César Antonio Molina: “La poesía española es aburrida y poco cosmopolita”
El que fuera Ministro de Cultura con Zapatero hace balance de su trayectoria vital y aboga por la dignidad de la existencia en su nuevo poemario, «Para el tiempo que reste»
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Para que las horas se condensen en la muñeca de César Antonio Molina solo hace falta media vida y un “templo de maíz” enterrado en la lluvia. Este hombre del mundo con más de medio centenar de libros publicados cuya piel pertenece a Galicia ha sido escritor antes que ministro, poeta antes que político, lector antes que creador. Ahora vuelve a ejercitar su actividad en los círculos literarios con la publicación de «Para el tiempo que reste» (Fundación José Manuel Lara) y la composición de unos versos más masticados y detenidos que se alejan de las necesidades materiales para acercarse al cultivo de lo espiritual. Un repaso simbólico de la plenitud otorgada por el conocimiento y la experiencia que solo la edad concede. Nos sentamos con él para hablar del provincianismo de la poesía española, el destino de lo fortuito, la trampa competitiva de los partidos políticos y la muerte de la cultura.
–¿Qué papel juega el destino en la preparación de sus viajes?
–Es algo realmente fundamental. Me gusta no conocer el lugar que piso por primera vez. No informarme previamente, sino descubrirlo por mí mismo. Creo mucho en el azar y en el destino y un escritor tiene además la obligación de hacerlo. Cuando llegas a un lugar y ese lugar sabe que lo quieres, rápidamente se identifica contigo y te lleva a donde tú inconscientemente querías ir pero no lo sabías.
–Mencionaba antes el carácter ciertamente provinciano de la poesía española... ¿Esto es un vicio pasajero o una condena?
–Mira, ya Menéndez Pelayo en «Los heterodoxos» advierte de que uno de los males de España es el realismo. Mientras en otros países ha habido escritores realistas, fantásticos, imaginativos... aquí seguimos dando vueltas, los mismos temas del realismo social. Hay un lenguaje internacional de la poesía que comienza con Homero. Porque nadie se siente extranjero leyendo la «Ilíada» ni piensa «esto les pasó solo a los griegos», tampoco bajando al infierno con Dante o desgranando la belleza con Baudelaire. La poesía española no tiene ese carácter universalizante que puede tener la poesía inglesa o la francesa. Es aburrida, poco cosmopolita y menos intelectual que antes. Solo piensa en sus propios intereses y parece que le falta conexión. A mí me pertenece Emily Dickinson, Ezra Pound, Whitman y Juan Ramón Jiménez. Tenemos que unirnos al lenguaje poético del mundo. Integrarnos para influir.
–¿Somos de donde nacemos?
–De los dos sitios. Pero las raíces profundas son y serán del lugar donde vemos la luz por primera vez. Cuando te engendran ya te transmiten toda esa raigambre. Eso no quita que puedas compatibilizarlo con los elementos que vas adquiriendo de otros lugares. Cuando yo iba a Pekín en aquellos viajes que tuve que hacer para abrir el Instituto Cervantes allí, recuerdo que cuando estaba en el aeropuerto resguardándome de una tormenta tremenda, de repente se me apareció el río Eume, el río de mi infancia. Poco después escribiría un libro. Las raíces tienen ese punto de inesperado.
–¿Hay más competitividad en los círculos literarios o en los partidos políticos?
–(Risas) En los dos sitios. Lo que pasa es que en los partidos políticos ocurre de una manera mucho más violenta, más agresiva. En la literatura, a pesar de que también la hay, tengo la sensación de que existe más generosidad, más compañerismo. Hay muchas puñaladas eh (risas), pero en el fondo hay cierta solidaridad. En las letras sabemos que todos estamos trabajando por tener y transmitir un conocimiento del mundo, pero en política la gente solo piensa en el poder y en imponer sus ideas.
–¿Le parece lícito el surgimiento de los llamados «instapoetas» como Elvira Sastre y en último término, un sinónimo de calidad?
–Pienso que cada generación tiene que buscar su vía. Yo ya no voy a cambiar. No voy a sustituir mis canales de expresión por Instagram o Facebook porque básicamente utilizo lo que tengo que utilizar. Estos jóvenes escriben, en el fondo, con un realismo sucio sobre una libertad edulcorada que ya existía en la época hippie. Pero lo respeto. Son gente joven y les deseo todo lo mejor, ¿Sabes por qué? Porque poseen un derecho inalienable. Que es el de equivocarse. Es venial cuando te equivocas siendo joven, pero mortal cuando lo haces siendo mayor.
–¿Se privilegiaba más la cultura en la época en la que estuvo como Ministro del PSOE?
–La cultura, como la hemos conocido, está en extinción. Cuando la cultura no sirve de conocimiento espiritual del ser humano y no se aplica para cuestionarse e interrogarse sobre las grandes preguntas que siempre nos han preocupado, «¿para qué estoy aquí?», «¿para qué he venido?»... no sirve. No sé hacia dónde vamos pero tengo claro que la cultura, tal y como la hemos conocido nosotros, se acaba con nosotros. Ahora parece que todo es diversión, superfluo, pasajero, inútil. Por ejemplo, lo de hablar del videojuego como un producto cultural... Afirmar tal cosa me parece un insulto a la inteligencia. ¿Dónde está la lectura? ¿Y el saber? ¿Y el conocimiento?
–¿Es temerario que la izquierda de este país se arrogue la representatividad exclusiva de la cultura? ¿O un derecho justificado?
–Si fuese un escritor francés no me estarías haciendo esta pregunta. Porque allí la cultura no entiende ni de derechas ni de izquierdas. Aquí venimos de un Golpe de Estado contra la República, de una Guerra Civil muy cruenta y de una dictadura de cuarenta años. ¿Quién estuvo más cercano a la cultura cuando vivía Franco? Pues la gente de izquierda, esa es la verdad. Ahora... ¿que no hubo aquí un poso cultural importante mientras eso se producía? Mentira. Todos los exiliados como los Zambrano, los Alberti, los Juan Ramón Jiménez, los Jorge Guillén o los Picasso dan buena muestra de ello. La cultura tuvo un peso muy importante durante la República y ahora tenemos una democracia en la que cabe de todo. Eso no es peor ni mejor, simplemente distinto. Y me parece bien. De hecho no encuentro diferencia alguna entre el extremismo de un partido como Vox y el de Unidas Podemos.