Sección patrocinada por sección patrocinada

Cultura

Muere Ernesto Cardenal, el verso libre de los pobres, a los 95 años

La poesía dice adiós al nicaragüense que denunció los desmanes del régimen de Daniel Ortega y que era teólogo de la liberación, además de voz moral de la revolución sandinista

Ernesto Cardenal
Ernesto Cardenal, en una imagen de archivoEsteban FelixAP

Uno de los máximos estudiosos de la obra de Pablo Neruda, el chileno Jaime Quezada, tras estudiar arte quiteño en la Universidad Central del Ecuador en 1969 y residir, durante los años 1971-1972, en México –en concreto, en la casa de un joven Roberto Bolaño y sus padres, estancia a la que dedicará un libro titulado «Bolaño antes de Bolaño» (2007)–, se trasladó a Nicaragua para trabajar en la comunidad cristiano-campesina fundada por el poeta sacerdote Ernesto Cardenal.

Este visitante encontraría en el Gran Lago nicaragüense, en Solentiname, «refugio de poetas, místicos e intelectuales», como explica Osvaldo Rodríguez, otro tipo de «soledad sonora», un nuevo camino para su poesía, la cual bebía de su poeta preferido, San Juan de la Cruz, y «se llena de ecos bíblicos y se hace expresión del dolorido sentir de los pobres y oprimidos» (cita extraída de la presentación de una antología poética de Quezada publicada en el «Boletín de la Fundación Federico García Lorca», 2005).

De aquella etapa de grandes inquietudes sociales, enfatizadas por la represión pinochetista, surgiría «Un viaje por Solentiname» (1987), que tardó quince años en ver la luz desde su creación. Puesto que no hay precipitación nunca en el acto de encender la llama de la poesía, avivarla y extender su fuego a los demás; eso se acabará produciendo, aunque sea mediante la circulación clandestina en plena dictadura.

Este ejemplo ilustra muy bien el alcance místico, social, espiritual, reivindicativo, político en suma que obtuvo Ernesto Cardenal, que ayer moría a la edad de noventa y cinco años, a causa de problemas cardiacos y renales. Había nacido en Granada, Nicaragua, en 1925, y en los años cincuenta empezaron a circular copias mimeografiadas de algunos de sus epigramas, los cuales conectaron con los lectores de forma instantánea. Sus libros «Salmos», «Oración por Marilyn Monroe y otros poemas», «Cántico cósmico», «Oráculo sobre Managua» o «Telescopio en la noche» fueron trabajos plenos de riesgo creativo, y hace solo unos pocos meses la editorial Trotta publicó todos estos y el resto de su versos, en un volumen enorme de «Poesía completa».

Desde su juventud participó en la lucha contra la dictadura de Somoza –tras estudiar en México y Nueva York volvió a Nicaragua en 1950 y participó en la Revolución de Abril de 1954; el golpe de Estado falló y terminó con la muerte de muchos de sus amigos y compañeros–, y a los treinta y un años tuvo una conversión religiosa que lo hizo ingresar en un monasterio trapense en Kentucky (Estados Unidos), donde fue discípulo del contemplativo y escritor norteamericano Thomas Merton.

Comunidad contemplativa

Tiempo después, ya ordenado sacerdote, y por consejo del propio Merton, fundó su propia comunidad contemplativa, que más tarde fue destruida por el ejército de Somoza por su participación activa en la lucha de liberación del Frente Sandinista. Tras el triunfo de la revolución, Ernesto Cardenal pasó a ser Ministro de Cultura del gobierno revolucionario (1979-1987). Además de su obra poética, escribió tres volúmenes de memorias cuando ya tenía una edad avanzada: «Vida perdida» (2005), «Las ínsulas extrañas» (2002) y «La revolución perdida» (2004), y recibió galardones tan importantes como el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2012.

Ante la noticia, su compatriota el escritor Sergio Ramírez dijo en su cuenta de Twitter: «Al morir Ernesto Cardenal pierdo a un hermano mayor, amigo entrañable y vecino de muchos años, un guía moral, un modelo literario, y con él se va parte de mi propia historia». Un pedazo de poesía cósmica, social, de las últimas seis décadas, en definitiva, que recibió elogios encendidos de todo tipo de autores, que destacaron que su poesía siempre fue profundamente humana, atenta a los problemas sociales, a los pobres y desarraigados.

Uno de esos poetas de corte social de los que ya no existen, que fue considerado el fundador de la literatura mística latinoamericana, «uno de los místicos cristianos más originales del siglo XX», según Luce López-Baralt, una de las mayores expertas en literatura mística de todos los tiempos. Pero tal vez las palabras más sentidas sobre Cardenal las dijo hace tiempo el poeta chileno Raúl Zurita, y que ahora tras fallecer son más oportunas que nunca: «A Cardenal se le respeta, se le ama, se le exalta. El cielo sería más pequeño sin la poesía de Ernesto».