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Historia

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La “bestia de Omaha”: el alemán que mató 1.000 norteamericanos en Normandía

Estuvo disparando su ametralladora desde las seis de la mañana hasta las tres de la tarde

Su nombre era Heinrich Severloh y mató a mil norteamericanos en la playa de Omaha (algunos duplican la cifra). A las seis de la mañana, un oficial lo despertó para anunciarle lo que ningún soldado de la Wehrmach deseaba escuchar: la invasión aliada había comenzado. Y lo había hecho por su sector: Normandía. Inmediatamente se trasladó a su puesto, el nido de «resistencia 62», en el punto conocido hoy como Easy Red, el último baluarte de las tropas alemanas que caería ese día y donde cientos de muchachos se dejarían la vida. Se trasladó a su posición inmediatamente y agarró su arma, una MG 42 con trípode. A su lado se colocó, por si acaso, un Mauser Kar 98 K. Estuvo disparando desde las seis de la mañana hasta las tres de la tarde. Según los datos, descargó aproximadamente 13.000 balas. Pero él siempre recordaría la primera que disparó en esa jornada. Fue a un chaval americano que acababa de llegar a la orilla. Lo vio perfectamente. Estaba buscando refugio entre los obstáculos que existían en la playa para ponerse a salvo del fuego enemigo. Apuntó al pecho, como él mismo refirió, pero no acertó y le dio en la cabeza. Vio cómo el casco saltaba en el aire y el muchacho, de una edad semejante a la suya, caía muerto. Después continuó disparando sin cesar, pero años después, igual que Aquiles, todavía soñaría con aquel crío que abatió desde la distancia.

Cementerio Militar Norteamericano de Normandía.
Cementerio Militar Norteamericano de Normandía.larazon

En un día como hoy, 6 de junio, se produjo hace 76 años el desembarco de Normandía, en la que tomaron parte tres millones y medio de soldados de ambos lados a finales de agosto. Las bajas todavía dejan helado: se calculan alrededor de 625.000, quizá más, entre aliados y alemanes. Solo en la playa de Omaha hubo 43.500 americanos y 12.000 alemanes. Los muertos fueron, 3.000 entre los primeros y 1.200 entre los segundos. Fue el tramo más duro de la Operación Overlord. Hubo una unidad que llegó a perder el 90 por ciento de sus hombres en la primera oleada (en la cual estaban el escritor J. D. Salinger y el fotógrafo Robert Cappa). Y probablemente Heinrich Severloh fue uno de los responsables de que se produjera esa masacre. Él mismo relató cómo al principio tenía al enemigo a 500 metros, luego a doscientos, luego a cien.... A su alrededor iban cayendo sus compañeros sin parar. Muchos años después declararía que no deseaba matar a esos jóvenes a los que abatía, pero que si no lo hacía, ellos terminarían con su vida. Así que siguió empuñando su arma sin parar. A su alrededor todo era ruido, fuego, sangre, explosiones y horror. Cuando se le acabó la munición de la ametralladora, agarró el rifle. Para entonces, ya solo quedaban tres en su posición y la línea de defensa se había desplomado a su alrededor. Todo estaba perdido. Los habían superado. Un oficial, el único superviviente, le indicó que tenían que retirarse. Durante esa huida fue apresado y herido. No lo mataron. Pero lo enviaron a una serie de cárceles en las que estuvo preso y en unas condiciones tan pobres que después arrastraría secuelas. Nunca comentaría lo de aquel día hasta mucho después, cuando confesó lo que hizo. Vivió siempre con la memoria de su resistencia, pero jamás con orgullo. Cuando ya estaba en la senectud, el destino le brindó la oportunidad de reconciliarse con uno de los americanos que desembarcó por allí, un sacerdote que fue herido tres veces, casi con toda seguridad, por Severloh. Los dos regresaron a Omaha y se abrazaron.