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El exorcismo a Hitler

Mediante una campaña difamatoria se trató de asociar la imagen de Pío XII con el Führer. Nada más lejos de la realidad
ApAP
  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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Aunque Eugenio Pacelli, es decir, el Papa Pío XII (1876-1958) trató de evitar por todos los medios a su alcance inimaginables el inicio de la Segunda Guerra Mundial, de nada le sirvieron sus loables intenciones, su vasta cultura ni tampoco su carisma. El Führer invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939 y con este movimiento «relámpago» dio comienzo la segunda conflagración mundial y el horror del Holocausto que, como todo el mundo sabe, se cobró millones de vidas en los campos de exterminio. Pío XII dejó clara su postura desde el principio.
Dicen que caló a Hitler antes incluso de su acceso al poder y que ya en 1929 era muy consciente de que se trataba de un ególatra peligroso, aunque erró en subestimar lo lejos que llegaría. A medida que las tensiones en Europa fueron en aumento, desde la Santa Sede el Papa trabajó incansablemente para evitar la guerra. Seguía firme en la idea que había pronunciado al ser elegido pontífice, «llamando a la paz en aquellas horas difíciles y agitadas». Pero nuestro protagonista no se limitó a impetrar sus deseos al cielo mediante oraciones o simples declaraciones, sino que tuvo una postura muy activa. Llegó incluso a escribir de su puño y letra a Hitler en persona y realizó cuantos esfuerzos estuvieron en su mano para ayudar a los judíos a evitar la terrible deportación.
Entre tanto, les daba cobijo en universidades y edificios protegidos por la extraterritorialidad y realizaba innumerables gestiones diplomáticas al efecto. Además, en octubre de 1939, el Papa redactó su primera encíclica y, por supuesto, en ella condenó el totalitarismo y se refirió al sufrimiento de todo el pueblo polaco. Poco después, en 1940, no quiso desaprovechar tampoco la visita del ministro de Asuntos Exteriores alemán, Joachim Von Ribbentrop, que viajaba a Roma para convencer a Mussolini de su participación en la guerra, con objeto de entrevistarse con él.
En el encuentro, que se prolongó durante más de una hora, el pontífice denunció con datos, fechas y nombres concretos la persecución de la que eran objeto muchos católicos. Pero el emisario nazi se lavó las manos, como Pilato. La puerta nuevamente se le cerró al pontífice, que solo pudo valerse de su propio nombre para seguir luchando por defender a los judíos perseguidos y salvar el mayor número de vidas posible.

Enorme injusticia

Aun así, la Historia tenía preparada una enorme injusticia para este buen Papa. En 1963, en la obra de teatro del alemán Rolf Hochhuth, El Vicario, se dibujaba a un Papa muy diferente, haciéndole pasar por cómplice del Holocausto. Y eso dio pie a una sarta de calumnias que deformó por completo su imagen. Algunos le llamaron incluso «el Papa de Hitler», mientras otros le acusaron de mirar hacia otro lado cuando los nazis cometían crímenes de lesa humanidad. La campaña difamatoria ensombreció su figurante durante demasiados años.
Pero su figura distorsionada a propósito no se correspondía con su auténtico perfil humano y eclesiástico. Como escribió el historiador José Orlandis en su obra «El Papa Pío XII» (1997), la mejor prueba para defender sus actuaciones durante la guerra estribaba en que el mismísimo rabino de Roma durante la guerra, Israel Zolli, decidió convertirse al catolicismo y tomar el nombre de Eugenio en honor nada menos que del Papa.
¿Acaso no es ya de por sí significativo este gesto? En este sentido, también contamos con algunos testimonios más recientes de personas que estuvieron al servicio de Pío XII y que comparecieron en los juicios del proceso de beatificación del pontífice iniciado por Pablo VI. Así, la monja sor Pascalina Lehnert, que desempeñó el cargo de ama de llaves y asistente personal de Pío XII durante cuarenta años, hizo constar en su declaración jurada que muchos obispos consideraban a Hitler un endemoniado y que alertaron varias veces al Santo Padre, quien tras meditar sobre el asunto optó por rezar por su alma y practicar exorcismos al criminal de guerra en su capilla privada delante de las religiosas.
Aunque no debieron dar muy buenos resultados los exorcismos, a juzgar por todo el sufrimiento que infligió el dictador durante demasiado tiempo. Algunas fuentes adicionales inciden en que la actuación de Pío XII en la guerra fue irreprochable. Aludimos a una amplia documentación publicada en 1965 por el Vaticano bajo el título Actos y documentos de la Santa Sede relativos a la Segunda Guerra Mundial, gracias a la cual se logra limpiar de una vez por todas la imagen mancillada de este Papa maltratado por la Historia.

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