Coronavirus

Conductor de la EMT: “El primer día no te daban ni los buenos días”

Conforme avanza el estado de alarma hay menos tráfico y menos viajeros

Tercera jornada en estado de alarma por el coronavirus
Un cartel en la puerta delantera de un autobus de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de Valencia avisa de que no se venden billetes sencillos y que los viajeros tienen que acceder al vehículo por la puerta trasera con lo que se busca reducir el contacto de su personal de conducción con las personas usuarias como medida de prevención de la transmisión del coronavirus.Manuel BruqueAgencia EFE

Emilio Gómez conduce un autobús de la línea 71 de la EMT de Valencia y recuerda que el primer fin de semana de estado de alarma por el coronavirus, los viajeros ya cumplían las medidas exigidas aunque lamenta que parecían “estar de luto” porque “no daban ni los buenos días”.

Con 50 años, dos hijos de 10 y 18 y casado con Rocío, conductora de una empresa privada afectada por un ERTE, reconoce a EFE que lo que más echa de menos en el confinamiento es "poder abrazar y besuquear" a sus padres y practicar su gran pasión, el ciclismo, para "perderse y desconectar" al aire libre.

Recuerda que antes de hacerse efectivo el estado de alarma, aunque se "rumoreaba", la empresa ya informó a los usuarios de que los billetes no se podrían pagar con dinero en efectivo, que había que subir por las puertas traseras y se prohibía "acercarse al conductor", como medidas para evitar el contagio.

"Yo trabajé el domingo de ese fin de semana -el 15 de marzo- y no subió nadie con dinero, la gente cumplía las medidas y se notó bastante el bajón de pasajeros. Me sabía mal porque parecía que estábamos de luto, la gente ni te daba los buenos días", relata; desde entonces, cada día se ha ido viendo "menos gente y menos tráfico".

Con el transcurso del estado de alarma se reforzó la desinfección y limpieza de los vehículos, se marcaron los asientos que no se podían utilizar para reducir el aforo y se delimitó con cintas la zona del conductor, aunque ahora "han instalado unas láminas de plástico que aíslan más".

Emilio cuenta que la empresa les proporcionó gel y toallitas y muchos compañeros llevan guantes y mascarilla, pero su uso queda a "libre elección".

"Yo no llevo porque considero que llevar guantes y máscara durante una jornada de siete horas como la mía no tiene mucho sentido -defiende-, porque ya tenemos las medidas de aislamiento del pasaje", y explica que él lleva jabón hidroalcohólico y un espray con "alcohol rebajado con agua y aloe vera".

Aunque sabe que la empresa desinfecta, él pulveriza con este espray el habitáculo del conductor y se "lava mucho para tener las manos siempre limpias" porque es "inevitable" en su profesión "llevarte la mano a la cara, tocarte la nariz, la oreja; son actos reflejos y ahora te das cuenta, es horrible".

Y cuando llega después de trabajar a casa, una vivienda de tres alturas, se desviste fuera, zapatos incluidos, para dejarlo todo "directamente a lavar, y de ahí a la ducha".

Asegura que en casa, ni su mujer ni su hijo Héctor, de 10 años, "han salido a la calle desde el 13 de marzo" y su primogénito, Alejandro, lo hace "un rato por las mañanas" para trabajar llevando la logística de una empresa de transporte.

Emilio aprovecha sus salidas para hacer la compra de casa y la de un vecino de 90 años y se turna con sus hermanos para comprarles a sus padres, aunque deja "las bolsas en el rellano sin verlos" cuando antes los veía cada dos día, señala para recordar, apenado, que en breve será el cumpleaños de su madre y el suyo y solo podrán telefonearse.

Pero en casa se han organizado "bastante bien el tiempo", con ratos para hacer las tareas del colegio de forma telemática y otros para el ocio con juegos como el parchís, la oca, el "scrabble" o el Cluedo, que ahora han desempolvado.

Cuenta que ya tenían una disciplina de limpieza e higiene porque tienen mascotas y explica que algunos padres del curso de su hijo menor les han abierto cuentas de Skype "para que hablen entre ellos".

"También nos gustan las películas", añade, y buscan otras formas de diversión como la tableta, aunque "poco" porque sus hijos "no son mucho de videojuegos".

Lo que no pueden hacer es coger la bicicleta, ni él como aficionado ni su hijo mayor como deportista que compite a nivel nacional y que no pudo ir a una competición al País Vasco que iba a celebrarse el fin de semana en que se decretó el estado de alarma.

“Nos apañamos con el rodillo y él hace otros ejercicios y estiramientos. Su vida era trabajar, la novia y tres o cuatro horas de bici al día, y ahora se estaba sacando el carné de conducir y le quedaba poco para examinarse; no sabemos cuándo lo podrá retomar”, concluye.