Un año de pandemia
«El confinamiento redujo la comisión de delitos y nos pudimos dedicar a vigilar desde el aire»
El comandante Moncholí, piloto del helicóptero de la Policía Nacional, revisa el trabajo de su unidad en el año de pandemia
Lleva la chupa de cuero propia de los aviadores cubriendo el mono que lo identifica como piloto de la Policía Nacional. De aspecto imponente por su envergadura pero afable desde el primer momento, el comandante Onofre Moncholí, recibe a LA RAZÓN en el hangar que la Policía y la Guardia Civil comparten en el antiguo cuartel de Aviación, en Manises.
Los dos helicópteros, iguales pero distintos, reposan ahora bajo techo: «esta noche tenemos vuelo». Mientras, Antonio, un agente joven, operador de cámara y piloto de dron, revisa los motores del EC135 para que todo vaya bien.
Moncholí repasa el año de pandemia y cómo cambió el trabajo de su unidad. El primer cambio, la compañía: «ya no vuela nadie con nosotros. Somos una unidad de apoyo, estamos al servicio de los compañeros de la judicial o la unidad que nos necesite y, muchas veces, un compañero de esa unidad volaba con nosotros para ver desde el aire exactamente lo que necesitan. Ahora ya no. Nosotros salimos solos y grabamos todo lo que nos piden, y si no es exactamente lo que los compañeros necesitan, pues volvemos a salir y volvemos a grabar».
El helicóptero de la Policía tiene capacidad para cinco personas, pero «ahora solo volamos tres, los dos pilotos y el operador de cámara»; y el casco y los auriculares no eximen de la mascarilla en un habitáculo donde es imposible guardar el metro y medio de prevención. De hecho, la zona de la tripulación no es mucho más amplia que un monovolumen grande.
Moncholí recuerda bien el confinamiento «duro», cuando los vuelos del helicóptero se hicieron populares por reconvenir a la gente que se concentraba en la azoteas o las que se aglomeraban en el cauce del Turia. Su equipo de megafonía se escuchaba en media ciudad.
La imagen del helicóptero aterrizando en la playa de Tavernes para multar a un ciudadano que hacía caso omiso de las indicaciones de los agentes también dio la vuelta a España.
«Durante el confinamiento se redujo mucho la comisión de delitos, por eso pudimos controlarlo desde el aire, el resto de servicios se redujeron muchísimo». De todas formas, recuerda esos meses como duros: «tuvimos que doblar turnos, y trabajar todos los fines de semana. Yo trataba de incentivar a los compañeros, pero aquí hay poco que dar. Menos mal que la mayoría son jóvenes y con una entrega impresionante. Ellos sabían que eran necesarios, que la situación era excepcional y que España los necesitaba».
Moncholí muestra orgulloso el sistema Siglo: «solo lo tenemos nosotros y Madrid». El sistema Siglo controla cualquier dron que se alce en cualquier punto de la geografía valenciana sobre todo en el área restringida que engloba la capital y el entorno del aeropuerto, principalmente. Mucha gente no sabe que no se pueden volar drones en cualquier sitio.
«Los drones nos están ayudando muchísimo en nuestro trabajo. Ahora, en vez de sacar el helicóptero que es muy difícil de esconder, elevamos un dron y hacemos seguimientos o grabaciones de imágenes exactamente igual. Ha sido un alivio porque ahora muchas operaciones se hacen con drones». Actualmente, hay drones de la Policía en Valencia y en Alicante, dado que esta última, es una de las provincias más conflictivas de España en lo que a delincuencia se refiere.
Los drones, al igual que el helicóptero, también han colaborado en los cierres perimetrales de las ciudades, vigilando desde el aire que todo fuera bien en los controles policiales.
«El otro día reforzamos con el dron el control del cierre perimetral de la ciudad de Valencia en la fuente de los Anzuelos, y vimos como un coche daba la vuelta antes de llegar y salía corriendo. Avisamos a los compañeros y un zeta los interceptó, eran delincuentes comunes».
De momento, la unidad ya no tiene más servicios relacionados con la situación de la pandemia. La apertura de las ciudades perimetradas ha hecho que cese la vigilancia de las mismas desde el aire, «pero si tenemos que volver a hacerlo, no hay problema».
El helicóptero de la Policía Nacional, un Eurocopter 135, está equipado con una potente cámara que «desde muy alto le ves los pelos del bigote al fulano que estés vigilando». Además, próximamente, llegará una cámara aún mejor que incorpora infrarrojos y que puede localizar fuentes de calor «lo cual es muy importante por ejemplo, para descubrir plantaciones de marihuana».
La incorporación reciente de una agente especialista en montaje de vídeo hace que la unidad preserve absolutamente la Ley de Protección de Datos y borre o distorsione las imágenes que no tengan que ver con la investigación en curso.
Mientras el comandante sigue mostrando la unidad, un par de agentes salen a una misión con un dron en un coche camuflado.
La actividad no para y las tareas de organización impiden a Moncholí alzar el vuelo tanto como quisiera: «me he quedado casi para los fines de semana».
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