún valiente, parecía estar hablando del Frank Sheeran de «El irlandés». Lo primero que hace Buscetta, en una de esas fiestas siniestras, tan embebidas de poder venenoso, es escapar al Brasil en busca de una nueva vida, dejando atrás a su familia. Si Sheeran traiciona a su mejor amigo, Jimmy Hoffa, es por costumbre, y tal vez por una cultura del miedo que él ha contribuido en alimentar. Son personajes paradójicos, que viven en una permanente contradicción: Buscetta es un corrupto que lucha contra la corrupción sistémica del Estado, que llega a salpicar al mismísimo primer ministro Giulio Andreotti, y que, con el rostro, entre primitivo y conmovedor, como de ogro herido, de un espléndido Pierfrancesco Cavino, se convierte en imagen corporativa de esa honestidad con doble fondo, redimida pero menos, de los pecadores que mienten en el confesionario.

«El traidor» carece del tono crepuscular de «El irlandés». Es una película inusualmente ceñida a los hechos viniendo de Bellocchio, que siempre tiende a una suerte de abstracción histórica. Es seca y eficaz como un thriller procedimental, está narrada como un informe policial, exenta de florituras, y se muestra especialmente afortunada en las escenas de juicio, sobre todo en la que enfrenta a Buscetta con Pippo Carò, en el que confiaba para proteger a sus dos hijos durante su exilio brasileño y que le traicionó sin pensárselo dos veces. Encontramos en ella el aliento del cine político italiano de los 60 y la visión panorámica de un relato épico, centrado en un solo antihéroe del que parece imposible apartar la vista, un santo-diablo que, cual lagartija, se escurre por las grietas de la Historia aun a sabiendas de que perderá la cola. Porque le volverá a crecer.