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Santiago Posteguillo: “Si me siento seguro con el coronavirus es por los médicos y no por los políticos”

El escritor presenta “Y Julia retó a los dioses”, la segunda parte de la emperatriz Julia Domna, esposa de Septimio Severo y la mujer que salvó el imperio romano de ser dividido
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Roma es uno de esos periodos extraños que siempre sirven como modelo, metáfora o reflejo para explicar cualquier fenómeno de épocas posteriores. Es como si el imperio hubiera albergado tanta variedad de situaciones y tipos de hombres que todo lo que hubiera sobrevenido después solo fuera mera emulación, variedad o repetición de esos estereotipos y sucesos. Unos siglos, con el punto de sutura de las legiones, que estuvieron trabados de ambiciones, corruptelas y venganzas que, en ocasiones, más que del pasado parecen hablar de hoy mismo. «La corrupción es un cáncer para cualquier civilización. Debilita la sociedad, mientras la virtud la fortalece. El ser humano tiende a la corruptela. Pero existen diferentes niveles. El nivel aceptable es cero. Hay que intentar conseguir una matrícula en falta de corrupción para ver si logramos un aprobado. Hoy en día existen políticos muy honrados, pero existe una tendencia hacia a la corrupción. Todos los partidos políticos están igual. Veo una degeneración democrática grave en todos ellos», comenta Santiago Posteguillo.
El novelista culmina en «Y Julia retó a los dioses» (Planeta) la historia de Julia Domna, la esposa de Septimio Severo, que había empezado en «Yo, Julia», obra por la que obtuvo el Premio Planeta 2018. Esta continuación, que ha presentado en uno de los límites del imperio, en el muro de Adriano, a unos kilómetros de Newcastle, recoge las luchas en las fronteras de Oriente Medio y Britania, donde los romanos se enfrentaron una vez más a los caledonios y la campaña, precisamente, donde fallecerá el emperador. Pero también es la crónica de una mujer por evitar que la dinastía que ha empezado sea derrocada por quienes intentan asaltar el poder.
-¿Cuál fue la clave para que el Imperio Romano resistiera a pesar de las luchas intestinas por el poder?
-La inercia de la administración es lo que hizo posible que perdurara Roma. La misma inercia administrativa que permite en la actualidad que, aunque no haya un gobierno real, sino uno en funciones durante más de un año como sucedió en España o Bélgica, continúe funcionando un país. Es lo que hace que algunos se planteen si realmente nos hacen falta tantos gobernantes si la nación va sola. El imperio de Roma tenía una administración que permitía mantener en marcha esa maquinaria inmensa a pesar de los conflictos del Senado, la familia imperial o las guerras civiles. Es la misma que, a pesar de ser criticada por burocrática, mantiene un estado en un periodos de crisis.
-¿Es más importante que un líder?
La administración rellena espacios sin liderazgo, pero lo ideal es la combinación de un buen liderazgo con una buena administración. Me gusta recordar una máxima de Winston Churchill, quien decía que un político es el que piensa en las siguientes elecciones y un estadista el que piensa en la siguiente generación. Lo ideal es tener estadistas, como Trajano o Julia, con una administración de esta clase.
-Y ahora nos encontramos en una etapa de políticos
-Estamos en una época de políticos cortoplacistas. Y los tenemos en mitad de desafíos generacionales como el cambio climático. La administración es la que ayuda a paliar las carestías de nuestra clase política. El funcionario no es solo la persona de una ventanilla. También son los médicos, los bomberos, los policías, las unidades de emergencia del ejército... ellos son los que nos permiten que estemos tranquilos y que podamos sentirnos seguros. Si Estoy más seguro con el coronavirus es por los médicos de España y su servicio sanitario y no por los que nos gobiernan y la oposición.
Santiago Posteguillo vuelve a llevarnos a los confines del imperio con su nuevo libro. Los romanos volverán a reencontrarse con antiguos enemigos que pensaban derrotados y otros nuevos y muy cercanos, como Plauciano, el jefe de los pretorianos, que aspira a ser reconocido como emperador por el Senador. Pero también saldrá a la luz una enquistada rivalidad: la que mantienen los dos hijos de Septimio Severo y Julia Domna. Un enfrentamiento que a punto estuvo de arrastrar consigo a toda una civilización.
-Julia Domna dio ejemplo de virtud y salvó el imperio. Hoy falta eso.
-Severo da un buen ejemplo como militar, igual que Trajano, y los entraron en combate. Con ello daban ejemplo. Julia también lo hace cuando sus hijos quieren dividir el imperio y ella se niega porque políticamente es malo para el imperio y, por esa idea, se juega la vida y su crédito. Es de las pocas cosas del Senado, enfrentada a ella, que valoran de sus acciones. Se enfrentó a sus hijos por la unión del imperio.
-Las divisiones también están de actualidad: el Brexit, los nacionalismos...
-Julia consigue preservar la unidad, porque era una persona que, aparte de inteligente, sabía que tenía que rodearse de gente aún más inteligente que ella. Por eso crea un círculo de intelectuales, filósofos y científicos que son sus mejores consejeros y aliados. Hoy, no solo estamos gobernados por gente torpe, sino que, encima, se rodean de gente aún más mediocre que ellos. Es una carencia muy grave, porque los mediocres no saben aconsejar a personas que ya de por sí no son muy brillantes. Vamos abocados al eterno conflicto mientras no haya líderes que sepan rodearse de gente más inteligente para recibir consejos sabios.
Pero el novelista también aborda un tema poco tratado en la novela histórica ambientada en Roma: el impacto que los brotes de enfermedades, pestes y virus tuvieron para esta civilización, como describe en una de las partes de este volumen: «Las pestes eran esencialmente, en la primera parte imperial, brotes de viruela, de la cepa más agresiva y letal. En una población de 65 millones de personas es posible que solo durante la peste Antonina muriera un millón. Creo que debilitaron el imperio, pero fue un factor más junto a la corrupción, el populismo y la dictadura militar, en conjunción con la presión demográfica exterior, que condujo a su declive».
El escritor tampoco se ha olvidado de Galeno en este segundo volumen sobre la vida de Julia Domna. El médico intentará, a lo largo de esta trama, consultar dos libros prohibidos; dos estudios sobre disecciones de cuerpos humanos que pueden ser reveladores para salvar vidas humanas y curar enfermedades. «Julia no logra revertir la prohibición de estudiar cadáveres, que es lo que Galeno anhela. Esta postura ha retrasado la ciencia médica 1.300 años, porque Vesalio ya es del Renacimiento. Esto es una pena. Es una demostración de cómo el poder político puede poner zancadillas al avance científico. Esto solo genera problemas. El avance científico, dentro de una moralidad, porque no todo vale, debería ser siempre favorecido por el poder. No sé por qué, los políticos creen que no van a morir de enfermedades raras o que no tendrán leucemia. En Valencia, en la crisis, lo primero que cerraron, fue el instituto Príncipe Felipe de Investigación sobre el cáncer. ¡Qué inteligentes! Luego va y alguno tiene cáncer...
-¿Cuál ha sido el precio que ha pagado la civilización por estas decisiones?
-Imagine cómo estará la ciencia médica dentro de 1.300 años. Eso es donde no estamos. La pérdida es notable. En general, limitar acceso a la cultura lo que hace es generar poblaciones más manipulables, por eso hay una tendencia en todo gobierno de todo color político o ideológico de intentar que la gente no lea. Me da igual que los políticos se llenen las boca de lo contrario. Lo importante son las acciones y, en general, las del poder político de cualquier condición e ideología, están pensadas para que la gente no lea y no desarrolle un espíritu real, crítico e independiente y tener de esta manera un voto más fácil e influenciable. Esto es así, y seguirá siendo así hasta que la gente tenga un acceso muy potente a la cultura, que no es leer y escribir, es saber pensar. Es lo que intento inculcar a mis estudiantes: que tengan pensamiento crítico. Es lo más importante que se puede hacer en la universidad. Hay que incomodar al poder.

El muro de Adriano: en los límites del imperio

Hace frío, hay niebla y cae una lluvia fina. El campo está embarrado y las piedras resbalan. Y, sin embargo, no es un mal día en el muro de Adriano, la frontera norte del imperio romano en Britania. Comenzaron a construirlo en el 122 para reforzar el limes, como sucedió en el Danubio, y se abandonó en el 410, cuando Roma abandonó estas tierras. Santiago Posteguillo explica las campañas que los emperadores dirigieron desde aquí. Septimio Severo, el protagonista de su libro acudiría para pacificar una revuelta en estas tierras y asentar su poder. El escritor desmienta la leyenda de que Britania no fuera conquistada completamente. A través de una serie de campañas, la isla cayó bajo su poder, pero la falta de materias primas hizo que los romanos mostraran menos interés por los dominios de los caledonios, como se denominaban a los pueblos del norte. El muro era un sistema defensivo que consistía en una serie de fortines separados por una milla de distancia que albergaban alrededor de veinte legionarios. Entre medias había unas torretas con dos o tres hombres. Estas posiciones se reforzaban con fuertes distribuidos a través del muro. En cada uno de ellos había tres cohortes (1.500 soldados). Además había fosos y sistemas defensivos que convertían al muro en un gran sistema defensivo, pero, también, una gran ventaja económica. Cualquier persona que metiera productos en el imperio o que deseara sacarlos para comerciar con ellos, debía pagar un impuesto. Lo militar y lo económico siempre han ido de la mano.