Cultura
Los “talentos fugados” de la danza vuelven a Valencia
Dieciséis bailarines valencianos con una extensa carrera internacional bailarán en La Rambleta el próximo 28 de julio
El jueves 28 de julio se celebrará en La Rambleta la I Gala de Danza Internacional de Valencia, que reunirá a dieciséis bailarines valencianos que desarrollan su carrera internacionalmente. La iniciativa, según han declarado a este medio fuentes de la organización, pretende “dar a conocer algunos de los grandes talentos de la danza valenciana al público de aquí, que injustamente los desconoce porque trabajan fuera”.
“El arte no puede ser localista, y el objetivo de esta gala es internacionalizarlo y volver a traer, descubrir y dar a conocer grandes talentos que son nuestros, que son ‘marca Valencia’ y que nos representa en Europa”, han destacado. “Llegar hasta donde están ellos es un gran mérito, y todos tienen unas historias de vida formidables”, recalcaban.
“Esperamos poder convertir esta gala en una cita anual para que los que estén fuera tengan la oportunidad de venir”, han añadido. Actualmente son 35 los bailarines de la Comunitat Valenciana trabajando en las grandes compañías europeas, como The Stuttgart Ballet, el Ballet Béjart Lausanne o el Bayerische Staatsoper Munich.
Bailarines de diferentes generaciones se darán cita para ofrecer un espectáculo con doce piezas cortas, de diferentes estilos y que recorrerán la actualidad de la danza escénica europea.
Los bailarines
Carme Andrés empezó a bailar con diez años, después de haber hecho gimnasia artística. “Al principio no me gustaba nada, me aburría, había pocos colores y mucha disciplina”, recuerda. Pero siguió, y con los años consiguió una beca para ir a la Scala de Milán. Después de estar allí un año empezó a hacer audiciones en compañías jóvenes y acabó decidiéndose por una en Cannes, al sur de Francia. Su primer trabajo estable llegaría en la ópera de Montecarlo. “Me contrataron como aprendiz y estuve cuatro años allí, y después sentí que me apetecía un cambio”, cuenta.
En Cannes descubrió que el estilo que quería bailar era el neoclásico, y empezó a buscar compañías de neoclásico y con sello de autor, que era lo que había trabajado hasta ese momento. Encontró la respuesta en el Béjart Ballet de Suiza, con cuyo repertorio y lenguaje encajó. “El repertorio no es superficial. Hay una búsqueda enorme en lo cultural, en lo operístico...”, explica. Lleva nueve años bailando allí, desde 2013.
“Es muy importante que cada bailarín encuentre su idioma y su lugar. Que no audicione por audicionar, sino buscando qué es lo que más le corresponde, por su forma de bailar y sus intereses”, ha concluido.
Carla Wieden empezó con el ballet porque su hermana bailaba. “A mis padres les convenía dejarnos a las dos en la escuela”. Dio sus primeros pasos en lo que antiguamente era la escuela de Ana Roca, en Valencia, desde los tres a los ocho años. “Al principio no me gustaba nada, pero iba con mi mejor amiga y ahí estábamos”.
Con nueve años entró en el conservatorio y decidió profesionalizarse gracias a un profesor que tuvo allí. “Me inspiró a que la danza me llenara más de lo que lo había hecho hasta entonces y que se convirtiera en algo que de verdad quería hacer”. Se graduó en 2009 y después de muchas rondas de audiciones, consiguió un contrato en el ballet de Salzburgo. Actualmente baila en el ballet de la Ópera de Halle, en Alemania.
Luis Tena nació en Alicante, tiene 29 años y lleva cerca de diez trabajando en también en Alemania. Se acercó al baile desde el hip hopy, animado por su profesora, decidió hacer las pruebas para el conservatorio profesional de danza. Allí estudió tres años, de los 17 a los 20, y luego se marchó a Alemania a hacer una audición.
“Fue la primera y la última que hice en ese tiempo: a los tres días me contestaron que les interesaba contar conmigo para la siguiente temporada”, cuenta. “Mi vida cambió drásticamente, y en muy poco tiempo”, recuerda.
Elisa Badenes es valenciana, tiene 30 años y es bailarina principal del Stuttgart Ballet.. Empezó a bailar con once años en el Conservatorio Profesional de Danza de Valencia. A los 15, ganó una beca para estudiar en el Royal Ballet Studio de Londres, y de allí se marchó a Alemania definitivamente, donde lleva trece años.
“A los dieciséis salí de casa para embarcarme a la aventura. Cuando estudiaba en Valencia no sabía aún lo que significaba ser una bailarina profesional de ballet, y al involucrarme más en el mundillo y salir empecé a descubrir las posibilidades”, cuenta. “He sido muy afotunada y estoy contenta de la carrera que he tenido, la gente que he ido conociendo”.
“Es importante traer a Valencia gente de calidad y dar al público valenciano el espectáculo que se merece y transmitirles nuestro respeto y pasión por la danza”, afirma.
Bailar en la cuerda floja
En España hay dos compañías de danza estatal, mientras que en Alemania hay 95. En la Comunidad Valenciana no hay ninguna. Este es sólo uno de los datos que reflejan la difícil situación que viven los bailarines españoles. En el mundo de la danza -como en el de la música, la interpretación y las artes escénicas en general- es bastante común que los artistas viajen mucho y se establezcan temporalmente en diferentes países, por una cuestión de desarrollo y crecimiento personal y laboral, pero también por falta de inversión e interés en cultura.
“El ballet en España no es demasiado apreciado, nadie se deja el dinero en esto - lamenta Carme Andrés- y no es por falta de potencial de los bailarines, todo lo contrario”. “Da un poco de rabia, porque hay muchos artistas que se van porque no se puede vivir de esto, y fuera encuentran más oportunidades. Hay otros que deciden volver, aunque les vaya bien, porque no quieren estar lejos de casa”, explica.
Carla Wieden destaca otro de los motivos de este “éxodo”: “Dejé España, y creo que muchos lo hacemos, para enriquecerme: bailar con más oferta, con coreógrafos direrentes... Además, fuera hay una concepción de la danza más segura y, de alguna manera, más reconocida”, concluye.
“En otros países, en cada ciudad tienes una ópera o una compañía de ballet, donde los bailarines pueden vivir y tienen un buen salario”, explica Carme. “Espero que esto pueda cambiar algún día y que iniciativas como la de esta gala se preocupen por fomentar la cultura, ofrecer entradas a precios accesibles y en general llegar siempre al público”.
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