Gastronomía
El Rearme cervecero estival
La cotidianidad de la cerveza rubia nos anuncia turbiamente su tiranía consolidada frente a la tostada y negra
La ocasión estival no puede ser más propicia para hablar de la cerveza tras disfrutar de varios encuentros locales. Al boyante consumo estival se une la efervescencia de las cifras confirmadas. Con el verano en fase de hiperventilación, en pleno julio, el consumo de la gran rubia se vuelve a poner al galope tendido, sin excusas mayores.
Bebida universal que todos manejan con oportunismo calculado: rubia, tostada, negra y, cuidado, artesana. La cerveza vuelve a alcanzar cumbres insólitas de consumo este próximo verano. Sin duda, hay una política hostelera activa de rearme cervecero. No es nada descabellado analizar en qué medida ésta funcionará como catalizadora de encuentros universales.
La última concordia de la levadura emocional, marcas arriba o abajo, está clara. Un paseo delimitado por las barras recuperadas y las supuestamente adelgazantes terrazas nos permite comprobar cómo los valientes clientes proponen de manera natural su investidura universal. La deseada rubia vertebra la hostelería y acelera la restauración habitual, dispone de mayoría absoluta, corto, caña, jarra, etc, amén del control gustativo de clientes resignados y apostados ante El Salvador….tirador.
Los designios del mundo cervecero son inescrutables, aunque está todo bien repartido. La caña de cerveza que ha sido el rostro verdadero, el más distribuido de la restauración de los inicios de los últimos años, vuelve a serlo. A nuestra heredera al trono de la restauración cotidiana la historia hostelera no le ha hecho justicia, mientras recorre todas las barras y acepta que la expriman, sin incidencias al paso.
Las clásicas retratan con una clarividencia inusual el triunfo de la cerveza real. Más allá de forzados paralelismos, la llamada nueva hostelería patria pretende una misión (im)posible: acabar con el bipartidismo desigual, rubia, tostada, o las demás. Mientras el resto de cervezas artesanas, tostada incluida, nos anuncian turbiamente la próxima tiranía, incluida la que toque, frente a la nerviosa malta negra.
Aunque estarán de acuerdo, quizás es indiscutible, que a veces, cuando le decimos a la protagonista rubia, a la cerveza se le dice a la vez alegría. Por eso ya es hora de que las cañas bien tiradas conquisten la secuencia cervecera hostelera. Los rostros de los clientes son un reflejo de la expresión de la espuma emocional, y no al revés. El trato a la cerveza tiene malas prácticas, a veces manos nerviosas y muñecas lentas que agudizan las imperfecciones ante los inocentes tiradores. Sempre fidelis.
Su consumo diario no debe privarnos de brindarle suficiente lecho gustativo. La ausencia del tiraje correcto y natural de la cerveza es propiciado, a veces, por el estado de distracción del servicio de bares. Algunos locales no abundan en esta contradicción. Instalaciones modélicas y servicio con chispa donde el tiraje de la rubia tiene una naturaleza litúrgica y ceremonial que nos remite a un ámbito necesario para mantener su calidad y sabor.
Un compañero de fatigas cerveceras nos dice que ha retomado su consumo. El entorno de Carlos Manuel, apodado el «El Emperador» en homenaje, al emperador Carlos V, quien viajaba siempre acompañado de varios barriles y su barriga cervecera, nos invita a recorrer, bares y establecimientos, en busca de la caña perfecta.
Nuestro amigo, sin perder el humor, se desempeña ante la jarra con la misma profesionalidad que con la caña. Ha tardado más de 300 días, en saborear de nuevo el aroma de malta y el nuevo recuerdo que tenía de lúpulo emocional. Ya es libre tras superar una enfermedad, pero con tantas cicatrices gustativas que no sabe si podrá rehacer su adicción cervecera.
Hay ciertos temas que tememos plantear. Son asuntos pendientes. Rubia, negra, tostada o artesana, quién da más. Lo cierto es que aunque no siempre se aplica el dicho popular de hablando se entiende la gente, hoy sí visualizamos el vínculo universal con la cerveza, donde todos coinciden: todas las cervezas tienen su momento adecuado.
Nada del universo de la cerveza nos es ajeno, por lo que también confesamos que también tenemos un gusto «offshore», que para eso el mundo de la cerveza nos ha dotado de paraísos cerveceros, en forma de pub universal, como una suerte de «Valhalla» para consumidores recurrentes.
Se impone hacer inventario tras las apariencias vividas y asomarnos a lo que toca vivir. La cerveza es capaz de hacer hablar a paladares que siempre han estado callados, como un desfibrilador sumiller previo a cualquier comida y un himno a la sensibilidad cervecera.
Como un concierto de música de cámara donde todos los participantes escenifican el buen gusto al unísono…..una cerveza por favor, ya está en marcha, sin condiciones de espuma a las puertas del rearme cervecero estival.
✕
Accede a tu cuenta para comentar