Gastronomía
La primavera «gourmet» de los menús del día
Habituales en las sobremesas, algunos justifican su reputación de forma particular por el goce garantizado
Es muy útil distinguir los menús del día protagonizados por un «yo» cocinero y los de un «ego» gastrónomo. Los primeros cuentan simplemente lo que hay y lo que se percibe mientras que los segundos narran cosas internas o subconscientes de los platos presentados. En este caso es imprescindible el maridaje de ambas actitudes.
Nos convocan cotidianamente bajo un cartel de menú, donde las expectativas y las realidades se equilibran desde el primer plato probado como fidelísimo reflejo del restaurante o gastro bar. Llevamos todo el día a la espera, consumiendo las horas en el calendario del día para alcanzar la sobremesa donde miles de paladares privados agobiados por el tiempo gastronómico se juntan en un espacio ideal acotado por todo tipo de gustos, circunstancias y porqués.
La apuesta inicial de estos menús de día, pero cuidadamente gastronómicos, tiene una clara recompensa donde la calidad comparece. Los acreditados muestran su riqueza culinaria, su densidad gastrónoma un tanto envolvente que reafirma su carácter e identidad propia.
Toca explorar un pequeño rato o dejarse aconsejar, no deben faltar las palabras para describir estos menús comprometidos con la calidad «gourmet» que huyen de la rutina cortoplacista y del pensamiento gourmet «estos se lo comen todo». Estas propuestas nos evitan, a veces, un trabajo ingente y minucioso de observar la carta donde esos platos ya aparecen mientras una larga línea invisible nos conduce hacia su elección. Estos menús nos dejarán, en un futuro cercano, su potencial, camino de una loable redondez culinaria. En la naturaleza de estos menús el instinto lo gobierna todo. Sobran las palabras.
La conversación durante la elección del menú no tiende a distraernos de lo urgente, pero sí, puntualmente, a enfangarnos en debates comparativos entre los diferentes restaurantes para terminar en una encuesta anónima que tiene un claro denominador, la devoción.
Gastrónomos de menú académico y dotes acreditadas comienzan a enumerar y entrelazar valoraciones descriptivas y juicios semánticos sobre menús del día probados, mientras disfrutan de la singularidad de la tertulia donde se manifiesta la lealtad por este tipo de oferta en su restaurante de cabecera.
Aunque no hace falta aleccionarlos, la mayoría de los presentes atesoran una acreditada querencia hacia determinados menús.
Pueden ser designados en un mismo idioma con vocablos distintos, es algo fácilmente comprobable, pero no todos comparten la misma partitura culinaria.
La puesta en escena y el desempeño gastronómico de algunos resulta notable, llegan a las sobremesas sin hacer mucho ruido, con la ilusión de aportar satisfacción y recibir el reconocimiento general. La garantía de su éxito, sin duda, se basa en su equilibrio. Los préstamos entre la gastronomía y ciertos menús tienen doble dirección.
Al final, mientras algunos hacen gala de un conocimiento responsable respecto a cómo funcionan este tipo de oferta, que son una selección de la carta, otros exponen con vehemencia los clichés más sobados y vacíos del catecismo del menú diario clásico.
Por supuesto, los clientes y seres gastrónomos son falibles y ninguno de ellos está a salvo de despistarse y cometer un error. Pero algunos de los menús probados resultan que tienen un seguro garantizado. No son una apuesta obligada que se diluye en el magma relativista de cierta restauración.
En los menús recordados siempre hay un momento en el que los deseos de unos y los gustos de otros coinciden con la opinión de la mayoría. Aunque algunos por la «gastromeritocracia» reinante el éxito les ha llegado de manera tardía, la primavera «gourmet» de los menús del día comienza a calentarse.
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