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La odisea de hacerse un hueco editorial en tiempos complejos

En pleno desconcierto tras la cuarentena, Daniel Sardá inicia la aventura de crear un nuevo sello, Dosmanos, que quiere encontrar su espacio ante la era digital y rescatar grandes textos de los siglo XIX y XX

La francesa Hélène Bessette (1918-2000) se ha convertido en la primera autora que edita Dosmanos
La francesa Hélène Bessette (1918-2000) se ha convertido en la primera autora que edita DosmanosLa RazónLa Razón

Si crear una editorial ya es una aventura ardua y arriesgada «per se», hacerlo en plena pandemia no se sabe si es un acto de valentía y arrojo o un gesto romántico. Es lo que ha hecho Daniel Sardá, que en medio de este caos que vivimos ha creado Dosmanos, que trata de encontrar su propio espacio en el complejo mundo de la edición. «Entiendo que montar una editorial siempre es una aventura quijotesca, ahora, antes y después –afirma–. Esta nueva circunstancia lo hace todo un poquito más imposible, pero no le añade más valor ni locura que la implícita cuando se acomete un proyecto editorial de cualquier índole. Las dos primeras novelas han estado hibernando durante toda la primavera y dejan detalles curiosos, como que la primera edición sea de abril de 2020, ese mes que este año se nos ha volatilizado. La idea de crearla es por un proyecto que he ido arrastrando a lo largo de los años y que se aceleró en septiembre como final de un máster, ahí es donde toma forma y se constituye Dosmanos como tal».

Su nombre plantea los dos polos del proceso, explica Sardá. «La primera mano es la del autor, pero para que su texto se convierta en ese ente llamado libro es necesaria una segunda –que en realidad son muchas–, que es la edición, manos que van cincelando ese texto hasta convertirlo en un libro. Quiero reivindicar esta figura del editor, que en nuestro ámbito español nunca se ha acabado de entender o, como mínimo, de explicar». Y lo ejemplifica: «En Inglaterra o Francia hay gente como Sylvia Beach, editora de James Joyce, que lo edita en París y para llevarlo a Inglaterra le pone cubiertas de Shakespeare y así evitar la censura, es un tipo de personaje con un punto romántico que no encuentro en nuestra tradición y eso siempre me ha inspirado mucho. Si Dosmanos tiene un punto de romántico, vendría por ahí».

Pero, ¿acaso hay espacio para introducirse entre los gigantes del sector? «Yo espero que sí», responde un Sardá que tiene bien presente que, «aparte de aportar un texto o una aventura literaria por sí misma, queremos aprovechar el soporte del libro para intentar dialogar con otro tipo de experiencias artísticas, así, la pintura o la fotografía. Como lector consumidor, me doy cuenta de que en el mercado se utiliza el libro como tal, por eso no lo entendía como una editorial más, pequeñita entre grandes grupos a los que no puedes plantar cara, sino con una posición ante la era digital», explica.

Y el editor se pregunta para qué se va a comprar un libro solo con texto cuando hay dispositivos con cualquier formato de pantalla en los que «lo puedes tener y mucho más barato», apunta: «Lo que Dosmanos se plantea es el reto ante la nueva era digital, ahí debemos buscar nuestro pequeño espacio. Primero, que el libro sea una buena novela, pero que además suponga un soporte donde jugar. Y quiero enfatizar esa idea de juego donde al final el producto es algo más que un libro. Esa sería mi apuesta singular para agarrar una parcela dentro de este mundo, que no es fácil. Mi intención no es lucrativa, sino poder hacer más libros, que Dosmanos sea punto de encuentro de una generación».

Sardá sabe que la competencia del libro con el mundo audiovisual es muy grande, «pero son experiencias diversas, el papel siempre va a acariciar al ojo y la pantalla lo araña alguna que otra cosa –explica–. Creo que la supervivencia del libro viene por ahí, intentando jugar o incluso dialogar con esas nuevas tecnologías, aprovechando de mil y una maneras todo lo digital. En España se lee poco y hay que incentivar la lectura, por eso es necesario ese diálogo con lo digital, más atractivo, sobre todo, para los jóvenes, aunque nuestra intención es abarcar el ámbito más amplio posible de lectores», remarca.

Su catálogo se rige por dos planteamientos fundamentalmente, rescatar textos de los siglos XIX y XX y dar voz a autores actuales. «Textos que, aunque vengan del pasado, puedan iluminar nuestro presente, que por alguna razón remuevan la discusiónde hoy o planteen puntos de vista diferentes. Y autores actuales que desafíen de forma fehaciente esa realidad, que planteen cosas y muevan al lector, que lo seduzcan provocándolo, pero sin alterarlo, porque no hemos venido aquí para eso. Afirma Sardá que «la editorial es la sustancia de un sueño, la materia de una ilusión...», pero con mucho trabajo detrás. «Si las cosas no son difíciles, arduas y te hacen sudar, no creo que merezcan la pena, son muchas horas de trabajo cincelando o perfilando ese sueño o esa ilusión que es sacar adelante Dosmanos, pero son sudores que sonríen», concluye Sardá.

Rescatarla del ostracismo

Sus primeras novelas son «Ida», de Hélène Bessette, y «El caso Salabert», de David Cameo. Bessette (1918-2000), faro de su generación según Simone de Beauvoir o Raymond Queneau, cayó en el ostracismo del mercado literario, pero jamás en el de la creación. «Ida» fue publicada por Gallimard en 1973 y ahora por primera vez en nuestra lengua. Y tras firmar años como Pablo Tusset, el autor de «Lo mejor que le puede pasar a un cruasán», David Cameo, vuelve.