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La banalidad del mal

En «Éter», el nuevo trabajo cinematográfico de Krzysztof Zanussi, el carácter del protagonista está sutilmente inspirado en el Fausto de Goethe
larazon
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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En un intento efectivo por demostrar que el hombre es algo más que materia y potenciar su capacidad para manipular conductas humanas, Krzysztof Zanussi se remonta a los albores del Imperio Ruso para establecer un interesante paralelismo entre la figura de un médico con sed de conocimiento que administra por error una dosis letal de éter a una paciente durante un último periodo del siglo XIX que ya andaba saludando con prisa a la Vanguardia y el controvertido y enigmático perfil del Fausto de Goethe. El cineasta de cabecera de Juan Pablo II vuelve a desplegar todo su arsenal divulgativo y humanista con «Éter», una apuesta cinematográfica arriesgada que cuestiona con suma inteligencia el binomio ciencia-religión y configura los patrones de un personaje complejo al que da vida el actor de «Corazón amante», Jacek Poniedzialek, cuyas preguntas son, en el fondo, las de todos. «Desde Platón sabemos que existe otra dimensión espacio temporal. Otro campo de conocimiento que va más allá de nuestros propios límites. Usando únicamente la razón no podemos explicar de forma completa la dimensión de nuestro mundo, por eso entra en juego el factor de la espiritualidad. La intuición, los sentimientos o la creencia en algo son cuestiones que en el pasado se subestimaron mucho», señala el realizador polaco. Cuando el protagonista de este particular descenso decimonónico hacia la libertad de pensamiento escapa de la pena de muerte por la negligencia cometida y se asienta en las entrañas de Siberia para poder experimentar libremente con una sustancia como el éter capaz de «privar al hombre de su conciencia», es decir, «de su voluntad» sin causarle ningún tipo de dolor, admite en un momento de la cinta que suele ayudar a todo aquel que lo necesita sin importarle sus opiniones políticas ya que se trata de «una cuestión de conciencia».

Planteando la existencia

Es ahí, en la voluntad impuesta por nuestro propio manual ético, donde entra en juego una de las claves históricas del relato: «La ciencia sustenta sus ideas en métodos empíricos pero siempre he pensado que existe algo más que eso. En la religión, el espacio es algo que siempre permanece abierto. De hecho, la sustitución de la religión por la ciencia que se produce en el siglo XIX es a mis ojos un retroceso importante», indica. Reconoce además el cineasta que cuando empezó a pensar en la creación de esta película lo hizo motivado por la triste observación que había hecho del mundo. Descubrió que se había perdido en cierto modo el interés por «todo aquello que no entendemos». Advirtió que el exceso de información estaba matando la curiosidad. De modo que en este último largometraje «el conocimiento debía estar muy presente», ya que «a pesar de que entiendo muy bien la necesidad actual por el entretenimiento, es importante volver a la pausa de la reflexión. Si la distracción solo sirve para llenar un vacío, no es válida. Siempre recuerdo un concepto muy elemental que suelo repetir a mis alumnos en la escuela y es que cuando algo te gusta, bien sea una comida, un cuadro o una novela, a veces sientes que no sabes explicar por qué, simplemente lo sabes. Pero un indicador efectivo para saber si de verdad algo merece la pena es el planteamiento de la siguiente cuestión: si yo me siento más consciente de mi existencia después de haberlo disfrutado, significa que es bueno».
Resulta difícil dirimir si la sustancia elegida por Zanussi para capitalizar el filme puede dejarse llevar por el maniqueísmo de adjetivos como «bueno» o «malo», pero sin duda parece inevitable pensar en el cariz moral de su utilización médica. El marchamo católico del ganador del León de Plata por «Imperativo» impregna gran parte de una cinta que aunque a ratos puede parecer excesivamente buenista y abrumadora por la densidad de las reflexiones que en ella aparecen, ilustra, ofrece, propone y sugiere, manteniendo viva la llama de la curiosidad.