Gastronomía

Nacidos para almorzar

Todo empieza durante las mañanas mientras apatrullan la ciudad como la más prosaica de las normalidades en busca del inaplazable almuerzo

Hay algo más rico que almorzar entre amigos, separados a la distancia, y aprovechar los rayos del sol que se filtran entre las nubes invernales
Hay algo más rico que almorzar entre amigos, separados a la distancia, y aprovechar los rayos del sol que se filtran entre las nubes invernalesLa RazónLa Razón

Que si, que aún estamos en febrero y hasta el mes de marzo… quién sabe, nos recuerdan. El arranque de la semana es de frotarse los ojos, nos tiene reservada la mejor de las noticias y marca todo lo demás. Porque en las previsiones, no había a priori un almuerzo agendado. Pero esto es esmorzaret y, de vez en cuando, surgen las sorpresas.

Todo empieza durante las mañanas, sin cuentas pendientes ni rebeldía por la situación atípica del cierre de los bares, apatrullan la ciudad como la más prosaica de las normalidades mientras se dirigen en busca de inaplazable almuerzo. Con una restauración asfixiada por las limitaciones del solo para llevar, su comportamiento nos transmite que lo importante no es la rutina sino el oficio para conseguir almorzar.

Estos trotadores del callejero barista, con la sabiduría sosegada, encuentran la conciliación entre el bar y el parque. No renuncian a los envidos y órdagos del posible almuerzo cuando el vivir te pone la ocasión a huevo. Se rebelan contra los pronósticos que lanzan el lema que no es posible almorzar y siempre, créanme cumplen las normas. No es cuestión de jugársela para contarlo.

Hay algo más rico, nos preguntan, qué almorzar entre amigos, separados a la distancia, y aprovechar los rayos del sol que se filtran entre las inciertas nubes invernales mientras apuramos el bocadillo en buena compañía. Ni el viento, ni el frío, ni la amenaza de lluvia les impide disfrutar de una agradable velada matutina y sin reserva obligada, me apuntan entre risas.

Sentarse a almorzar, o de pie, ya no volverá a ser lo mismo por el momento. Las pistas de lugares no se agotan mientras las plazas y parques se convierten en un prodigio de hospitalidad con el hallazgo de afectos culinarios en el bar más cercano que se corresponde con el banco que nos auspicia.

Estos incondicionales matutinos que nos saben de fechas y nunca fallan abrazan cualquier oportunidad. Sin pensar en el añorado mañana, con las barras y los restaurantes abiertos, solo viven el presente del almuerzo para llevar. Con sus discretas puestas en escena en plena calle no dejen indiferente a nadie.

Hay algo más rico que almorzar entre amigos, separados a la distancia, y aprovechar los rayos del sol que se filtran entre las nubes invernales
Hay algo más rico que almorzar entre amigos, separados a la distancia, y aprovechar los rayos del sol que se filtran entre las nubes invernalesLa RazónLa Razón

Tras convivir la semana pasada con estos maestros del «nouvelle esmorzaret» sabemos que caben muchas historias entre paseos y aceras generosas salpicadas de bancos y mesetas accidentales.

Cuando uno inicia este viaje matutino inexcusable, de duración limitada, sabe que le conduce a un único destino, la satisfacción. Que el trayecto sea mejor o peor, provechoso o infeliz depende en no poca medida de nosotros al respetar las normas impuestas.

Aunque viven en primera persona o de manera cercana los fatalismos e infortunios de sus bares y restaurantes de cabecera y son críticos con la inacción de las administraciones, como estoicos gastrónomos aplican su particular manual, para soportar la triste situación hay que aceptar lo inevitable y luchar como activistas por el posible almuerzo.

Hoy hubiera sido imposible escribir de nada que no sea de la vida de estos conjurados gastrónomos y de su difícil experiencia vagando en busca del almuerzo. Su virtud es no perder la calma, no renunciar a su hoja de ruta, no desesperarse. Una hora da para mucho mientras se vienen arriba al probar el penúltimo «cremaet» doblemente añejado.

Se vienen arriba al probar el penúltimo cremaet doblemente añejado
Se vienen arriba al probar el penúltimo cremaet doblemente añejadoLa RazónLa Razón

Ortega y Gasset decía que la felicidad es la vida dedicada a ocupaciones para las cuales cada hombre tiene una singular vocación. Pues eso es esta cotidianidad que nos traslada hacia el venerado almuerzo a mesa puesta en los bancos de piedra del parque de proximidad.

A tenor de los indicadores vividos, declaraciones y estimaciones, no nos atrevemos a vaticinar por dónde irán las tendencias durante las próximas semanas. Que tengan un buen día, en San Valentín, almuerzos mil…continuará.