Comunidad Valenciana
El tardeo como tabla de salvación
En esta etapa de zarandeos y vaivenes normativos a la que son sometidos los bares y restaurantes el tardeo puede suponer una bocanada
En este momento que es más verdad que nunca el peligro del hundimiento de cierta restauración devorada por las limitaciones que provoca la pandemia, nuestro protagonista, el tardeo, puede suponer un auxilio. En esta etapa por la que atravesamos de zarandeos y vaivenes a la que son sometidos los aforos de restaurantes, terrazas y salones, el tardeo puede suponer una bocanada. La llegada de un cambio obligado hostelero no sucede de manera repentina, sino que su consolidación se produce, de una forma constante, con la asunción de cambios horarios.
La vida gastrónoma tiene momentos decisivos, esos que hasta ninguna pandemia puede borrar. Todos sabemos cuáles son los nuestros. El apostolado de esta cíclica costumbre, (im)predecible, marca y camufla la prolongación de sobremesas mientras se fusiona por necesidad, como solución de continuidad, con los actos previos a la temprana cena para recogerse mientras las agujas del reloj marcan la cuenta atrás del epílogo de la jornada antes que el confinamiento perimetral llame a la puerta.
La hostelería debe crear fuerzas junto a los acantilados jurídicos a los que se enfrentan los establecimientos ante el trascendental coronavirus. El tardeo puede trazar un nuevo espacio hostelero integrador en el que caben todos los tiempos. La descomunal cintura de la restauración puede permitir su desarrollo al totalizar todos los horarios que impone la situación actual.
Buscamos el refugio del icónico tardeo en terrazas limitadas para arropar la escapada gastrónoma donde se exprimen los tiempos gourmet en busca de tapas singulares y vinos distintivos que desembocan en hábitos reconocidos. Más que sensaciones hay evidencias, el personal apura hasta el último minuto el trago. Es un clamor puede ser el penúltimo, aunque por el momento las evidencias y circunstancias que se viven en la Comunitat Valenciana, por fortuna, mantienen la evidente resistencia al cierre del sector hostelero.
La fuerza de los acontecimientos, como rito de iniciación de varias generaciones al tardeo, no rehúyen el bautizo comensal. Algunos restauradores que veían el tardeo con mansa resignación y sordo enfado, en tiempos primigenios, ahora respiran aliviados por los beneficios del espíritu de esta moda ya consolidada. El tardeo se ha convertido en una conquista cotidiana y minuciosa que enlaza las sobremesas.
Debemos luchar por mantener la serialización de los tiempos hosteleros. Ahora que tanto vivimos de hacer ruido de la evidente crisis de la restauración, la consolidación del tardeo puede ser un antídoto preciso, aunque sea coyuntural, para aliviar la hostelería en las distancias cortas. Sorprende la facilidad con que las martingalas gustativas y el maridaje se ínstala en el día a día de la hostelería para tomar apariencia de realidad incuestionable. Sobre el tardeo llueve un derrame de especulaciones. De costumbre inédita a hábito de gran militancia, en continuo crecimiento, que sirve de contrapeso a la actual situación.
Un caudal de clientes apuran ya el tardeo vital en las terrazas. De la interacción de estos nuevos hábitos surge el bien común hostelero. No entender que, pase lo que pase, las cosas ya han cambiado es no entender nada, o muy poco. El tardeo ya no es una moda hostelera de interinidad, tiene capacidad propia de atracción cotidiana con un sentimiento refractario.
Aunque el big bang hostelero es intermitente, actualmente, a medida que el universo del tardeo se expande surgen mentideros donde la sobremesa del vino, cava y el gin tonic también se vuelve infinita. Entendido como semilla de futuro y hábito sin artificios. Más que razones hay sensaciones que pueden demostrar su consolidación para exprimir los horarios impuestos como imán comensal a las puertas del pulso navideño. No lo duden. El tardeo como tabla de salvación.
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