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Historia

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Jeremy Irons: «El Prado no es un museo nacionalista»

El actor conduce el documental «Pintores y reyes del Prado», que repasa los orígenes de la pinacoteca y explica las principales obras maestras que alberga

Jeremy Irons es una extravagancia del cine; un actor insólito, envuelto en un dandismo de chalecos, abrigos y fulares, que habla de arte, de literatura, de baile, y preocupado por pensar las inmediaciones cotidianas de lo que le rodea, las experiencias que va viviendo o conociendo, lo que ya de por sí es extraño. Más que un hombre es una voz, colmada de resonancias, y un apetito de tabaco que le empuja a fumarse el ducados de turno al lado de los ujieres que descansan en las puertas, quizá con esa clandestinidad adolescente de los que apuran una calada prohibida.

La persona que fue hace décadas ha sido fagocitada por el personaje que se ha construido, algo así como un hidalgo británico, lo que tampoco molesta ni incordia porque es una construcción realmente buena. En eso se revela como un ser talentoso, con una imaginación portentosa e envidiable para construir identidades. Ahora presta su presencia a «Pintores y reyes del Prado», un documental escrito por Sabina Fedeli y Valeria Parisi, y dirigido por esta última, que se estrena el viernes y que es una aproximación al Museo del Prado, a sus orígenes, vicisitudes y pormenores; un viaje pictórico por los principales cuadros, los que permanecen en la memoria visual de todos. «Estoy convencido –comenta el intérprete británico– de que este proyecto es muy importante para todos, porque educa al público. Enseña la historia de España y la cultura española a millones de personas que a lo mejor no se pueden permitir venir a Madrid y visitar El Prado. Con estos cuadros te llenas de conocimiento y al verlos, al disfrutar de ellos, al igual que sucede en otros museos, el Hermitage, la National Gallery, las galerías italianas y todas esas grandes casonas que hay en ese país, comprendes que todas las personas somos iguales y que el arte no conoce lo que son las fronteras ni sabe tampoco lo que son los nacionalismos. Es la mejor manera para darnos cuenta de esto. Este trabajo, que por cierto me encantó que me propusieran porque me dan la oportunidad de estar en este lugar privilegiado, recoge los cambios del Prado a lo largo de los siglos, prueba por qué es la principal galería de España y revela la historia de España. Todo el mundo y todos los españoles deberían conocerlo, amarlo y aprender lo que tienen aquí».

El actor, que conserva la elegancia que hemos aprendido a reconocer en filmes como «La misión», «La mujer del teniente francés» o «El misterio Von Bülow», es el conductor de esta cinta que describe el nacimiento de la pinacoteca, de sus colecciones, la historia del edificio de Villanueva y la intrahistoria de los óleos que penden de sus muros a través de los comentarios, las anécdotas y las explicaciones de los principales conservadores de la pinacoteca. «Empieza con la monarquía y la mano de la aristocracia, por lo tanto, refleja su perspectiva de la vida, su gusto, que no es principalmente la gente de la calle, y por eso resulta tan especial. Pero aquí también prevalecen ciertos valores que son comunes al país y al contexto del mediterráneo, como son la pasión, las costumbres, la conexión con los españoles. Estas pinturas conservan esa vibración extraordinaria que puedes percibir cuando ves flamenco, que descoloca totalmente, y que es distinto al fado, algo más melancólico. Y en eso también se ve España, al igual que en su comida, su arquitectura. Como ocurre con la música y las novelas, estos cuadros revelan el carácter del español. Pero lo más bonito es que, a pesar de lo que digo, este no es un museo nacionalista. Al revés, disfrutas de pinturas de distintas nacionalidades, que vienen de Italia, Holanda, Francia y puedes, a través de esos lienzos, percibir las sensibilidades de esas naciones. Esto nos deja de una manera bastante clara una idea: que a pesar de que en cada lugar bailemos de una manera determinada o de que vistamos de una forma singular, todos los hombres somos iguales y todos gozamos de las mismas emociones. Esta pinacoteca recoge arte solo de Europa, pero si se miran los cuadros de los norteamericanos, también puedes reconocer esa humanidad en aquellos pioneros. Todos, en el fondo, hablamos el mismo lenguaje. Y esto es un gran recordatorio para nuestros días».

Jeremy Irons reconoce que si tuviera que salvar un cuadro de la pinacoteca sería «Las Meninas» porque «es una obra maravillosa, única, un cuadro hecho desde la perspectiva de la persona que está pintando y puedes ver, como en un espejo, las personas que contemplan el tema del cuadro». Pero, no sin humor, admite que si tuviera que elegir a un pintor del Prado para que lo retratara, elegiría a Goya «cuando era joven», porque «El Greco» «me alargaría demasiado el rostro y sacaría mi peor lado». También admite que, de entre todos los artistas que hay en el Prado, el que más le gustaría interpretar es a Goya. Y aporta una razón: «Llevaba una vida convencional y, de repente, en el último trecho de su vida, cambia. Me gustaría indagar en él, en esta transformación, comprender bien qué le sucedió».

El documental explora el pasado del Prado, pero también su futuro. Va desde los grandes monarcas que asentaron las bases de la colección con sus encargos hasta el futuro Salón de Reinos –se enseña la reconstrucción del proyecto por dentro y la proyección que va a–, pasando por la pintura más social y comprometida, aquella que revela lo que los prejuicios y tabúes desean ocultar, como los bufones, retratados por Velázquez, los desnudos de la pintura mitológica, que en muchas ocasiones se reservaban para los gabinetes privados, o la denuncia de la crueldad y la guerra de Goya. «¿En qué se parece la inmortalidad que da el cine y la pintura? Bueno, de alguna manera, son dos técnicas distintas pero si las examinas bien, ambas están intentado hacer lo mismo; están tratando de contar al público una historia y de comunicar alguna idea de una manera que la puedas sentir. Todo gran arte trata de la comunicación».

Jeremy Irons, que es un hombre que también habla con su gestualidad, toma una pausa antes de proseguir con el desarrollo de su argumentación: «Cuando lees una novela o un poema te das cuenta de que ambas formas se han trabajado y escrito desde un punto de vista distinto. Eso lo comprendes, pero lo que no sabes es cómo actúan después las palabras en las personas desde la poesía y la novela; o, como es este caso, cómo funciona un cuadro en nosotros. Ahí están la perspectiva, los colores... pero siempre hay algo más. Te das cuenta cuando hablas con una persona y sientes cómo ha disfrutado con un cuadro. Enseguida te preguntas: ¿qué ha funcionado? No sé bien cómo es esa comunicación. Para mí es algo mágico. El gran arte, no me refiero a los cuadros decorativos, sino a las grandes composiciones, al igual que las grandes películas o novelas, comunica, llega a tu alma a través de ciertos mecanismos. Esa es también otra de las claves de la pintura».