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Música
60 años de los Beatles en España: ¡Qué dos noches las de aquel año!
Se cumplen 60 años de las dos primeras y únicas actuaciones del cuarteto de Liverpool en Madrid y Barcelona, más prosaicas que legendarias como recuerdan miembros de Los Pekenikes y Los Sírex, sus teloneros

La expectación era máxima, aunque, en realidad, pocos españoles sabían de quiénes se trataba. Los rumores se habían extendido como la pólvora por Madrid y Barcelona. La prensa había calentado el ambiente y en las calles se repetía un vocablo con insistencia: llegaban los «melenudos», término que invocaba una presencia incomprensible, casi amenazante. A las 17:40 horas del 1 de julio de 1965, el cuarteto más famoso de todos los tiempos hacía su entrada triunfal en nuestro país. Los cuatro de Liverpool llegaron en un avión de Iberia al Aeropuerto de Barajas e hicieron visitas turísticas, pero las noticias no tenían la inmediatez de hoy. El NO-DO recogió los hechos diez días después: la llegada del conjunto musical a Madrid, según la crónica oficial, «no es apoteósica», a pesar de que en el aeropuerto se concentra «una juventud curiosa y alegre». El informativo cinematográfico recoge la rueda de prensa de los británicos en Madrid, grabada por gran número de objetivos, que, como remarca la voz del noticiero, «apuntan principalmente sobre los tocados capilares», confirmando la obsesión casi freudiana con la longitud de su cabello. El 2 de julio y tras hospedarse en el Hotel Meliá Fénix, Los Beatles actuaron en nuestro país por primera vez. La llegada de las superestrellas (ellos ya habían desatado la locura en Estados Unidos el año precedente) era una oportunidad y un riesgo para la España del momento. «Podían demostrar que aquí también se hacían conciertos como en cualquier lugar del mundo, pero no podían permitir que nada saliese mal», recuerda Ignacio Martín, bajista de Los Pekenikes, que telonearon a los «fab four» esa noche. Seis décadas después, un doble concierto en Madrid y Barcelona rinde tributo al repertorio de aquellos genios: será el 2 de julio en el Teatro Capitol de la Gran Vía de Madrid y el 3 de julio en el Teatre Apolo de Barcelona con la banda tributo The Bootleg Beatles.
«Nosotros nunca le dimos a esa noche la importancia que la gente le ha ido prestando. Pero tampoco llegamos al extremo de Jesús Hermida, que dijo en su crónica que se trataba de cuatro melenudos que no llegarían a ninguna parte –ríe Martín–. Dos años después admitió públicamente que aquella había sido la crónica más desafortunada de su vida. Luego reconoció que eran un grupo colosal». Sin embargo, bajando al terreno de los hechos, aquella jornada fue, en realidad, más prosaica que legendaria. «En España casi nadie conocía a los Beatles. Quienes sí les habían escuchado eran los hijos de los militares de la base de Torrejón, un montón de chavales que estaban por allí. Eran por lo menos la mitad de la asistencia. Los mayores de la base no vendrían pero los hijos sí sabían quiénes eran los Beatles. Tenían una emisora en la base que ponía la música y llegaban las noticias de su gira americana», cuenta Martín. Sin embargo, en España solo radiaba sus discos Ángel Álvarez. «Gracias a él conocimos los Shadows y nos entusiasmaron. Pero lo que se escuchaba era Antonio Molina, Los Cinco Latinos o Juanita Reina...».
Precios disparados
La crónica del NO-DO enfatiza que «salta a la vista que en la plaza de toros no hay un lleno» y se esfuerza en insistir que en la actuación todo es «normal». «Junto al muñidor elemento joven, hay familias tranquilas y señores con barba. Representantes del servicio doméstico y muchachas nerviosas de las llamadas fans. Y en el estribo de la barrera, la familia completa con el nene», dice el cronista oficial que se refiere a los Beatles de nuevo como «los melenudos». A pesar de la insistencia de aquella crónica, existía un factor que jugaba en contra de la presencia del público español: el elevadísimo precio de las entradas, entre 75 y 450 pesetas, una barbaridad para la época. «No se llenó completamente. Por el precio de la entrada muchos españoles lo tenían cuesta arriba –confirma Martín la versión del NO-DO–. Las entradas eran carísimas y los de aquí no se las podían permitir, pero ellos sí que podían pagar esas cantidades porque tenían dólares y les daba el presupuesto. Cuando empezó la actuación de los Beatles había más gente española fuera que dentro del Coso porque pensaban que abrirían las puertas una vez empezado el espectáculo, pero no ocurrió. Y desde fuera no se oía nada», recuerda Martín, que nos transporta a un tiempo en que la infraestructura era prehistórica: «Actuaron con un equipo ínfimo que se lo dejaron los de Alberdi a través de otra compañía española. Modelos de 100 vatios. Tres amplificadores, 300 vatios, puede que 600 en total, cuando hoy en día menos de 50.000 vatios no se puede poner en la plaza de toros y se llega a los 200 o 300.000 vatios. Pusieron el volumen al máximo y la distorsión era brutal. Y además, las niñas gritaban muchísimo. Yo no escuché nada, pero no importaba, porque la música ya la conocíamos todos. El ambiente fue increíble», rememora.
Películas del Oeste
También estaba en aquellas jornadas históricas, en este caso en Barcelona, Antoni Miquel, «Leslie», el icónico líder de Los Sírex, que abrieron el espectáculo para el cuarteto en la Monumental. «El sonido era terrible, malísimo. Sonaban a través de las trompetas de la plaza. Pero la gente no iba a eso. Cantaban tan fuerte solo se les oía a ellos. Fue un espectáculo, una noche mágica», recuerda, tan nítidamente como la incertidumbre del momento. «Dos semanas antes ni se sabía si se iba a celebrar. Fraga dijo que tenía que hacerse. Pero puso mucha vigilancia. Había más caballos que en las películas del Oeste, una barbaridad. Policía por un tubo», recuerda entre risas. También evoca el lado «kitsch» del evento, con Torrebruno como presentador y grupos de variedades y folclóricos para amenizar la espera. Tanto Leslie como Martín dan cuenta del humor de McCartney: «Yo quería verles pero no logré entrar a la enfermería de la Plaza, que estaban usando de camerino porque no había otra cosa y la Policía no dejaba pasar a nadie por órdenes de Brian Epstein. Así que, como sabía que tenían que pasar por allí, me quedé en la escalerilla de acceso al escenario y me coloqué al pie y, efectivamente, por allí pasaron. El primero que subió fue McCartney. Cuando está casi arriba, se gira a los demás, me mira a mí y dice: “¡Mirad, un niño con barba!”. Ellos iban afeitados y bueno, todos nos reímos de la gracia y ellos siguieron hacia arriba», rememora. «Teníamos recién sacada la versión instrumental de ‘‘Los Cuatro muleros’’y habíamos ganado un disco de oro por ella. Éramos más conocidos que ellos aquí», recuerda Martín. Los Sírex estaban en una situación similar: acababan de publicar «Si yo tuviera una escoba», que fue otro éxito descomunal. Su popularidad era también muy grande y no salieron arrugados a tocar aquella noche en la Monumental de Barcelona. Leslie tuvo un encuentro igual de efímero: «Con McCartney cambié dos palabras porque el Brian [Epstein, su mánager] los tenía con candado. Cuando hicimos la última, que era ‘‘El tren de la costa’’, teníamos el truco de provocar que nos pidieran otra más y teníamos súper clarísimo que cuando acabase esa canción, ellos se quedaban tocando y yo me iba. Salí del escenario sudando a chorros y me encuentro a McCartney con un ‘‘gris’’ [un policía] que venía del lavabo. Y él me dijo: “You are tired”. Con mi inglés bastante limitado, yo le contesté: “In five minutes, you also”. Luis, el batería, estaba cagado, pero yo le dije: ‘‘Vamos a divertirnos’’. Hicimos la última canción y fue un éxito grande. Fuimos unos dignos teloneros del mejor grupo del mundo», celebra Leslie.
En la capital, la presencia de televisiones extranjeras garantizó que todo transcurriera con normalidad, como anunciaba el NO-DO. «Las instrucciones de Fraga Iribarne eran claras: nada de violencia ni de alborotos. Todo salió a la perfección. Pero tengo que decir que aquello, a nosotros, nunca nos quitó el sueño –recuerda el bajista de los Pekenikes–. Ni antes ni después del concierto.Fue una actuación más». Aunque, para muchos, fue el gran sueño de una noche de verano.
Un homenaje por amor y dolor
►El promotor de esta velada hace veinte años inició estos homenajes por una mezcla de amor y de dolor. Jorge Prada, promotor de este concierto de homenaje, enseñó a su hijo Eduardo la música de los Beatles y le encantaron. «Llevaba sus CD a los compañeros de clase para hacérselos escuchar. Estaba enamorado de aquella música». Sin embargo, en 2003 fue de excursión con el colegio y perdió la vida arrollado por un camión. «Yo era comercial de una marca tecnológica y para recaudar fondos. Me cambió la vida. Noté la ilusión del público y vi que a los niños les encantaba. Hicimos el 40 aniversario en 2005. Y en 2015 llegó el gran homenaje en Las Ventas, el 50 aniversario. Una recuperación completa de los conciertos originales». Pero las razones siguen siendo las mismas: celebrar la música de estos genios a partir de la pequeña semilla de un niño que descubrió una música sin igual. «Nunca lo he contado, pero ojalá que uno de estos conciertos inspire y cambie la vida a otros niños», dice Jorge Prada. Ojalá.
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