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Uno de cada cuatro actores, sin trabajo

Con las salas cerradas y los escenarios desiertos, sus ocupantes cruzan los dedos para que el parón por el coronavirus no suponga «la muerte» de parte del sector. La Unión de Actores y Actrices estima pérdidas de casi 7 millones y el despido del 23% de los intérpretes. Hoy, Día del Teatro, el futuro pinta sombrío a la espera de las propuestas del Ministerio de Cultura
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A medio camino entre la chanza y la (triste) realidad, se dice que las prácticas de todo buen aspirante a actor pasan por el bar. Y no pidiendo copas, que también, sino subsistiendo con algún trabajo temporal para que el susodicho o susodicha continúe soñando con, algún día, ser eso que le han comentado que es muy precario, pero que, sin embargo, le encanta. Cuatro perras bastan para sufragar el alquiler, la escuela de interpretación y un par de trapos que den bien en las audiciones. El problema con el que se encuentra hoy esa cantera de intérpretes es que ya no les quedan bares o tabernas ni para ahogar penas ni para hacer de salvavidas. Tampoco, por supuesto, esos escenarios de tercera regional, tan necesarios por otra parte, en los que los muchachos vayan haciendo callo y engordando el currículo.
Como en tantos otros sectores, el maldito virus ha arramplado con todo, también con ellos. Ayer, la Unión de Actores y Actrices estimaba pérdidas de 6,8 millones de euros y un 23% de despidos. El secretario general del sindicato, Iñaki Guevara, advertía de una situación «insostenible» y clamaba por «medidas concretas». Primero, pararon los centros de formación, luego Málaga dijo que su festival tendría que esperar a mejores tiempos, los teatros echaron el telón y las salas de cine el cierre, los rodajes se pararon... Cada uno a su casa, Dios en la de todos y las tablas cogiendo polvo, los decorados abandonados y mucha incertidumbre en la que «intentar mantener el tipo como buenamente se puede». Lo dice Miguel del Arco, que es verdad que hace tiempo que no sube a un escenario a interpretar, pero que sabe bien de qué va esto. La pandemia le pilló programando la temporada que viene en su Pavón Kamikaze, con «Jauría» en Galicia y, entre otras, con ese teatro de la calle Embajadores de Madrid a punto de dar el pistoletazo de salida a «Traición». Uno de los estrenos de la temporada que había juntado a Israel Elejalde, en la dirección, con Irene Arcos, Raúl Arévalo y Miki Esparbé, y que apenas ha podido completar una función previa en Avilés. Y nada más: «La preventa iba como un tiro y ahora no sé qué va a pasar. Abrir antes de San Isidro es difícil. La psicosis va a durar, así que tendremos que quitarla con agua y jabón para volver a llenar. Es una tristeza», comenta mientras intenta descifrar qué significa la palabrería que se ha publicado en el BOE. «Es como si fuera un manuscrito en suajili. No te enteras de nada». Al director le cabrea eso, pero más la pasividad de su ministro, el de Cultura. Le entra la risa floja cuando piensa que en Alemania rápidamente se declaró la cultura un «bien de primera necesidad». «Nosotros debemos declararla patrimonio de los españoles. Hay que defenderla», apunta un Luis Bermejo, todavía «desconcertado», al que el parón le pilló de camino a Granada con «Los mariachis». Por el momento, aquí «vamos tarde, no hay ninguna esperanza. Somos la cuarta industria de este país y como si nada», recuerda Del Arco.
Más allá de dinero, el kamikaze entiende la cultura como algo más. Un plus. «Eso que nos une». La gente sale al balcón y no se pone a hacer ecuaciones, sino que canta y baila. Una breve tradición que emociona a María Hervás, que aprovecha para hacer un examen antropológico: «Lo primero siempre es la vida, pero el humano necesita la cultura para su realización personal, solo hay que ver la cantidad de propuestas “on-line” que tenemos, necesitamos compartir momentos de belleza. Hacía mucho que no vivía algo como el primer aplauso. Me recordó a momentos que solo he vivido en conciertos de artistas muy grandes. Decir que eso fue bonito se queda corto». Para la actriz eso es la humanidad, «estar más cerca de la fiesta comunitaria que de otras cosas, como comprarnos un coche».
Hervás, sin embargo, aprovecha este parón forzado para darse cuenta de la nube que la envolvía. Solo en el verano del 19 estuvo implicada en nueve proyectos y, así, es difícil ser uno mismo. «Inconscientemente vas cargando con responsabilidades hasta que llegas a un nivel de estrés altísimo. Estaba especialmente irascible y había dejado de disfrutar. Por lo que, personalmente, esto me ha ayudado a reconectar conmigo. Por el contrario, me preocupa el futuro de muchos teatros y proyectos». Respecto al Kamikaze, donde la intérprete volvía esta primavera con «Jauría», Del Arco es contundente: «Este frenazo para nosotros es la muerte. No tenemos músculo financiero para aguantar. Por eso es tan importante que el ministro nos diga ya las medidas».
Pendiente de esa decisión también se encuentra Secun de la Rosa. Feliz hasta hace un mes con su ópera prima. «Estaba arriba y, de repente, paramos y a encerrarse. Los primeros días han sido angustiosos», cuenta el director de «Cover», en la que, por cierto, también actúa Hervás. Reconoce que le cuesta concentrarse, que mata el tiempo entre noticias, lecturas y algo de ejercicio, «es lo que toca». Por mucho que le duela, debía parar: «Cancelamos a mitad del rodaje. Solo se hablaba del virus. Nos quedaban dos o tres días en Benidorm y luego íbamos a Madrid. Esto se hará largo. Nos esperan meses duros. La situación es catastrófica porque hemos perdido decorados, dinero, equipos, y no sabes si se podrá volver a reunir a todos los actores», apunta de unas agendas que van a convertirse en quebradero de cabeza para el mundo del cine y el teatro.
Más suerte ha tenido Mario Casas. En tiempos de Netflix, «Hogar», en la que comparte cartel con Javier Gutiérrez, sí ha podido salvar el estreno en la plataforma: «Tengo amigos que lanzaron la película el fin de semana que se paró todo y es tremendo. Esto hace mucho daño al cine. Nosotros hemos perdido en el camino cosas, como la proyección en Málaga, pero somos de los pocos privilegiados por poder emitir el trabajo», explica un actor que también suspira con el problema de cuadrar fechas en el futuro. «Supongo que se irá moviendo todo y se dará prioridad a lo que iba antes», comenta. Y a un mes de estrenar «Puertas abiertas» se ha quedado Cayetana Guillén Cuervo, que ahora mata el tiempo «profundizando en el texto» y «adelantando películas de “Versión española”». En esas, hay dos cosas que le quitan el sueño: primero, llevar la función inicial al escenario en el que se despidió su padre, el Español, «por eso acepté volver al teatro»; y, segundo, «que se entienda la interpretación y el arte como un elemento básico para forjar el espíritu crítico y, por tanto, la libertad individual. La cultura es oxígeno», termina.

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