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Historia

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El hombre que vendió su patria a Hitler

Widkun Quisling facilitó la caída de Noruega y que los nazis destacaran allí 400.000 soldados y 8.000 hombres de las SS

Una imagen de Vidkun Quisling
Una imagen de Vidkun QuislingDe Riksarkivet (National Archives of Norway) from Oslo, Norway

Hace 75 años se abrió en Oslo el proceso contra Widkun Quisling, que fue primer ministro noruego en época nazi. Tal día como hoy se le leyó el pliego de cargos encabezado por la conspiración con el Tercer Reich para la invasión de Noruega el 9 de abril de 1940 y su complicidad con el ocupante nazi durante cinco años, en los cuales se produjeron todo tipo de atropellos, fundamentalmente la persecución y muerte de guerrilleros, la deportación de centenares de judíos y la apropiación de bienes tanto estatales como privados. Un rosario de delitos contra la vida, la propiedad y el Estado.

Quisling conocía su destino desde el declive alemán pese a lo cual trabajó rabiosamente en favor de los intereses nazis, salvo al final en que trató de pensar en los de Noruega, lo cual no le iba a servir de mucho. En vísperas de su entrega a los líderes de la resistencia, el 8 de mayo de 1945, escribió una nota que sólo podía caber en un orate, pero esa sería su estrategia en el proceso: negar la evidencia de su colaboracionismo y de su traición y revestirla de heroica lucha para que Noruega no sufriera las seviciasde la ocupación y los horrores de la guerra: «Sé que el pueblo noruego me ha sentenciado a muerte y de que mi camino más fácil sería el suicidio pero quiero que la historia dicte su propia sentencia. Creedme, en el plazo de diez años me habré convertido en otro San Olav». Se equivocaba: 75 años después sigue apareciendo como un ambicioso inestable que vendió su patria Hitler para lograr el poder que las urnas le habían negado y su nombre se utiliza como sinónimo de traidor a la patria. Vidkun Quisling (Firedal, 1887-Oslo, 1945) tras una brillante carrera en la Academia Militar –primero de su promoción– alcanzó en una década de servicios el grado de mayor. En ese lapso de tiempo, 1913-1923, desempeñó diversos cargos castrenses: agregado militar en Copenhague, comisario del abastecimiento de víveres a la URSS, en 1921 y agregado militar en Moscú. En esa época se proclamaba comunista y estaba afiliado al laborismo noruego. De repente, su giro a la derecha fue copernicano, pasando al Partido Agrario y a la simpatía por el partido nazi. Fue ministro de Defensa en 1931 con el Partido Agrario, lo que hizo de él un político conocido, pero sin carisma: «taciturno luterano», le llama Michael Burleigh, quizá recordando que era un hombre extraordinariamente religioso. Su escaso crédito desapareció cuando fundó Nasjonal Sammlung (Unidad Nacional), de ideología totalitaria, anticomunista, antisemita y pro nazi, con el que concurrió a las elecciones logrando el 2% de los sufragios y ningún acta de diputado.

A partir de ahí se vinculó al nazismo: entabló amistad con Rosenberg y se entrevistó con Hitler, al que expuso el problema que supondría para Alemania la ocupación británica de Noruega y le ofreció sus servicios y de los sus seguidores. Aunque Hitler opinaba que lo mejor para el III Reich era la neutralidad de los países nórdicos, advertía el peligro de una ocupación británica que compartía con el almirante Raeder, jefe de la Kriegsmarine.

Amistades peligrosas

En diciembre de 1939/primavera de 1940, Quisling le hizo grandes regalos a Berlín: como exministro de Defensa conocía los sistemas defensivos noruegos, que pasaron a manos alemanas, le demostró que tenía muchos amigos militares que fueron «tocados» por los agentes nazis y que tenía fuentes de información privilegiada gracias a la cual Hitler inició la ocupación de Noruega el 6/7 de abril, cuando los británicos se aprestaban a hacer lo propio. Gracias a la colaboración de Quisling, aunque con pérdidas y contratiempos, el general Von Falkenhorst pudo comunicar a Berlín el 9 de abril: «Noruega y Dinamarca ocupadas (...) de acuerdo a las órdenes recibidas». Quisling no vio cumplidos sus sueños. Hitler envió a Noruega al general Josef Terboven como comisario del Reich, con ocho mil hombres de las SS y la Gestapo, haciéndose cargo del Gobierno efectivo, compartido con la Wehrmacht que llegó a tener allí 400.000 soldados. Quisling y su partido que, a lo sumo, logró reunir dos mil hombres para combatir junto a los alemanes, eran casi insignificantes pero concitaban el odio de los noruegos como cómplices de la ocupación y eso aumentó cuando, a partir de 1942, Quisling se convirtió en Primer Ministro, aunque solo para asuntos internos, pero tendría que pechar con las responsabilidades de la represión nazi contra los partisanos noruegos que sufrieron 1433 muertos en sus operaciones y en las represalias alemanas, y con la concentración y deportación de parte de la comunidad judía, que sufrió 765 muertos en los campos de exterminio. El 10 de septiembre de 1945 concluyó el proceso que le condenó a muerte. Fue fusilado en la madrugada del 24 de octubre.