Javier Sierra: “Estos virus pudieron llegar del espacio con los meteoritos”
Ha escrito su nuevo libro, «El mensaje de Pandora», durante el confinamiento, y reflexiona en esta entrevista acerca de la pandemia y del futuro que nos espera
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No ha salido la primera edición y ya se ha encargado la segunda y se han vendido los primeros derechos al extranjero. Javier Sierra publica «El mensaje de Pandora» (Planeta). Un libro que ha redactado durante los días del confinamiento, entre el «shock» que ha supuesto la propagación de esta pandemia, pero con la serenidad y el pulso del que cuenta con detrás con un capital importante: lo que dice la historia y la experiencia. Javier Sierra, que en esta entrevista reflexiona sobre lo que ha supuesto la COVID-19, ha redactado un libro con la urgencia del momento, pero sin premuras, que es a la vez una carta, una fábula y un viaje. O en realidad varios viajes. Uno que es geográfico y otro que es temporal, el que nos lleva desde las ruinas arqueológicas Göbekli Tepe hasta la cueva prehistórica Trois-Frères y el pueblo de Verges. Un recorrido que visita también mitologías antiguas y descubrimientos científicos recientes. Y todo para descubrir un conocimiento olvidado.
–¿Cómo ha sobrellevado esta pandemia?
–Mi reacción ha estado condicionada por mis lecturas y mi pasión por la historia. Enseguida la comparé con otras anteriores que ha habido en nuestra civilización durante los últimos 2.000 años. Hemos tenido mucha suerte de que este virus sea «flojo». Ya sé que parece raro decirlo, pero si lo comparas con la gripe española con 50 millones de víctimas y un comportamiento agresivo, hasta podemos decir que hemos tenido una especie de suerte cósmica. Yo la veo como una advertencia. Hemos construido una civilización tan pagada y satisfecha de los logros científicos de los últimos años que nos hemos encastillado en una situación antropocéntrica. La naturaleza nos ha dado un aviso, de que nosotros solo somos una pieza más dentro de ella. Pero esto nos va a hacer prepararnos para nuevos ataques en el futuro. Nos hemos olvidado de lo urgente y nos hemos centrado en la vida. Algunos han redescubierto la vida familiar, que no la tenían por el trabajo. La vida moderna les había alejado de esos valores y ahora la han recuperado y hasta han podido disfrutar leer los libros de su biblioteca .
–¿Cuál fue el peor momento?
–Los emocionales. Cuando se decreta el estado de alarma y descubres que los principales afectados son las residencias de ancianos. Sentí angustia por mis padres, que están en una, en Teruel. Pero aquí tienen un ala de apartamentos, no habitaciones. Las personas viven en 70 metros, con dormitorios, cocina, pero integrado en un edificio asistido. Eso es el futuro de la residencias. No han tenido casos de Covi-19 y los residentes tan tenido vidas normal. Estuve preocupado por ellos, pero luego vi que las cosas estaban serenadas.
–¿Occidente vivía demasiado en la complacencia?
–Hay una degeneración moral y espiritual de Occidente derivada del bienestar. Ha pasado en todas las culturas. El colapso de Roma y Grecia tenían que ver con esta complacencia y también con sentirse los mejores y no atender al desafío que es la vida. Bajaron la guardia. Es lo que ha pasado con Occidente ahora. Pensábamos que las epidemias eran episodios que pasaban en Centroamérica, África, China... Y esa complacencia es perdonable en el ciudadano medio, pero es imperdonable en los dirigentes políticos. Ha habido un fallo evidente en la clase política occidental. Consideraban que estaban por encima del resto. Es lo que nos ha traído mayores problemas.
–Este libro, ¿es una carta?, ¿es una fábula?
–Las dos cosas. Quería una carta, un texto directo que apelara a un receptor imaginario a punto de cumplir 18 año, pero que en el fondo es una metáfora de lo que somos todos nosotros. Esta pandemia nos empuja a entrar en la mayoría de edad. Nos ha enfrentado a uno de los tabúes que evitábamos: la muerte. Arys es una metáfora del lector. Pero a la vez, quería un texto suave, que comprendiera lo que ha pasado y que tuviera una perspectiva: somos una pieza pequeña en el engranaje del universo. Tenemos que evolucionar.
–¿Hacia dónde?
–La peste negra del siglo XIV rompe con el teocentrismo. Destruye el antiguo régimen, la división de poderes, iglesia y reyes. Surge un nuevo modelo de gobierno, el burgués, que tiene modos de gestión de colectivo y dejar de ser Dios el centro del universo. A lo mejor vamos ahora a dejar el antropocentrismo y empezamos a descubrir que solo forma parte de un mecanismo de la naturaleza que tenemos que proteger y respetar y crecer con él. Estas pandemias se producen porque invadimos ecosistemas que no nos pertenecen y estos seres se han quedado sin un lugar donde vivir.
–Apela al conocimiento.
–A evolucionar, a conocer más que creer. El exceso de creer nos ha hecho fallar. Esto conlleva que en el sistema educativo hay que formar a los niños en salud, economía y tecnología, pero también en humanidades, porque tenemos que saber de dónde venimos y que aciertos y fallos hemos cometido en el pasado. Por eso esta es una fábula sobre los conocimientos de los antiguos y acudo al mito de Pandora.
–También a Antifonte: las palabras sanan.
–Eso es más un deseo que una realidad, pero consuela. Somos la civilización de la palabra. Pensemos que el origen de todo es la tradición oral, la palabra que le transmite el padre al hijo. La célula madre es la palabra. La usamos para transmitir conocimiento, pero también para calmar, como bálsamo. Este libro es un bálsamo. Trato de poner las cosas en su sitio y trato de consolar. ¿Cómo? Algo que nos enseña el pasado es que después de una crisis epidémica, existe un rebrote de la civilización. Tras la gripe española, vivimos los años veinte y había entonces muchas ganas de vivir. Pero también surgen entonces los servicios públicos de salud. Antes de 1918, tenías que pagarte el médico o acudir a la beneficencia. Si no, te morías en la calle. Es un gran avance. Esta crisis puede suponer un enorme cambio en ese sentido...
–¿De qué habría que salvar al hombre hoy?
–Hay que encauzar su ambición. Tenemos un desarrollo tecnológico enorme, pero consumimos recursos por encima de lo sostenible, en vez de llevar una vida sostenible. Incluso queremos extender el consumo a nuestros planetas vecinos. El espacio no es una conquista romántica, es la búsqueda de nuevas formas de energía para un uso industrial y sostener esta civilización. Esto lo deberíamos pensar. A lo mejor es inevitable en el desarrollo de una civilización inteligente, pero tendríamos que meditar sobre ello.
–Relaciona esta pandemia con un meteorito en Wuhan.
–No. Es una historia que se ha cruzado y que es interesante. Pandora es la primera mujer. Zeus la manda con una caja donde están las enfermedades y la abre. Ahí acaba la edad de oro de la humanidad. Yo lo interpreto a través de la teoría de la panspermia, que se usa para explicar el origen en la tierra. Varios científicos, entre ellos el Premio Nobel de Química Svante Arrhenius, sostenían que la vida en la Tierra podía haber venido del espacio. Los meteoritos que cayeron en nuestro planeta podrían ser como cajas de Pandora. Diseminaron su contenido, pero no han dejado de hacerlo. Sobre tierra siguen cayendo 100.000 kilos de cometas y asteroides, y no sabemos qué patógenos tienen o qué enfermedades pueden desencadenar. Los escépticos de esta teoría afirman que la COVID-19 está emparentado con el SARS, pero lo que ignoran es que estos virus también pudieron venir del espacio y, al igual que nosotros, somos una adaptación de microorganismos. Pero lo que pretendía es arrancar al lector de su visión antropocéntrica y que observara que todo está conectado, que la tierra forma parte del universo.
–Tender al cosmocentrismo.
–Arthur C. Clark dice que estamos condenados a expandirnos por las estrellas, pero que para hacer ese viaje hay que cambiar de mentalidad. Este momento está llegando, y es un cosmocentrismo. Recientemente se ha cifrado el número de planetas habitables en 6.000 millones de mundos, solo en nuestro planeta. Hay un planeta por cada ser humano actual. Están lejos, pero también estaba lejos América y logramos salvar el océano.
–¿Qué tiene que ver Göbekli Tepe con las cuevas prehistóricas francesas?
–Con las primeras pandemias. Los historiadores dicen que estas surgen cuando el hombre se hace sedentario. El abandono de Tepe, hace 10.000 años, las más antiguas del ser humano, el primer santuario de la humanidad, podría deberse a una epidemia que obligó a dejarlo. También sabemos científicamente que las primeras pandemias se producen porque los hombres conviven con los animales, y estas epidemias saltan del reino animal al hombre. Tenemos imágenes religiosas que son mitad animal y hombre. Las pinturas de las cuevas podrían reflejar el momento en que pudieron saltar estas enfermedades a un entorno humano y poder agredirlos. Esta convivencia con animales pone fin a la inocencia y da pie al comienzo de la pelea con las enfermedades.