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Diario de una cuarentena con niños: Día 53

¿Por qué le llamamos cuarentena si llevamos 53 días confinados?

Los niños pueden salir a la calle a pasear
Los niños sólo saben aburrirse 180 segundos. EFE/Alejandro GarcíaAlejandro GarcíaEFE

"Un niño va a una escuela, entra un ladrón y lo mata”. Marc se desternilla de risa y me dice, ahora cuéntame un chiste tú. Así que esa historia que parece sacada de la sección de sucesos de un diario ¡es un chiste! “¡Cuéntame un chiste!”, insiste. Pero por mucho que me esfuerzo no recuerdo ningún chiste. Bueno, sólo uno que dice: “¿Cómo estornudan los tomates? ¡Ket chup!”. No tiene gracia y si la tuviera, no creo que Marc sepa que el ketchup es un sucedáneo del tomate. Pero se ríe igualmente. Me quedaría un rato más con él, pero son las 22.02 horas. No he acabado de escribir el diario de hoy y esta mañana la profesora le ha dicho a Marc que a ver si se despereza antes. Antes de la pandemia, a las 20.30, Marc estaba en la cama. Ahora, a las 20.30 estamos acabando de cenar. ¿Qué ha pasado con nuestros horarios europeos? En vez de asumir responsabilidades, echo la culpa al teletrabajo.

Como algunos padres insistieron, tenemos una “clase” cada día a las 9.30 horas de la mañana con la profesora. No aprenden a sumar ni a leer, pero les sirve para tener una rutina y ver a sus amigos. Ahora, ya no hay ningún niño que se esconda debajo de la silla, como sucedía los primeros días. Pero hay niños, como Marc hoy, que van en pijama, despeinados y beben su vaso de leche con cacao, mientras la maestra les propone una adivinanza. La asistencia a clase no es obligatoria. Quizás hoy, no deberíamos habernos conectado. Marc ha llegado tarde porque yo estaba acabando de escribir una noticia y cuando lo he sentado delante del ordenador, encima de un cojín para que pueda ver la pantalla, lo he dejado solo. He aprovechado para hacer las camas y creo que ha sido un error. Porque además de tener 5 años mi hijo se distrae con una mosca. La mosca se llamaba Valentina y se ha levantado para abrirle la ventana porque quería salir a ver a otras amigas moscas.

Después de la clase, ha sido una madre la que me ha avisado por Whatsapp, con tres caritas riendo, de que la profesora nos ha dicho que a ver si mañana Marc se levanta antes.

Son las 22.04 horas. Estoy delante del ordenador y me encuentro esta pregunta: ¿Por qué le seguimos llamando cuarentena cuando llevamos ya 54 días confinados sin colegio y lo que te contaré, morena?

Parece ser que en este país, los niños no regresarán a las aulas hasta septiembre. El padre me interrumpe para decirme que en el grupo de Whatsapp del colegio una madre dice que volverán con horario partido: unos irán por la mañana y otros por la tarde. ¡Vamos! En Alemania, los alumnos de 6º de Primaria, que el curso que viene pasan a un nuevo ciclo, han vuelto hoy a clase. Es verdad, que allí han fallecido 6.866 personas y en España más de 25.500. Pero en nuestro país, la Educación, por ahora, no parece estar entre las prioridades de la desescalada. De acuerdo que todo gran científico se ha aburrido en su infancia, pero en casa los niños no saben aburrirse más de 180 segundos. Piden el móvil y la televisión por defecto. Pero si los padres aguantan al soborno en forma de pataleta o “quejío”, algo así como “ayyyy, necesito tú móvil, ayyyy”, cuando desaparecen las pantallas, suceden cosas fascinantes.

Marc se ha puesto a buscar en un libro bastante gordo las páginas con números que acaban en 99. Y Bruna está construyendo “una cárcel para los muñecos”. La verdad es que no sabía si llorar o reír cuando me lo ha dicho. ¿Cómo era aquello de que los hijos son máquinas de imitar y observan todo lo que hacen y dicen sus padres, incluso cuando parece que están entretenidos con sus cosas? Hace una semana, decía que los niños han desarrollado cierto temor a la policía. A su padre lo han parado ya dos veces y cuenta la historia cada vez que llama algún amigo con el que no ha hablado.

Además, el primer día que salimos los cuatro, insistimos que si nos paraban dijéramos que no somos familia para que no nos pusieran una multa. Pero Bruna ha confundido lo de la multa con que te metan en la cárcel y ha construido esta jaula para los muñecos que juegan con sus amigos, “porque no se puede jugar con los amigos porque hay el coronavirus”. Está claro que tenemos una charla pendiente. ¿Hay algo más sagrado que jugar y los amigos para un niño?

Por cierto, lo llamamos cuarentena porque la primera vez que se utilizó una palabra con este sentido médico fue para referirse al aislamiento de 40 días que se le hacía a las personas y bienes sospechosos de portar la peste bubónica durante la pandemia de peste negra en Venecia en el siglo XIV.

Etimológicamente, la palabra cuarentena proviene de “quaranta giorni” en italiano, en latín, quadraginta, que traduce como “cuatro veces diez”.

Si los niños vuelven alguna vez al colegio, los maestros podrían proponerles cómo primer ejercicio que inventen una palabra para nombrar a este tiempo que han estado sin ir a clase.