Once propuestas en ARCO para esquivar el aburrimiento

Entre la inmensa topografía del aburrimiento que constituye Arco 2020, quedan pequeños intersticios para la sorpresa. Son grietas que se abren en esa compacta y monolítica superficie del conservadurismo imperante que la feria ha consolidado durante las últimas ediciones con el objetivo de hacerse competitiva. Las once piezas seleccionadas a continuación resultan heterogéneas tanto en su matriz conceptual como en su materialización. En algunas de ellas, se identifican discursos que resultan completamente marginales en Arco 2020 -como el cuerpo y las elaboraciones más activistas y políticas-, mientras que, en otras, se converge con alguno de los ejes de desarrollo más importantes de la feria: la investigación de los materiales, su textura y alteración de la morfología cotidiana que los caracteriza. Entre la “oceanografía del tedio” -empleando una afortunada expresión de D’Ors- en la que se ha convertido Arco, señalamos a continuación algunos y fascinantes oasis que nos permitirán regatear la decepción.

-Instalación de Álvaro Urbano (Chertlüdde, Berlín).

El joven artista madrileño, Álvaro Urbano, ha sorprendido en Arco con una abracadabrante escenografía que incluye piezas realizadas entre 2017 y 2020. La reunión de todas ellas sirve para recrear el interior de un hogar, tras cuya ventana llueve ininterrumpidamente. El autor -en una pirueta duchampiana- juega con la materialidad paradójica de los materiales: los más ligeros -como la planta junto a la ventana- están realizados con metal, mientras que los más consistentes -como la tubería- han sido elaborados con cartón. Urbano establece un claro contraste entre una zona de la casa -la que gira en torno a la ventana- cálida y acogedora, recién habitada por un cuerpo indeterminado; y otro “ambiente” -el que vertebra una enigmática puerta- que, por la cantidad de correo acumulado en el suelo, connota un lugar abandonado.

-"Traffic Jam (Order of Importance)" (2018), de Leandro Erlich (Nogueras Blanchard, L’Hospitalet de Llobregat-Madrid).

Esta instalación de Erlich -un híbrido entre el lenguaje escultórico y la maqueta- muestra una procesión de automóviles modelados con arena. Símbolo de la modernidad y de la sociedad del bienestar, el autocar se transforma, en esta obra, en una agente de destrucción y del cambio climático. Su frágil estructura de arena expresa el precario equilibrio de un planeta a punto de deshacerse. El automóvil es, al mismo tiempo, agente de evolución y objeto de la destrucción. El progreso tiene los cimientos de arena, no es un suelo firme sobre el que la humanidad pueda pisar segura. De hecho, algunos de los vehículos representados aparecen semihundidos, en proceso de desaparición.

-"On the rack (pink)" (2019), de Monica Binvicini (Galerie Krinzinker, (Viena).

La artista italiana trae a Arco una instalación en la que el elemento central es el célebre “Secador de botellas”, de Duchamp, situado ante un espejo, y del que cuelgan una suerte de preservativos. El “secador de botellas” (elemento femenino), que en la versión de Duchamp está sin botellas (elemento masculino), es completado por medio de las formas profilácticas que cuelgan de él. La disposición del espejo conlleva que el espectador se refleje y entre literalmente en el interior de la obra. Este hecho provoca dos efectos: de un lado, el proceso de observación habitual es alterado; y, de otro, el espectador se ve a sí mismo, aludiéndose de esta manera a la estrategia onanista que Duchamp desarrolló en su readymade.

-"El Zapallo" (1982), de Ilse Fusková (Walden Gallery, Buenos Airés).

Activista y fotógrafa, Fusková fue la primera mujer argentina que reconoció públicamente su lesbianismo en un programa de televisión. En esta fotografía, la propia autora aparece sentada en el suelo, desnuda, y con un zapallo que, al mismo tiempo, oculta y explícita sus genitales. Frente a la supremacía del falocentrismo, Fusková propone un paradigma vaginal alternativo. Pero, a diferencia de representaciones ya clásicas como la de “El origen del mundo”, de Courbet, la exposición vaginal que realiza la artista argentina no se caracteriza por su sumisión y aceptación de determinados roles sociales, sino por un carácter combativo, intimidatorio.

-"Action Psyche (essai). 24 janvier 1974″ (1974), de Gina Pane (Richard Saltoun, Londres).

En esta acción clásica de una de las grandes representantes del “body art”, Pane hiere con una cuchilla algunos de los puntos de su cuerpo más revisitados en sus performances: el vientre, la boca y los ojos. La sangre -derramada ritualmente con una precisión que la convierte en manifestación teórica- actúa como catalizadora del lenguaje y como elemento de conexión con el público. Cada flujo de sangre acorta la distancia que separa al artista del espectador, procura un espacio de íntima convivencia entre ambos. El hecho de ojos y boca aparezcan rasgados obedece a un cambio de parámetros en la comunicación visual y verbal: ver y hablar de forma diferente, con mayor intensidad.

-"Llenos de esperanza" (2003), de Sílvia Rivas (Galería Rolf Art, Buenos Aires).

En esta vídeo-instalación, Sílvia Rivas exhibe un cuerpo presionado y flexionado por la crisis económica y por las anomalías sociales. Pero, en este aparente contexto de sometimiento, el cuerpo no capitula, no se rinde. Empuja y presiona, resiste con todas sus fuerzas en un silencioso pero contundente grito de esperanza. Por medio de las diferentes situaciones y puros de vista reproducidos en los diferentes monitores, Sílvia Rivas confecciona una épica de la resistencia, del padecimiento como acto político de primer orden. La paciencia es un estado de la pasión; y la pasión es liberadora.

-"Sin título" (2020), de Pablo Capitán del Río; y “S/T (abecedario)” (2020), de Javier Pividal (Art Nueve, Murcia).

La propuesta que la galería Art Nueve ha diseñado para Arco comprende a dos de los nombres más sugerentes del arte español actual: Capitán del Río y Pividal. El primero -en una línea que recuerda los primeros moldes de Rachel Whiteread- transforma objetos cotidianos en realidades antropomórficas, cuerpos que se doblan y pliegan sensualmente. Los materiales duros alteran su naturaleza para engañar al ojo y poner en crisis sus parámetros. Por su parte, Pividal abunda una vez más en esa particular “escritura blanca” derivada de Barrhes. Las 24 letras de su abecedario íntimo -planchas de aguafuerte en cobre- se articulan como “partes enteras” del universo lingüístico: cada letra contiene a las demás, las nombra a todas. Pero, en lugar de construir un vocabulario útil, cada silueta permanece como un testigo material y estético.

-"Light Grey Eroded Basketball Hoop" (2019), de Daniel Arsham (Baró Galería, Sao Paolo).

Una de las principales líneas de creación del norteamericano Arsham es la representación de los objetos propios y emblemáticos de la modernidad, sometidos al rigor de la obsolescencia. En este caso, un tablero y canasta de baloncesto se muestran dañados e inutilizados. La función social que siempre han desempeñado -otorgar una posibilidad de ascenso a la minoría afroamericana- queda ahora en suspenso, sin efecto alguno. La sensación que Arsham transmite a través de este objeto a medio destruir es muy diferente a la pretendida por Jeff Koons en su serie sobre los balones de baloncesto: aquí ya no hay sensación de ingravidez y de “eterna juventud”, sino de crepúsculo, de caducidad de unos determinados valores.

-Sin título. Oscar Abraham. Galería Fernando Pradilla

-El muro de ladrillos que el artista venezolano Oscar Abraham presenta en el stand de la galería Fernando Pradilla, de Madrid, ilustra elocuentemente su forma de trabajar: la extracción de estados anímicos al material. La alteración de un elemento de construcción como el ladrillo -mediante el añadido de esmaltes cerámicos y su horadamiento- transforma lo funcional en una superficie “sutilmente excesiva”. La primera impresión -por la cual se reconoce un muro de ladrillos “normal”- va mutando poco a poco, conforme la mirada es atraída por los detalles. Entonces -y al igual que sucede con los “muros carnívoros” de Adriana Varejao-, lo familiar se torna en extraño, y lo inerte se carga con emociones impropias de su condición física.

-"Nobody Knows Philomena told me this" (2020), de Miguel Ángel Gaüeca (Espacio Mínimo, Madrid).

Como si se tratara de una reinterpretación de los especímenes anatómicos de Frederick Ruysch, Gaüeca ahonda de una manera fascinante en el acto de mutilación que supone el hecho estético en sí. Unas manos, introducidas en frascos de cristal, transforman lo humano en artístico, la unidad vital en fragmento estético. Adquiriendo la forma de una maquinaria metaartística, esta pieza de Gaüeca viene a sugerir que el arte no es sino un descuartizamiento de lo real. Descontextualizado el fragmento, y conservado en el formol de los valores estéticos, cada creación constituye una aberrante separación de la parte del todo.