El misterio de la cara humana del cordero místico
La restauración del panel central del políptico de Gante ha causado asombro. Los sucesivos repintes enmascararon la imagen real de la encarnación de Jesucristo
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La historia del Políptico de Gante, obra conocida también como «La adoración del Cordero Místico», es apasionante. En sí es inmensa, no solamente por su tamaño (son doce paneles y abierta mide 340 x 440 cms.) , sino por los temas que plasma en sus tablas. Pintada por los hermanos Van Eyck, Hubert y Jan en el siglo XV (parece que fue el primero quien tomó las riendas como se rubricó en una de las maderas de la propia pieza y que el segundo, que alcanzaría fama universal con el tiempo, lo retomó a la muerte del primero, aunque dada la envergadura de la obra sería necesaria la intervención del taller) su restauración, que se está realizando por fases, ha despertado la curiosidad y provocado el sobresalto de la comunidad artística. El motivo no es otro que la limpieza de la tabla central que recoge, precisamente, la figura de Jesucristo como Cordero de Dios. Los innumerables repintes a los que ha sido sometida la obra desde hace cinco siglos han falseado el rostro original que ahora luce tal y como fue concebido por los hermanos Van Eyck.
El carnero, como lo habíamos visto hasta ahora, tenía aspecto animal. A la luz de la restauración reciente luce bastante más humanizado. Lo chocante apunta directamente a la posición de los ojos y la inmensa fuerza de la mirada, que se clava en quien lo observa. La posición de ambos es frontal, en contraposición a la imagen que veíamos antes de la limpieza. Otro de los aspectos más llamativos se refiere a las orejas del animal, que han pasado a estar colocadas en línea con los ojos y tienen aspecto de soplillo. La derecha ha pasado de estar por encima a por debajo del ojo y tener una silueta absolutamente afilada. La pregunta que nos planteamos es inmediata: ¿Se ha realizado mal la restauración? La limpieza ha sido correcta y el cordero que ahora vemos con rostro semihumano nos devuelve al aspecto que tenía cuando fue pintado por los hermanos Van Eyck. Es ése y no el que hemos visto durante siglos el concebido por ambos artistas. Así fue pintado.
Y tiene una explicación cuando nos retrotraemos en el tiempo y nos situamos en el momento en que se pintó, principios del siglo XV, con el tema de la guerra de religiones y la difusión de la iconoclastia en el centro de Europa. Una obra de esa envergadura y que representaba en su panel central a Jesucristo en forma de animal debía de pasar, digamos, los controles de la época, de ahí que los sucesivos repintes a que fue sometida hayan tratado de suavizar y limar las posibles estridencias de la representación con el fin de hacerla lo menos llamativa posible. Es decir, que el carnero tuviera cara de carnero y no estuviera humanizado. No era la del repinte una técnica en desuso, sino que se utilizaba con bastante más frecuencia de la que creemos precisamente con ese fin. Inmortalizar un episodio como la Eucaristía no podía llevar a una lectura confusa a los fieles y mucho menos a la jerarquía eclesiástica porque podía significar que la obra acabara devorada por el fuego.
«Belleza impactante»
El rostro, ojos y orejas, es lo más llamativo a la vista, aunque la lana también sufrió un proceso de uniformización que en el original no se observaba y ahora ha vuelto a salir a la luz después de un arduo trabajo de tres años. El hocico es más rosado, incluso las fosas nasales del animal están más abiertas. Las reacciones ante la restauración han sido inmediatas. Así, Ludo Collin, canónigo de la catedral de San Bavón, aseguró al diario «De Standaard» que era incapaz de poder sostener la mirada porque consideraba que la visión humana que destilaba resultaba demasiado intimidatoria. La misma reacción que experimentó Hélène Dubois, restauradora al frente de este trabajo: «Al ver por primera vez la obra tal y como Van Eyck la había pintado tuve que recuperar el aliento porque me resultaba de una belleza impactante». La experta señala que los historiadores y teóricos del arte deberán investigar por qué los dos pintores eligieron esa representación tan humana (y que a los ojos de hoy se nos antoja caricaturesca), y que se puede considerar incluso como una desviación del estilo naturalista de que está dotada su pintura y que permite identificar prácticamente cada una de las plantas que aparecen representadas en estas tablas.
Una inscripción fechada a mediados del siglo XV registra que hubo dos artistas que intervinieron en la figura central y utilizan las expresiones «lavaron y besaron» el retablo, lo que en el dialecto local significa que «limpiaron, mejoraron y corrigieron», ha comentado Dubois. «Nunca se había visto algo así en una pintura holandesa temprana. Una vez liberado de las gruesas capas de barniz y de las pinceladas ásperas que ocultaban la belleza del original hemos podido descubrir de nuevo el sublime virtuosismo de Van Eyck», aseguraba la restauradora a «The Artnewspaper».
Durante la primera fase se restauraron los paneles traseros de las dos puertas que se ven únicamente cuando el políptico está cerrado. En la segunda fase la operación ha sido de mayor envergadura aún, pues además de la escena central ya citada se han limpiado los dos paneles de la derecha y el de la izquierda. Además del rostro del Cordero Místico, lo más llamativo de la limpieza, las sucesivas capas de repintes e incluso diferentes policromías, se observan también en la escena que recoge la procesión de los mártires, en la parte derecha superior del panel central, que dejan al descubierto nuevas palmas, así como en las vestimentas, bastante más acartonadas que como las veíamos hasta hora. Otro de los descubrimientos es la viveza y brillantez de los colores y la luminosidad de los tejidos. Detalles en la arena del suelo dejan incluso ver las huellas de las pisadas.
La tabla central no va a abandonar la catedral en la cuyos ábside de cuya capilla central se están realizando obras para que la obra puede ser expuesta ahí. Diez han sido los restauradores que han trabajado exclusivamente sobre el panel del Cordero místico a una media de ocho horas al día, trabajo apenas interrumpido para estirar las piernas y beber y vaso de agua.