Sección patrocinada por sección patrocinada
Literatura

Literatura

Alberto Vázquez-Figueroa: «El hombre es la única plaga que existe»

Publica la primera novela sobre el coronavirus, «Cien años después», donde reflexiona sobre lo que está sucediendo y el mundo que se avecina después

Alberto Vázquez Figueroa, en su casa de Madrid
Alberto Vázquez Figueroa, en su casa de MadridCristina BejaranoLa Razón

J. Ors - Madrid

Alberto Vázquez-Figueroa trae consigo un mundo de aventuras y corresponsalías periodísticas que le ha dado mucho fuelle vivencial y una amplia perspectiva de lo humano. Es un vividor que se talló con la vieja literatura de héroes, la que cultivaron Conrad y Stevenson, pero que siempre se negó a dejar atrás a las experiencias y los viajes por ningún encierro bibliotecario y eremita. El resultado es una prosa rápida pegada a la actualidad y lo que sucede a pie de calle. Siempre ha mantenido como filosofía o principio que un autor tiene la obligación de escribir sobre los acontecimientos de su época, una lección que probablemente le ha dejado su paso por el periodismo de prensa y el de televisión, y esa cobertura de ocho conflictos bélicos que dejaron su mella. Esa destilación del tiempo presente es lo que asoma precisamente en su último título, «Cien años después» (Kolima Books), la primera novela que se ha escrito en España sobre la pandemia del coronavirus. Un relato que habla de la familia, la necesidad de contar con los otros y estas medidas de aislamiento que han acorralado a Occidente. «Se llama así porque evoco la mal llamada gripe española. Ahora revivir algo similar es un infierno. Aquella epidemia dejó ocho millones de muertos en España. Pero lo que deseaba expresar con este libro es lo que estamos viviendo. Me parece inconcebible que, de repente, en nuestro país, nadie pueda salir a la calle. Es inimaginable. Algo propio de la ciencia ficción. Fui corresponsal de prensa durante años, pero nada de lo que he visto tiene comparación con un acontecimiento de este calibre. Y he presenciado muchas guerras, algunas bastante duras, como la del Chad, que se hacía a casi 50 grados de temperatura. Pero esto es tremendo, inenarrable, por un aspecto: no sabes quién te va a contagiar, si va a ser tu padre, tu sobrino, tu mujer... ¿quién te va a traer la enfermedad? Es durísimo. Tienes el enemigo en casa, en tu propia familia. Es un adversario invisible terrible».

Un chute de vitaminas

Vázquez-Figueroa, que se define como un contador de historias más que como un escritor, y que defiende con orgullo el tono periodístico de sus más de cien libros, algunos de gran éxito, como «Tuareg», reconoce que la epidemia le ha sorprendido en un momento bajo, de abundantes apatías: «Yo ya estaba fatigado de la vida, no me llamaba la atención nada de lo que veía en ella. He visto enfrentamientos, terremotos y tenía claro que antes de perder la mente como le ocurre a algunas personas, me gustaría desaparecer. Este era el ánimo que sentía cuando surge esto y es como si me hubieran inyectado vitaminas. He vuelto a sentir la necesidad de contar cosas, es lo que quiero ahora mismo: trabajar, escribir».

En «Cien años después» describe cómo se inicia esta epidemia en un mercado de Wuhan, debido al consumo de unos pangolines que habían comido excrementos de murciélagos de herradura y a partir de ahí se extiende. Una explicación que coincide con aquellas que están ofreciendo los medios de comunicación y que alude a una vieja experiencia suya, cuando fue moriddo por uno de esos dráculas alados. «Lo más dramático es la muerte en soledad de las personas. Tienes un amigo y un familiar enfermo y no puedes consolarlo. Además, hay muchos muertos que desaparecen. Luego resulta que están en el Palacio de Hielo, que se ha convertido en morgue».

Para el escritor esta epidemia «es una bofetada para Oriente y Occidente. Ahora que los árabes se creían dueños del mundo con su petróleo, ¿qué sucede? Dependen de que los demás les envían alimentos. ¿Qué van a hacer con sus ciudades en mitad del desierto? Los hombres nos consideramos los reyes del mundo y al encontrarnos con esto, nos damos cuenta de lo frágiles que somos. Cualquier otra especie animal lo soportaría. De hecho, siempre sobreviven si nosotros no las manchamos. Los hombres somos la única plaga que ha existido. En estos meses de epidemia, los canales de Venecia están limpios, han reaparecido delfines en el puerto de Lima y se han multiplicado los ciervos, las codornices... Hemos dejado de joder a la naturaleza solo ocho semanas y ha rebrotado. ¿Qué significa? Que a lo mejor ella se ha cansado de nosotros. Es una advertencia. Deberíamos repensar muchas cosas». Cuando se le pregunta el qué, comenta que «el mundo tiene que cambiar. Hay que hacer un trabajo de imaginación para volver a ser inteligentes y que los políticos no vuelvan a caer en las barbaridades que estaban cometiendo. Hay que vivir con moderación. Ya basta de coches o relojes caros. Debemos consumir con un poco más de racionalidad y criterio».

La segunda parte de la novela se llamará “Vacuna”

Alberto Vázquez-Figueroa ya está escribiendo la segunda parte de la novela, que va a llamar «Vacuna». Una reflexión sobre hacia dónde vamos y qué transformaciones sufrirá el mundo debido a la epidemia. Pero en «Cien años después» lo que defiende es la necesidad de permanecer junto a la familia, «que estemos cerca de los nuestros. Habrá roces, no quiero pensar en los que tienen hijos adolescentes, pero si existe un momento para estar unidos y tener paciencia es éste».