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La fotografía actual

DANA eterna: sin casas, sin garajes, sin refugio

Medio año después, la normalidad en la zona cero es una utopía: ascensores por arreglar, viviendas derruidas y coches en la calle

Asociaciones de víctimas de la dana y movimientos sociales celebran una concentración frente a una de las sedes del congreso del PP Europeo Biel AlinoEFE

A simple vista, uno camina por Aldaia y Massanassa y no ve nada grave. Ahora, si uno se para y se fija, todavía quedan restos de la tragedia: el polvo que ensucia coches nuevos con matrículas que empiezan por la M, persianas bajadas de negocios de barrio y solares vacíos donde antes había hogares. Ayer, 29 de abril, se cumplieron seis meses de la tragedia de la DANA y para miles de personas no hay normalidad. Uno de los que todavía sufre la realidad en sus carnes es Adonay Rivera. Seis meses después, sigue sin casa ni negocio. «Yo no sabía que tenía este grado de paciencia», suspira.

Este joven de 30 años tiene su casa en una planta baja en Aldaia y cuatro días antes de la DANA acababa de abrir su primer negocio en el mismo municipio frente al barranco de la Saleta. La riada arrasó su casa al completo, que quedó diáfana, y también su local, con el suelo levantado.

En diciembre, cuando LA RAZÓN fue a visitarle por primera vez, esperaba poder reabrir en poco tiempo, pero la espera se ha ido haciendo interminable. Adonay tardó meses en recibir la indemnización del Consorcio y tras ello vino el siguiente problema: la falta de mano de obra y el incumplimiento de plazos con los materiales han retrasado todo. «Te tienes que pelear con la gente, no se cumplen los plazos, te dicen dentro de dos semanas y es un mes y medio. Al final, si te enfadas, aunque no quieras, te acaban haciendo algo de caso», resopla.

A ello se ha unido uno de los problemas más frecuentes: las humedades que han aparecido meses después. «Me pusieron el suelo y se hinchó», explica el joven autónomo, que pasa doce horas en su barbería intentando reabrir cuanto antes.

Como él, el 30 por ciento de los comercios no ha reabierto todavía, y la cifra aumenta hasta el 40 por ciento si pensamos en negocios minoristas, según recogió el último informe de abril de Cámara de Comercio de Valencia.

Adonay espera poder volver a su casa a mitad de mayo, cuando le han dicho que estará lista la cocina. «Lo estoy deseando yo y mis padres», ríe el joven.

Volver a la normalidad en casa

Como él, miles de personas siguen viviendo en casas de familiares. En total, 1.138 familias se han beneficiado de la ayuda de 800 euros para el alquiler que ha ofrecido el Gobierno valenciano, pero la Generalitat Valenciana no cuenta con un censo de cuánta gente sigue sin estar en su hogar, al estar muchos acogidos por familiares.

Es el caso de Rosa García, cuya vivienda en una planta baja en Massanassa quedó arrasada. Ella sigue viviendo en casa de su tía octogenaria con su marido y sus dos hijos mientras prosiguen las obras, que, aunque van «bien», todavía queda trabajo por hacer. «No creo que podamos volver hasta el verano», explica.

En el edificio de enfrente vive Yolanda Escusol con su familia. Ellos no tuvieron que desalojar al vivir en un tercer piso, pero estuvieron cuatro meses sin agua caliente y todavía a día de hoy no saben «nada de nada» sobre cuándo vendrán a arreglar el ascensor de su bloque. Ascencoval, la patronal valenciana de ascensores, calcula que todavía hay 3.000 ascensores por reparar de los diez mil que se vieron afectados.

Aparcar, un rompecabezas

Seis meses después, otro de los grandes problemas es aparcar. La Generalitat todavía debe inspeccionar 461 garajes de los 885 que se vieron inundados para comprobar su seguridad, por lo que estacionar es un rompecabezas.

«La gente aparca en plazas peatonales, en parques para niños. Los garajes no están listos y las calles tampoco, la mía ha estado un mes que no he podido aparcar porque estaban en obras en las tuberías con bombas de agua para vaciar alcantarillas», esgrime Kevin, un vecino de Massanassa, que explica que además otro problema viene con los coches nuevos.

«Muchos son SUV y donde antes cabían tres ahora uno, porque encima no quieren que se lo rasquen y aparcan ancho», asegura el vecino, que dice que en pocos meses ha tenido que limpiar más su coche que el anterior que se llevó el agua. «Hay mucha suciedad. Conforme van arreglando van ensuciando las calles», dice.