Medio Ambiente

Columbretes, la isla volcánica con más enigmas del Mediterráneo

La última erupción se produjo hace 300.000 años y el volcán se da por extinguido, aunque podría despertar

Vista de las islas Columbretes, situadas a 50 kilómetros de la costa de Castellón
Vista de las islas Columbretes, situadas a 50 kilómetros de la costa de CastellónLa RazónLa Razón

L’ Illa Grossa, la Ferrera, la Foradada y el Carallot: Columbretes. A poco más de 50 kilómetros de la costa de Castellón se alza el archipiélago con más enigmas del Mediterráneo. Piratas, contrabandistas, náufragos y fareros imprimieron su huella en este tesoro natural que completa, junto a las Canarias, la lista de islas de origen volcánico en España.

«Debajo de Columbretes hay un campo volcánico de 40 por 60 kilómetros. Las montañas que salen de él son las Columbretes», explica Eva Mestre. Esta ingeniera agrónoma por la Universitat Jaume I (UJI) de Castellón y por la Politécnica de Valencia (UPV) fue de 2003 a 2014 técnico y monitora medioambiental en Columbretes, Parque Natural y reserva marina donde están limitadas las visitas y en el que solo unos cuantos pueden presumir de haber disfrutado de su paisaje en primavera o de haber temblado con las tormentas de una noche de verano. La protección recibida la convierten en un lugar único donde se han registrado especies que solo se desarrollan en ella.

Mestre confiesa que es una enamorada de estas islas que estudió de manera minuciosa para elaborar su tesis. «Las erupciones más antiguas que se conocen datan de hace un millón de años y en Illa Grossa ha habido al menos cuatro erupciones a lo largo del tiempo. La más reciente es de hace 300.000 años por eso, se supone que es un volcán extinguido, pero eso no quiere decir que se despierte».

La vista área de Illa Grossa, la más grande de todas y la única habitada, permite ver desde el cielo cómo se forman varias circunferencias que hacen pensar que «el centro del volcán se ha ido desplazando». También es muy singular el Carallot conformada con una chimenea volcánica. Las islas son como si estuviesen vivas, tienen su manera de hablar contigo, de expresarse, y a lo mejor es el origen volcánico lo que les da ese carácter singular y extraño. Esos colores negros que tiene parte de la roca... la otra parte marrón con las bombas volcánicas negras incrustadas. Además de bonito genera una área muy fértil».

El faro de L' Illa Grossa supone un seguro para los barcos
El faro de L' Illa Grossa supone un seguro para los barcosLa RazónLa Razón

Mestre formó parte del equipo de técnicos que pasan 15 días seguidos en las islas con no más de cuatro personas como compañía, en medio del mar Mediterráneo. «Nunca he pensado que pudiese entrar en erupción. Los tiempos geológicos son muy lentos. No soy experta en esta materia, pero desde que el volcán pudiera dar signos de despertarse hasta que pasara algo podrían pasar 50.000 años. Hay cosas más sobrecogedoras cuando duermes allí, como las tormentas. Si no hay luna llena, la única luz que hay es la del faro y cada relámpago ilumina toda la isla. A veces, cuando hay temporales fuertes se canalizan de tal manera dentro de la bahía que llegan a saltar la isla por la parte central».

Mestre ha desmenuzado la isla en su tesis doctoral y posteriormente amplió otros aspectos históricos para elaborar el libro «Islas Columbretes. Treinta años después. Nuevas contribuciones al conocimiento de su medio natural e historia humana». También ha participado en el documental Aïllats, la memoria de Columbretes.

 

El estudio ha servido para recopilar datos del clima de la isla que sirven como marcador del cambio climático. Mestre recopiló los archivos en papel que anotaban los fareros, los únicos habitantes «legales» de Columbretes y que vivieron allí desde 1857 hasta 1975, cuando se automatizó el faro de L’ Illa Grossa. «Nos encontramos 28.000 datos sobre el clima y esto nos permitió hacer un estudio más a largo plazo de la evolución del clima. Llegamos a la conclusión de que las temperaturas medias (18,41 grados) aumentan, pero porque lo que suben son las mínimas».

Pero sin lugar a dudas, uno de los aspectos que más interés despiertan son las historias de aquellos a los que se le encomendó la tarea de fareros. «No era un destino muy solicitado. Ocurrieron muchas penurias. Hay registradas historias de naufragios, de hambrunas, de muertes...», explica Mestre, quien ha logrado documentar el nacimiento de la primera en Columbretes en 1862, Mariana Miranda Coca. «Su madre se puso de parto a los pocos días de llegar a vivir allí. Después se fueron a tierra y la bautizaron en la iglesia del Cabanyal de Valencia. Gracias a eso no les pilló una epidemia de sarampión por la que habían muerto dos hermanos ese mismo año». Para ellos, hijos del farero José Hierro, se construyó un cementerio que todavía hoy despierta el interés de los visitantes más curiosos de estas islas.