Belleza y horror de ser niño
¿Quién es Lanny? Lanny es un chico muy especial. Un niño demasiado sensible y con una imaginación más que poderosa, aunque, para muchos de sus vecinos y familiares, no deja de ser alguien extraño y raro, alguien que vive en un mundo propio de fantasía y repleto de fábulas y ensueño. Sus padres, sin embargo, adoran a Lanny, más allá de que muchas veces se desconciertan ante la forma de pensar y de ser del niño. Solo lo entienden, parece, el viejo artista de ese pueblo rural situado no muy lejos de Londres y un espíritu muy antiguo y un poco malvado que se mueve por debajo del suelo y que conoce la vida de todos los habitantes del pueblo, pues desde hace varios años no ha hecho otra cosa más que escuchar sus existencias y sus sueños y sus miedos. Especialmente a Lanny, su habitante favorito.
Segunda novela de este joven y prometedor escritor que se estrenó con «El duelo es esa cosa con alas», «Lanny» es una historia que sorprende gratamente por su inteligente originalidad. No tanto por el argumento en sí, ya que Max Porter se vale de una tradición literaria profundamente imaginativa, sino por la forma que elige para desplegar una trama que, en sí misma, no tiene quizá demasiado peso narrativo. En ese sentido, Porter logra, pese a todo, construir una especie de collage dramático, un coro de voces dispersas que, en conjunto, son las que marcan, en definitiva, el tono constante de la novela.
Lírico, pero no cursi
Un tono, por otro lado, muy cercano a la poesía, pero que no es necesariamente lírico ni extremadamente cursi. Tal vez porque, en el fondo, detrás de esta novela hay una pretensión de coquetear con una ficción de corte experimental, que se traduce en una sintaxis peculiar, en líneas de tiempo desarticuladas o en una tipografía que, por momentos, se muestra de manera impredecible. Esa pretensión experimental, de todos modos, no incomoda, sino todo lo contrario, porque es en el tono de la obra y en el estilo del autor donde «Lanny» ofrece sus puntos más fuertes e interesantes, porque a través de ellos se permite entrever una histora de horror y belleza sobre lo que significa la infancia.
Notable, entre muchos otros motivos, por la sobriedad y por la extravagancia que desprende su prosa, es una novela que, más allá del horror que pudiera haber en ella, está llena, por momentos, de situaciones de amor profundo y de exquisita ternura, especialmente cuando el lector observa a ese niño extraño y excepcional a través de los ojos de quienes lo rodean, ya sea una madre entusiasta y devota, un padre lejano pero cariñoso o un viejo espíritu que se transforma en su única compañía.
Diego GÁNDARA