Seguridad vial
La ciudad con más semáforos por habitante de Europa está en España, ¿sabes cuál es?
En Xirivella no hay un sólo semáforo desde 2014, y esta medida redujo un 60 por ciento los accidentes en cinco años
València es la ciudad europea con más semáforos por habitante y la segunda en todo el mundo, superada únicamente por Nueva York. Tiene 1.100 semáforos y cerca de 800.000 habitantes: un semáforo por cada 727 valencianos.
Esto es el doble que en Zaragoza y cinco veces más que en Bilbao. En Madrid hay un semáforo por cada 2.700 personas, y en Barcelona, uno por cada 2.000, índices muy inferiores a los de la capital de la Comunidad Valenciana. Además, el tiempo del que disponen de media los valencianos para cruzar un semáforo es uno de los más cortos.
Así lo publicaba la periodista Marta Landete en el libro “¿Cuánto sabes de la Comunidad Valenciana? Logros, méritos y récords extraordinarios”, entre otros datos como que la Comunidad es la región con mayor concentración de sectas satánicas o que en Benidorm está el tobogán más alto de Europa.
Los semáforos son un elemento señalizador imprescindible para la seguridad vial, y pueden indicar hasta dieciocho señales diferentes. Su función es controlar el movimiento de los vehículos para garantizar la seguridad y la fluidez de la circulación.
Su otra razón de ser, y el motivo por el que haya tantos en València, es la protección y la seguridad de los peatones, aunque para los conductores puede llegar a ser incómodo.
Entre los 1.100 semáforos de la ciudad, los hay acústicos, de botón -que ya son los menos- con cámaras infrarrojas, paritarios... Todos son controlados por el Centro de Gestión de Tráfico del Ayuntamiento de València, cuyo sistema centralizado permite regular en tiempo real los semáforos para adecuarlos a las condiciones del tráfico. Esto les permite modificar el tiempo que están en verde o en rojo según la fluidez en la circulación de las diferentes vías, para evitar atascos y posibles accidentes.
El primero se instaló en la Plaza de la Reina en 1930 y regulaba el paso de los vehículos con la calle San Vicente. Funcionaba a mano y era accionado por un guardia urbano, y llegó a València cuatro años después de que se instalara el primero en Madrid.
Xirivella, sin semáforos
En el otro extremo de València está que no tiene ningún semáforo: Xirivella. En 2002 se quitó el primero y en 2014 se retiró el último, y desde entonces esta ciudad de más de 30.000 habitantes carece de ellos. A cambio, se pintaron más de medio millar de pasos de cebra, muchos de ellos elevados, y en los puntos más concurridos se construyeron rotondas que regulan el paso de los vehículos, que circulan a una velocidad máxima de 30 kilómetros por hora.
De igual manera, en las rectas hay badenes y resaltos que obligan a los coches a reducir la velocidad. Paradójicamente, la eliminación de los semáforos redujo la siniestralidad en Chirivella en un 60% en cinco años. La ausencia de señalización provoca en el conductor una mayor sensación de peligro, por lo que conduce más atento y de una manera más segura.
El beneficio para los peatones, además, es evidente: los coches circulan a menor velocidad y siempre deben cederles el paso en los cruces señalizados. Por otra parte, la ausencia de semáforos permite ahorrar luz al municipio.
Esta iniciativa, que comenzó en Holanda y recibe el nombre de espacio compartido, se basa en la convicción de que las ciudades deben priorizar al peatón por encima de los vehículos, y que es posible una convivencia responsable entre ambos si la vía pública está correctamente diseñada.
Se ha llevado a cabo en otras ciudades españolas, como Pinto (Madrid), Amorebieta o Durango, ambas en Vizcaya.
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